Recientemente, cuando Alemania ganó en Brasil su cuarta Copa del Mundo, pocos fueron los que se sorprendieron. Nada que ver con lo que sucedió justo sesenta años atrás, cuando la Mannschaft se llevó su primer cetro mundial, tras el llamado “Milagro de Berna”, en 1954.
Rebobinemos. Nueve años atrás Alemania era devastada por las bombas norteamericanas, británicas, francesas y soviéticas. Adolf Hitler y Eva Braun se suicidaban en el búnker de Berlín justo antes de que las tropas del Ejército Rojo liberaran la ciudad del yugo del Reich. Por si fuera poco, en la incipiente Guerra Fría, en ciernes en las Conferencias de Postdam y de Yalta, el país quedó dividido en dos, capital incluída. En 1949 se oficializaba el nacimiento de la República Democrática Alemana en el este, quedando la actual República Federal en el oeste, con capital en Bonn. En esas condiciones, la Mannschaft no disputó el Campeonato Mundial de Brasil de 1950.
Sin embargo, para el Mundial de Suiza de 1954 la historia sería bien distinta. Alemania tuvo un grupo clasificatorio fácil, contra Noruega y su propia región del Sarre (que entonces era un protectorado internacional con su propia Selección absoluta). Sepp Herberger tenía la responsabilidad técnica desde 1950. Fue el precursor de la doctrina del “partido a partido” tan en boga hoy en día, al afirmar aquello de “el partido más difícil siempre es el siguiente”, y logró hacer un combinado sólido capitaneado en el campo por Fritz Walter, legendario delantero del Kaiserslautern (¡entre 1937 y 1959!) con una historia dura de guerra detrás.
Fritz Walter, con la Copa Jules Rimet, aupado por la afición
Walter se había visto llamado a filas en 1942, cuando la situación alemana en la II Guerra Mundial comenzaba a ser complicada. En 1945 estaba de servicio en el campo de prisioneros de Maramures (Rumanía), donde había sido habitual verle jugar al fútbol con los internos eslovacos y húngaros. Los soviéticos llevaron presos a todos los alemanes del campo, pero Fritz Walter se salvó del gulag gracias a uno de los prisioneros húngaros que le habían visto jugar allí, que intercedió por él.
Esto es sólo una muestra de la trayectoria vital por la que pasaron muchos de los primeros campeones del mundo alemanes. Unas andanzas que a buen seguro afectaron también a muchos otros jugadores de otros combinados nacionales de aquella época, a uno u otro lado de los frentes de batalla.
Helmut Rahn, bigoleador en la final
Volviendo a los terrenos de juego, Alemania se vio encuadrada en el Grupo 2 junto a la todopoderosa Hungría, Turquía y la exótica Corea del Sur. El 17 de junio de 1954 debutaba contra Turquía con un cómodo 4-1 en el viejo Wankdorf de Berna. Sin embargo, tres días después, la apisonadora húngara no tuvo piedad, con un contundente y claro 8-3 en Basilea. Aquel día, Kocsis marcó cuatro goles para los magiares. Así las cosas (no había tercer partido ni desempates por diferencia de goles), como Turquía había ganado a Corea, Alemania tuvo que jugar un desempate contra los otomanos, el día 23 de junio en Zúrich. El resultado de 7-2 no dejó lugar a dudas, y la Mannschaft logró el pase a cuartos de final.
En aquella ronda esperaba la siempre difícil Selección yugoslava. La lata se abrió pronto con un gol, sin querer, del central yugoslavo Ivica Horvat en su propia portería. Cerca del final, Helmut Rahn logró la sentencia para el 2-0 definitivo. Alemania ya estaba, casi contra pronóstico, entre las cuatro mejores selecciones del planeta.
En la semifinal esperaba Austria, una selección entonces potente, pero de la cual Alemania dio buena cuenta con 6-1 en Basilea. Era el día 30 de junio y ante un estadio repleto por la cercanía de ambos países, Hans Schäfer y Max Morlock adelantaron a la Mannschaft antes de que Erich Probst acortara distancias en el minuto 51. Fritz Walter apareció poco después para encarrilar el pase a la final con dos tantos casi seguidos de penalti. Por último, el doblete de Ottmar Walter puso el resultado definitivo al encuentro.
Alemania entraba así en su primera final mundial. Pero enfrente esperaba la favorita, que ya les había vapuleado literalmente en la primera fase con un claro 8-3: Hungría. El 4 de julio de 1954, el “Milagro de Berna” tomó el relevo del “Maracanazo” de cuatro años antes para convertirse en otra gran sorpresa de la historia del fútbol, aunque sin tanto dramatismo, claro está. Alemania formó con Toni Turek bajo palos; Posipal, Kohlmeyer y Eckel en defensa; Liebrich y Karl Mai en el medio campo; y la delantera compuesta por Rahn, Morlock, Ottmar Walter, Schäfer y Fritz Walter.El partido comenzó según lo previsto. Sólo hicieron falta ocho minutos para que Puskas y Czibor pusieran el 2-0 en el mercador. Todo parecía indicar otro paseo de Hungría para llevarse su primer campeonato mundial… pero ese honor correspondería a Alemania. En el minuto 10, Max Morlock acortaba distancias y en el 18 fue Helmut Rahn quien puso la igualada, para sorpresa de propios y extraños.
En la segunda parte el portero germano Toni Turek se convirtió en el héroe al realizar varias paradas clave ante oportunidades claras de los húngaros. Fue casi al final cuando Helmut Rahn, de nuevo, logró anotar para lograr el 3-2 definitivo. La Mannschaft lograba así su primer entorchado mundial, de forma inesperada. Pasarían veinte años antes del siguiente, pero esa ya, es otra historia…
Sepp Herberger, seleccionador alemán entre 1950 y 1964
Pedro Valero Lopez
Abogado Originario de Beniel, lector viajero y curioso, también me gusta escribir, y si es sobre fútbol, prefiero echar un poco la vista atrás para hacerlo sobre quienes han forjado el mito de este deporte.Últimos artículos de Pedro Valero Lopez (ver todos)
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