Ya está… Arranca el Mundial en Brasil y declaro mi intención de mantenerme al margen del nacionalismo circunstancial, estrictamente futbolero, que profesan algunos compatriotas. Eso sí… Por las dudas miro de reojo el primer partido de nuestra Selección. Para evaluar su desempeño, sus chances de avanzar en la disputa por la Copa.
A Bosnia le ganamos sin lucirnos. Sin embargo, oh sorpresa, empiezo a hablar -ocasionalmente a escribir- en primera persona del plural. Ya está.
Gol a Irán. Messi patea un 0-0 vergonzoso. Me enojo igual. Copio en mi muro de Facebook el mensaje que Marjane Satrapi colgó del suyo. Ya está.
Llega el duelo con Nigeria y rechazo toda invitación a mirarlo en alguna de las pantallas instaladas en la oficina. Busco refugio en mi escritorio. Cada vez que escucho gritar a mis compañeros, refresco las homes de Clarín y La Nación (las dos al mismo tiempo, por las dudas). F5, F5, F5. Respiro aliviada ante el 3-2 que anuncia el marcador online. Ya está.
Abandono la trinchera laboral cuando nos toca jugar con los suizos. Celebro el gol de Di María entre jefes y pares. Me preparo para enfrentar -acaso hocicar ante- la amenaza belga. Llegamos lejos; ya está.
Frente a los connacionales de Tintín, nuestro equipo me resulta más equipo y menos Messi. Mejor para todos. Mejor para Higuaín. Gol de Higuaín. Festejo empañado por la tristeza que provocan las inundaciones en Formosa y el recrudecimiento del enfrentamiento israelo-palestino en Medio Oriente. Digámosle no al Mundial distractivo. Ya está.
Le digo no al Mundial distractivo mientras me engancho con Holanda-Costa Rica primero y Alemania-Brasil después. A Robben y compañía los imagino herederos de la sujeción boer. Lamento la derrota de la admirable Costa Rica. Ya está.
Los quiero a Lula y a Dilma. Los quiero a Vinicius, Joao Gilberto, Chico Buarque, Caetano Veloso, Elis Regina, Rita Lee, Maria Bethania. Los quiero a Oscar Niemeyer, a Jorge Amado, a José Mauro de Vasconcelos, a Walter Salles. Los quiero a todos ellos, pero la inconducta de muchos -demasiados- hinchas brasileños me lleva a vivar cada gol alemán.
Celebro no sin dolor; me duele el sueño de la Patria Grande. Ya está.
Detesto la idea de perder contra los boers al mando de Van Gaal. Si la derrota es inevitable, que también sea digna. Mastico angustia ante las embestidas de Robben, Martins, Huntelaar, Verhaegh, Sneijder. Protesto contra la abulia y los pases imprecisos de Messi. Aplaudo la entrega de Mascherano, Lavezzi, Pérez, Zabaleta, Biglia, Rojo… Aplaudo, salto, grito cuando Romero frustra los penales de Sneijder y Vlaar.
El próximo domingo enfrentamos a Alemania. Quiero la victoria; no le temo a la derrota. Dejamos atrás a Holanda, Inglaterra, Estados Unidos, España, Italia, Brasil, países contra los que -por distintos motivos- no habría soportado perder. Ayer les ganamos a Robben y compañía. Ni el peor pronóstico nos quita el título de subcampeones.