Revista Cine

Alienígenas: Mitología del Siglo XX – Parte 2

Publicado el 13 diciembre 2013 por Cinefagos

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Ir a la primera parte.

El reciente estreno de El Juego de Ender me animó a leerme por fin la novela, escrita en la década de los ochenta por Orson Scott Card, donde imagina un futuro en el que los niños son educados a través de videojuegos para liderar a la humanidad en una guerra contra una raza extraterrestre llamada Los Insectores. Discursos antifascitas al margen, lo que me interesó del libro fue que parecía asociar la idea de la aparición de una raza alienígena con una inevitable guerra contra ella. Eso, aparte de decir mucho sobre nuestra incapacidad para comprender a otros seres o culturas, también deja claro que la figura del alienígena ha servido durante mucho tiempo como la personificación de un enemigo distante y con el que aparentemente no tenemos nada en común, más que como una auténtica forma de vida extraterrestre.

El post anterior exploraba el interés por los OVNIS que surgió durante la década de los cincuenta como respuesta a un momento político e histórico singular, y en él dejábamos claro que los platillos volantes no son más que invenciones del público que sirvieron para alimentar al cine de la ciencia ficción mientras que éste, a su vez, inflaba las fantasías de los espectadores en un círculo vicioso. Pero ahora tendríamos que ir mucho más lejos, y analizar a los seres que tripulaban dichas naves y que durante años han entusiasmado y aterrorizado al mundo entero.

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Los extraterrestres

Para ser sinceros, las historias de seres de otros mundos vienen de muy antiguo. Ya los egipcios tenían muy asentadas sus leyendas acerca del dios Ra viajando por el día en su barca que transportaba el Sol, o sobre los espíritus de los faraones que ascendían por las pirámides para reunirse en el cielo con el creador. Sin embargo, a los dioses no se les consideraba “extraterrestres” porque sencillamente, no se había acuñado el término ni la mitología alienígena por aquel entonces. Desde la aparición de la “ciencia ficción” y fieles a la idea de Arthur C. Clarke de que una tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia, muchos han mirado hacia las historias bíblicas como la de Elías, que al parecer acaba sus días llevado al cielo por un carro de fuego, para encontrar allí la que consideran una prueba irrefutable de visitas alienígenas en la antigüedad.

Pero en lo que corresponde a la ficción, se considera que Voltaire describió en el año 1752 a uno de los primeros alienígenas, un ser llamado Micromegas que, en el relato de mismo nombre, venía procedente de la estrella Sirio para echar un vistazo a La Tierra y charlar con un amigo suyo del planeta Saturno. Antes de eso, autores como el científico Johannes Kepler ya habían contado historias sobre viajes a la Luna (y si no recuerdo mal, sirvió para que acusaran a su madre, protagonista del cuento, de brujería), pero el relato de Voltaire me resulta interesante porque tiene un detalle que sería una constante en todas las historias de invasiones, secuestros y encuentros alienígenas: El antropomorfismo.

Los extraterrestres se relacionan con nosotros en términos humanos. Su diseño (salvo excepciones) suele estar basado en nuestra propia imagen, y esto incluye por supuesto a los alienígenas de películas de los cincuenta que buscaban ser lo más extravagante posible, con ojos de insecto, patas, tentáculos, o incluso ojos pegados a descomunales cerebros. Todos estos personajes tienen elementos y detalles que los humanos podemos reconocer con facilidad y con los que podemos empatizar, o claras señales de advertencia familiares para nosotros. Así, por mucho que Micromegas declare que nadie en su sano juicio viviría en la Tierra, y que Voltaire se empeñe en decir que el extraterrestre tiene trescientos años de edad o mide centenares de metros, su comportamiento y forma de hablar son las típicas de alguien humano emplazado, además, en el mismo espacio temporal que el autor del relato.

Esto es más difícil de comprobar que los diseños de los OVNIS, pero no imposible. Por ejemplo, George Adamsky, del que ya hablamos en el post anterior, aseguraba haber sido “contactado” por un alienígena llamado Orthon que vestía un traje “de algodón” y mencionaba su lugar de origen como uno de los planetas más conocidos y cercanos al nuestro, Venus. De la misma forma, Marte ha sido durante generaciones el lugar del que procedían los alienígenas que pilotaban platillos volantes dando incluso lugar al famoso y arcaico término “marciano”. No se mencionaban planetas lejanos o galaxias desconocidas, sino orígenes al alcance del público general, como la historia de los célebres canales de Marte, que impulsó la imaginación cuando a principios del siglo XIX el astrónomo Percival Lowell anunció que las líneas que trazaban el planeta Rojo visto a través de un telescopio eran “canales”, tal vez, obras de ingeniería marciana construidos por una civilización que buscaba así una forma de trasladar el poco agua del planeta hacia sus ciudades. Durante mucho tiempo (incluso hasta la llegada de las sondas espaciales) la existencia de vida extraterrestre en Marte fue aceptada de forma casi unánime, pero al igual que con los OVNIS, los canales fueron un error de interpretación del astrónomo que no distinguió que lo que veía eran en realidad imperfecciones de la lente de su telescopio. Cuando las sondas de la NASA llegaron también a Venus y descubrieron que era un infierno con nubes de ácido sulfúrico que derretían todo lo que entraba en su atmósfera, desaparecieron los alienígenas que vestían con algodón.

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Una de las personas que más hizo por establecer el tópico marciano fue el escritor H.G. Wells, quien escribió la novela que narra la primera invasión extraterrestre a la Tierra de la literatura, La guerra de los Mundos. Wells estableció las bases de todas las futuras historias de invasiones del cine y la televisión, al mostrar a los alienígenas como fuerzas claramente hostiles, inmisericordes y para nada interesadas en la colaboración. Tras la fase de sorpresa en la que los humanos descubren de dónde han venido esos seres, sigue la inevitable destrucción de nuestra forma de vida hasta que sólo al final, por una casualidad del destino, la raza humana logra salir victoriosa. Curiosamente, de todas las ideas similares, quizá el que mejor explicación supo dar para nuestra victoria final fue el propio Wells, cuando los alienígenas caían enfermos y morían al no ser inmunes a las enfermedades de la Tierra.

Y es que cometemos el error de pensar que la vida en otros planetas pueda desarrollarse en los mismos términos que aquí, y que no les afectarían cosas tan sencillas como la diferencia de gravedad o las enfermedades, y es más, pensamos que esos seres podrían tener incluso algún tipo de interés en relacionarse con nosotros y que podríamos entendernos con ellos. En el caso de Adamsky, el venusiano Orthon se puso en contacto con él para mantener conversaciones acerca, por supuesto, de los peligros de la recién descubierta potencia nuclear. Que el tema principal de su encuentro fuese idéntico a Ultimátum a la Tierra, estrenada sólo un año antes, revela mucho acerca de dónde pudo estar su inspiración. Pero resulta muy curioso que ese ser procedente de un planeta lejano se interesase en los peligros de la Guerra Fría que sólo afectaban a un pequeño espacio en el universo.

Y es que esa suele ser la tónica de los encuentros extraterrestres, la de un ente que viene a salvarnos de nuestros propios errores, casi siempre relacionados con la temática nuclear no porque esta sea la fuerza capaz de destruir planetas enteros, sino porque era lo que estaba de moda entre el público por aquel entonces. Si no me creéis, recordad que el remake de Ultimátum a la Tierra estrenado en 2008 hablaba sobre los peligros del cambio climático.  Jamás hemos obtenido de los extraterrestres conocimiento o verdad, no nos han enseñado nada, sólo nos han pedido que seamos buenos o cuidemos de nuestro planeta, cosas que cualquier padre o madre podría decirnos.

Los alienígenas son protectores de la humanidad, una civilización en estado embrionario a escala intergaláctica. Se usan para guiarnos de la mano también hacia una nueva era de paz y comprensión e incluso películas como E.T. nos muestran que podría existir una amistad entre seres de distintos mundos. El diseño del achuchable extraterrestre cuenta con todos esos elementos propiamente humanos (y mesiánicos), incluyendo unos grandes ojos que, inspirados en los de Albert Einstein intentan indicarnos que dentro de ellos reside una gran inteligencia.

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Con el paso del tiempo, y con la aparición de las primeras abducciones alienígenas (el célebre matrimonio Hill, de quien ya hablé en el especial de Expediente X y al que os remito para no repetirme) fue apareciendo un nuevo aspecto de extraterrestre. El hombrecillo verde desapareció de los relatos de contactados y lo sustituyó un ser de metro y medio de altura, piel gris, miembros finos y largos, ojos almendrados y un gran cráneo ovalado. Desde entonces, cientos o miles de testigos afirman haber sido contactados por esta raza, a quien hemos llamado “los grises” y que es a lo que los ufólogos se aferran para asegurar que las abducciones son una realidad, porque no tendría sentido que personas sin ninguna conexión entre ellas mintieran y contasen experiencias parecidas.

Pero la propia idea de un alienígena gris y de miembros finos es errónea, y está cogida de otra novela de H. G. Wells: El hombre del año un millón, en el que pensaba que ese aspecto se correspondería con el de un ser humano del futuro. Siguiendo la lógica evolutiva, el hombre que viviera dentro de un millón de años no necesitaría músculos, pues las máquinas le harían todo el trabajo, por ello no pasaría todo el tiempo al sol, por lo que su piel sería grisácea, y un gran cráneo significaría que habríamos continuado con nuestro desarrollo mental, el mismo que nos convirtió en la especie dominante del planeta. Algunos ufólogos relacionan este detalle con la teoría de que los tripulantes de los OVNIS son en realidad humanos del futuro que viajan a épocas pasadas como historiadores.

Pero el aspecto humanoide fue popularizado por películas como Encuentros en la Tercera Fase porque su representación es muy sencilla, (generalmente se utilizan niños vestidos con un traje gris), y desde Spielberg a Expediente X, cientos de películas y series han utilizado esta especie alimentando esa imagen de “alienígena real”. Al propio Spielberg le acabaría jugando una mala pasada en Inteligencia Artificial, cuando el público no pudiese comprender que los seres del tercio final del filme no son más que robots evolucionados, y no visitantes de otros mundos.

Al contrario, los alienígenas pueden ser muy diferentes, fruto de una evolución que no podemos ni imaginar. Seres extraños e inclasificables como el ente xenomorfo de Alien difieren mucho de nosotros puesto que su desarrollo no se parece en nada a lo que conocemos. Los Aliens nacen fruto de una Reina que pone los huevos, lo que sí se parece a otras especies de la Tierra, pero cuando éstos se abren, un ser conocido como el “abrazacaras” se adhiere al rostro de un anfitrión para así poder inocular un embrión que crece en su interior hasta salir de él a través de la caja torácica causándole la muerte. Su fisonomía, la ausencia de ojos, la sangre ácida o su doble boca retráctil le hacen muy diferente a lo que hay en nuestro planeta, lo que fue sin duda una clave en su gran éxito como personaje de ficción, y es muy curioso que una de las mejores ideas sobre biología extraterrestre pertenezca a una película en la que la ciencia ficción no se utiliza de forma especulativa sino simplemente como atmósfera para un film de terror.

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En El Juego de Ender, los enemigos no son más que enjambres alienígenas, muy similares a los insectos, pero con una diferencia. La mente colmena de los Insectores se basa en que una única reina, situada en alguna parte del enjambre, es quien controla toda su especie. Cuando Ender lucha contra ellos, se da cuenta de que en realidad no está peleando contra un ejército, sino contra un solo ser que tiene millones de pequeños tentáculos. Matar a cientos de esos alienígenas no supone ningún asesinato real, ya que no tienen vida propia, y sólo cuando matas a la reina, éstos quedan inutilizados. Lo que en la novela sirve para explicarte cómo se forja un genocida, me interesa porque al explorar la naturaleza de los Insectores, vemos que precisamente la guerra se desata por nuestra incapacidad para comunicarnos con ellos. ¿Cómo hablar con una especie que no tiene ningún lenguaje porque no lo necesita? ¿Cómo piensa o se comunica un único ente? ¿Cómo le explicas a los Insectores que, al contrario que ellos, cada humano individual tiene una consciencia? El origen de la guerra entre ambas especies sería en realidad un malentendido entre ambas cuando en nuestro primer contacto, los Insectores acabaran con una tripulación humana sin saber que estaban cometiendo un asesinato. Una prueba más de lo compleja y extraña que podría ser nuestra relación con habitantes de otras estrellas. Sinceramente, creo que la forma más probable de contacto con una raza alienígena sería la que se relata en la comedia Guía del autoestopista galáctico, en la que un hombre inglés normal y corriente ve cómo van a derribar su casa para construir una autopista justo el mismo día que una raza extraterrestre va a hacer lo mismo con el planeta Tierra para levantar una carretera interestelar.

Pero entrar en esas cuestiones es más complicado y agotador de lo que piensa, y sólo podemos llegar a ellas tras el ensayo y error de otras novelas, cómics y películas. El pensamiento colmena sólo llegamos a comprenderlo tras ochenta años después de la creación de uno de los alienígenas más famosos de todos los tiempos: Superman. Olvidamos que Clark Kent no es un superhéroe, sino un visitante de un planeta lejano que, vaya casualidad, tiene el aspecto de un norteamericano medio y sólo posee una serie de habilidades que le hacen destacar, una muestra más de cómo somos incapaces de crear algo completamente ajeno a nuestro entorno, y de por qué los alienígenas relatados en abducciones y avistamientos son invención de los testigos.

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Los extraterrestres como excusa

Cuando publiqué el post anterior, no me faltaron mensajes privados que dejaban claro que mi posición era errónea, y que los extraterrestres estaban ya entre nosotros o, incluso, que las películas habían utilizado los detalles de abducciones reales para construir sus historias. Puede que sea cierto, pero ese detalle fue precisamente el que me impulsó a crear este especial. Los alienígenas son un recurso narrativo que sólo aparecieron en un siglo en el que la exploración espacial empezaba a dar sus primeros pasos. Son un elemento nuevo, y muy interesante. Más aún, nos permiten jugar con cualquier argumento, por absurdo que sea, e introducir un poco de coherencia gracias a la presencia de seres de otros planetas. Aún recuerdo cuando publiqué el especial sobre Perdidos días antes del final de la serie, muchos aseguraban que se quedarían contentos si la isla fuese al final un OVNI siniestrado. Una muestra más de cómo se les ha dado carta blanca para justificar cualquier misterio que nos rodee. Los extraterrestres son seres que despiertan nuestra imaginación y alimentan la idea de que todo es posible, a la vez que nos hacen plantearnos nuestro lugar en el mundo y nuestra importancia como cultura y especie. Es una versión moderna de las fábulas con animales, o las historias de fantasmas, que buscan darnos algún pequeño toque de moralidad. Es muy famosa una historia de la serie original de Star Trek en el que la Enterprise acoge a un alienígena con el rostro mitad blanco y mitad negro, a quien le persigue otro miembro de su civilización debido a que tiene los colores situados en el lado contrario al de los demás, una metáfora sobre el racismo que quizá nos cale más hondo si los personajes no tienen nada que ver con nosotros y nos desligamos de prejuicios para contemplar el problema como algo nuevo.

Además, como dije en el primer post, el ser humano quiere conocer. Nace curioso y entusiasmado ante los misterios que nos rodean, pero el sistema educativo y nuestros propios padres nos lastran. Los niños que preguntan son considerados molestos, y en ocasiones acabamos diciéndoles que se callen, tal vez porque sus preguntas pueden llegar a ser intrigantes incluso para los adultos. Y ahora, con la aparición de Google, Twitter y todas las formas de comunicarse, las respuestas están al alcance de la mano. Tenemos un gran mundo de posibilidades dentro (y también fuera) de los ordenadores, pero por desgracia también proliferan las mentiras, los engaños y las malas interpretaciones. En las últimas décadas nos hemos vuelto cínicos y a prueba de balas ante los engaños, si bien eso ha conseguido también que nos traguemos algunos grandes fraudes. Desconfiamos de los medios de información oficiales porque la Historia nos ha dejado claro que los gobiernos mienten, así que seguro que hay muchas cosas que se nos ocultan con la excusa de la “seguridad ciudadana”. Es por eso que descubrir la Verdad (la misma, con mayúsculas, que buscaban Mulder y Scully) no es tanto una cruzada como un juego. Y durante décadas, los extraterrestres fueron el secreto más interesante que podían guardar los gobiernos, de ahí que surgieran incluso las teorías que aseguraban que el presidente Truman había hecho un pacto con los alienígenas, y que los famosos Men In Black eran un brazo armado del gobierno que trataba con testigos y contactados por extraterrestres. Con el paso del tiempo, estas leyendas urbanas se fueron haciendo universales y fáciles de manipular y reutilizar en cómics y películas, hasta el punto de que un alienígena gris es algo que está muy dentro de nosotros.

Tan dentro, que al conocer que la vida en otros planetas existen debemos preguntarnos si nuestras creencias más básicas se tambalean, y, si existe un Dios, éste nos creó a su imagen y semejanza de la misma forma que lo hizo con esos seres, o si ellos mismos son el propio Dios, tema recurrente en los últimos años y que Stargate y cuentos sobre el calendario Maya ayudaron a popularizar. La revisión de historias antiguas, las supuestas imágenes de astronautas cavernícolas, las teorías de que las pirámides de Egipto son fuentes de energía cósmica (también hay quien dice que son los graneros del bíblico José, algo absurdo teniendo en cuenta que las pirámides son macizas en su mayor parte), hacen que surjan nuevas religiones centradas en esos aspectos, como lo son la Cienciología o los Raelianos, ambas, agrupaciones sectarias que explotan los ideales de la ciencia ficción. Sobre la secta de Tom Cruise y John Travolta ya hablé aquí, y sobre los segundos, añaden a sus ideales temas más recientes como la clonación, algo que hace varias décadas era un sueño imposible y ahora una realidad. El caso es que religiones antiguas se centran en hechos típicos de su tiempo, como caminar sobre las aguas, volver a la vida, multiplicar comida (convertir el agua en vino, algo un poco ridículo para un ser que sostiene en sus manos el origen de la vida y el universo, si lo pensamos bien), pero las modernas tienen que adaptarse a los nuevos tiempos, lo que confirma que surgen no por inspiración divina, sino por la imaginación y necesidad de los hombres y mujeres que las crean. El líder de los Raelianos, además, asegura que los extraterrestres llegarán a la Tierra en una fecha muy concreta, dentro de unos diez años, y para entonces tienen que haber reunido dinero suficiente para construir una embajada. Lo curioso es que el líder de la secta también tiene su harén particular donde se promueve el sexo obligado con él y donde las mujeres compiten por conseguir el “cordón dorado” que les convierte en su concubina real. Algo muy alejado del mensaje mesiánico de los alienígenas que se anuncian, curiosamente, con el símbolo de una esvástica nazi trazada dentro de una estrella de David. Más Mitología y conceptos del Siglo XX.

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Por lo tanto, el público está tan acostumbrado a oír hablar de OVNIS y extraterrestres que los identifica como reales, y lo más triste es que la ignorancia se alía con las ganas de saber de la gente y, también, con nuestra cada vez más débil capacidad de atención. Como Internet ha producido una gran fuente de información, ésta ha de ser cada vez más rápida y concisa, sin dejar lugar a estudios serios y profundos sobre cualquier tema. Lo queremos todo, y lo queremos ya. Y nos han enseñado que la ciencia o el estudio son aburridos e incapaces de maravillarnos o sorprendernos. Es por eso que no nos interesa saber que la Gran Pirámide de Keops permaneció abierta hasta la época de Jesucristo y que después, el emplazamiento de la entrada se perdió hasta el año 900, cuando abrieron un boquete en los muros intentando encontrar un túnel. No nos interesa saber quién exploró en el año 1700 la Gran Galería, o qué había en la Cámara del Rey, cómo se despejaron los escombros, cómo encontraron la tapa del sarcófago del faraón apoyada contra un lado de la pared y cómo esa losa, imposible de extraer de la estructura al ser más grande que los pasillos, desapareció en el siglo pasado. Todos esos temas son apasionantes, pero si lo sumamos con las teorías de que el nombre de Keops jamás apareció en la Pirámide, podemos jugar con la idea de que nuestra interpretación de la Historia ya ha estado equivocada en ocasiones. Y si nos hemos equivocado en esto, ¿Por qué no podemos estarlo en otras muchas cosas? ¿Por qué no pueden los cristales ser poseedores de poderes curativos, por qué los extraterrestres no pueden haber construido esa pirámide, o ser templos para el estudio de las constelaciones? El público al fin y al cabo lo que quiere es maravillarse en un mundo en el que cada vez hay menos espacio para las sorpresas, y donde teniendo los mejores museos de todos los tiempos, pasan corriendo delante de cientos o miles de objetos en busca de algo más impresionante y excitante. Ya da igual que sea verdad o mentira siempre y cuando sea interesante, como la historia de Akhenatón, a quien llaman El Faraón Alienígena porque sus estatuas mostraban unos pómulos muy marcados y le daban un aspecto diferente al de los demás. Eso sin entrar dentro de todas las demás culturas como las líneas de Nazca o similares, y que estimulan nuestra imaginación pero no las ganas de estudiar o trabajar en esos temas, permitiendo que a día de hoy, sea casi imposible estudiar temas como egiptología o ver documentales sobre civilizaciones antiguas sin que aparezca la palabra OVNI. Muchas veces en páginas web de dudosa procedencia (muchas de ellas, propiedad de la Cienciología, debo añadir) y que te aseguran con autoridad que están en lo cierto y el resto, pobres mortales, no son más que ignorantes que no conocen los misterios del universo. Misterios que sólo han surgido en los últimos años, que crecieron con seriedad como posible explicación a los primeros avistamientos de naves extrañas, y que acabaron convirtiéndose en carne de reality cuando aparecen supuestos extrabajadores del Área 51 asegurando que a los alienígenas retenidos en la base les encanta el helado de fresa. Aun a día de hoy, gente con una posición importante como el Ministro de Defensa canadiense aseguró en público que EEUU tiene a dos alienígenas que les ayudan en sus planes militares.

En el post anterior dije que la moda de los alienígenas empezó en la década de los cincuenta y podíamos decir incluso la fecha exacta en la que perdió gran interés. El 11 de Septiembre de 2001, cuando las Torres Gemelas colapsaron después de que dos aviones de pasajeros fuesen estrellados contra ellas, aparecieron tantos interrogantes que en seguida, hubo quien tenía explicaciones al margen de las oficiales: Un autoatentado para poder declarar la guerra, los Illuminati (de los que sería para hablar largo y tendido), el Nuevo Orden Mundial, el Milenarismo… nuevas teorías mucho más cercanas a JFK de Oliver Stone que a Expediente X fueron lo que interesaron a la gente desde ese mismo momento, con fenómenos como Wikileaks, las torturas en Guantánamo, las relaciones entre la familia de Bin Ladem y los Bush… cualquier excusa servía para que gente anónima pudiese teclear en sus ordenadores y exponer sus ideas al mundo, algunas tal vez ciertas, pero muchas de ellas, sin duda equivocadas, siguiendo corrientes o modas pasajeras, buscando entretener, asombrar y querer descubrir algo, un OVNI, una foto de Hitler vivo y anciano desayunando en una cafetería… lo que sea.

Es como aquella anécdota que contó Carl Sagan una vez, y que ejemplifica muy bien cuál fue el origen de las teorías de los OVNIS y los alienígenas. Cuenta que cuando los primeros exploradores miraron con sus telescopios hacia Venus, lo único que pudieron ver fue una gruesa capa de nubes que cubrían el planeta. Entonces pensaron: ¿Por qué no puedo ver nada? Porque hay nubes. ¿Y de qué están  hechas las nubes? De agua, por supuesto. Si hay agua, habrá lluvia. Si hay lluvia, plantas, y quizá haya incluso dinosaurios.

Observación: No puedo ver nada.

Conclusión: Dinosaurios.

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