Revista Cine

Blanco, Negro y todos los demás

Publicado el 13 noviembre 2012 por Pabela
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Blanco, Negro y todos los demás


El blanco y el negro. La dulzura de la luz y la intensidad de la noche. 
Inimitables estrellas salidas de la pantalla grande. 
Nunca fueron abandonados en la historia del séptimo arte. 
Andan como un ramo de sombras creando poesía en imágenes, cuentos oscuros y fábulas luminosas.
Tengo un sincero cariño por la paleta de colores del cine contemporáneo filmado en blanco y negro. Tiene un encanto tan particular. Hace que mis sentidos sean más receptivos y atentos que cuando son bañados en tonos rojos, azules u otros verdes.
Como la conmovedora desesperación de Robert de Niro en Raging Bull (Martin Scorsese, 1980), cortada en dos campos de luces dentro de una pequeña celda.

O el barrio de Manhattan en la ciudad de Nueva York, introducido de manera espectacular y resplandeciente en 1979 gracias a su más enamorado residente, Woody Allen (y también aGeorge Gershwin).
Allen repitió en 1983 con la ironía suprema del camaleón humano Zelig, falso y gracioso documental sobre el loco deseo del ser humano por ser amado. 

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Siguió Shadows & Fog (1991), elegante guiño al M (1931) de Fritz Lang y a la atmósfera enigmática del cine alemán de los años treinta.
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En 1998, llegó la divina Celebrity en la que, creo, Allen nos regala la primera escena de porno caribeño al aire libre, jamás vista en la historia del cine.

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1992, un año de humor negro 80% cacao belga. Un falso documental cruel e hilarante. 

El inolvidable C'est arrivé près de chez vous (Rémy Belvaux& André Bonzel).
Mathieu Kassovitz propinó una magistral bofetada social en 1995 con La Haine. 
Si el odio tuviera un color seguramente no tendría ninguno. Sería una mezcla del oscuro y del pálido, del blanco y del negro, del bien y del mal, de los que se lo creen y de los que lo crean. 
Alojado entre edificios que no dejan entrar la luz, ni la del cielo ni la de la esperanza. Porque ya no queda ninguna.

Blanco, Negro y todos los demás
Blanco, Negro y todos los demás

Jim Jarmush siempre ha sido un fiel y dulce amante del género. Empezó la operación black & white con Stranger than Paradise (1984) y Down by Law (1986). 


En su Dead Man (1995), se mezclan las lágrimas de la cuerdas de Neil Young y los versos de William Blake sembrados en un western moderno y clásico a la vez.

Algunos años más tarde, las volutas del tabaco y del aroma del café harán una pareja perfecta en todos los cortos (y los sentidos) de Coffee and Cigarettes (2003).

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En 2002, son Joel & Ethan Coen quienes rinden un homenaje en blanco y negro, puro y neutro, sumergiéndonos en el emocionante silencio y en el universo peculiar del peluquero de The Man who wasn't there.


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Uno de los pilares de la Nouvelle Vague, Philippe Garrel cuenta una historia, la Historia , en dos tonos, gracias a un profundo amor en el París agitado de mayo de 1968 y la intimidad tierna de los Amants Réguliers (2005).


El mismo año, El Violín de Francisco Vargas Quevedo da una magistral lección de música a la agitación política y guerrillera de México. 

En 2009, la perturbadora Das weiße Band (Michael Haneke) llenó las salas de una energía escalofriante, alejada de cualquier sensibilidad y emotividad. Un baño helado en la psicología humana.


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En cuanto a Francis Ford Coppola, además de rodar por la primera vez en Argentina, estrenó Tetro (2009), película en blanco y negro pero con algunas notas de color como invitadas.

Maribel Verdú, ya presente en la película de Coppola, renueva la experiencia en la última cinta de Pablo Berger, Blancanieves (2012), película muda y brillante, flamenca y novedosa.

  
Las películas en color no han sustituido al blanco y negro, sino que le han dado un espacio diferente y propio.  Cabe esperar que siempre habrá poemas cinematográficos delicadamente rimados en tinta blanca y negra. 

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