Si es tu primera visita, me gustaría darte la bienvenida que te mereces.
(Como cada lunes, me gustaría aportar mi granito de arena para que el primer día de la semana sea un gran día para ti. Por eso comparto este capítulo revisado y actualizado de “Una vida sencilla”. ¡Feliz lunes!)
Nota: el autor de esta entrada es Jesús Hernán, CEO de Bake250º, empresa especializada en el mentoring para emprendedores.
Be water, my friend
Hace semanas que este post se ha ido formando en algún lugar entre el cerebro y el corazón, hace pocos días empezó a tomar forma y hoy ha decidido nacer. Este post trata sobre el cambio. El mismo post ha ido cambiando desde que Roberto me pidió que lo escribiera para “Una vida sencilla”. Aquí está y aquí seguirá cambiando con el paso del tiempo y con cada persona que lo lea.
En principio quería escribir del cambio que había experimentado a raíz de montar mi propia empresa hace 2 años. Los primeros días me bloqueé intentando plasmar el “gran cambio” que había supuesto para mí. Con el tiempo entendí que no existía un “gran cambio”, sino miles de microcambios que me han ido modelando hasta convertirme en lo que soy ahora. Por eso no puedo hablar de los grandes cambios de mi vida, sino de cómo entiendo e intento aprovechar postivamente cada microcambio.
Heráclito decía que el cambio es el fundamento de todas las cosas, estoy de acuerdo. El cambio es algo esencial y constante, por eso nos es tan difícil determinar el momento exacto en el que algo cambia. Cuando echamos la vista atrás decimos “¡Cómo hemos cambiado!”, pero no sabemos determinar cuándo ni cómo lo hicimos.
El simple paso del tiempo, el día a día, el segundo a segundo, nos cambia. No tiene por qué pasar nada para que cambiemos, estamos en constante evolución y nuestro bienestar depende de cómo afrontamos esa realidad. Si nos comportamos como una pared que intenta frenar una corriente de agua, acabamos sufriendo. Si nos comportamos como si fuéramos agua, fluimos y tiramos las paredes que intentan frenarnos.
Fluir como el agua representa que afloren nuestras propias contradicciones. Lo que ayer creíamos resulta que hoy ya no es exactamente así. Esto no sólo genera incertidumbre sobre el mañana, sino que nos enfrenta a la imagen que tenemos de nosotros mismos. No somos agua hasta que no aceptamos que la dialéctica es el motor del cambio y aprendemos a utilizarla para mejorar.
Tenemos que aprender a conversar de manera constante e inagotable con nosotros mismos para crecer como personas. Tenemos que aprender a aceptar nuestras contradicciones e incoherencias. Tenemos que asumir que no podemos controlar la fuerza de la corriente de la vida, pero sí podemos decidir si somos agua o pared, si complicamos o simplificamos, si amamos u odiamos…
Fluir nos permite orientar el crecimiento de nuestro ser hacia donde queramos. De aquí que sea fundamental tener horizontes (o utopías) que participen en la dialéctica y nos ayuden a guiar los microcambios. En mi caso, y a modo de ejemplo, siempre camino hacia un horizonte que nos enseñó Gandhi hace tiempo: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”. Bajo esa luz, no tengo dudas de hacia dónde orientar cada segundo de mi vida.
Nosotros no decidimos si cambiamos, pero sí decidimos qué hacer con el cambio: negarlo o fluir, dialogar con nosotros mismos o hacer oídos sordos, tomar decisiones o esperar… En definitiva, nosotros decidimos hacia dónde conducimos nuestra vida, sin excepciones.
Be water, my friend.