Revista Cine

Boyhood (Momentos de una vida)

Publicado el 14 septiembre 2014 por Spiderman @cineylibertad

boyhood-imagen-1Lo que llama más la atención de esta película es que destaca por su originalidad, ya que ha seguido y ha filmado la vida de un chaval desde su más tierna infancia (6 años) hasta el día de su graduación; es decir durante la nada despreciable cifra de 12 años. Esta idea recuerda a François Truffaut que inició con Los 400 golpes y su álter ego, Antoine Doinel, una saga cinematográfica de similares características. El encargado de dar vida a este personaje ha sido Ellar Coltrane, mientras que todo esto no hubiera sido posible sin el talento del cineasta Richard Linklater, al que todos recordarán por la excelente trilogía: Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del Anochecer, que cuenta la historia de amor de Julie delpy y Ethan Hawke en el trascurso de 20 años y dejando envejecer a los citados actores al igual que ocurre con esta historia.

Mason es un niño de corta edad al que veremos crecer hasta convertirse en un hombre de 18 años en una producción de treinta y nueve días de rodaje, pero filmado, como decíamos en el transcurso de 12 años.

El reparto lo conforman un grupo de intérpretes que transmiten autenticidad, donde destacan por sus apariciones, el protagonista, Ellar Coltrane, y la actriz, Patricia Arquette, en el papel de una madre que no tiene suerte en sus matrimonios, lo que genera no poca dificultades en la educación y en la estabilidad emocional de sus hijos. De todas formas, la historia es irregular porque las apariciones de Ethan Hawke, recordado por El club de los poetas muertos, levantan el largometraje a lo más alto, aunque cada vez que éste desaparece, la cinta cae en picado. Como dato curioso, la hija del director, lo que confirma nuestra teoría del enchufismo en el cine funciona, estuvo a punto de bajarse del proyecto a mitad de camino, pero su padre hizo todo lo posible para motivarla y la producción pudo sacarse adelante.

El largometraje presenta una virtud que se puede acabar convirtiendo en una carga porque refleja la vida misma con sus momentos de máxima felicidad y con los problemas que van surgiendo junto a la monotonía del día a día que el realizador deja patente, un detalle, que coincidirán conmigo, en que puede convertirse en una tarea difícil de sobrellevar, si no se guarda cierto equilibrio entre conseguir ese efecto y que el espectador no pierda el interés.

Por otra parte, Boyhood es un ejercicio de análisis del modo de vivir de la sociedad estadounidense, donde se entremezclan diferentes modos de pensar en política y religión, pero en la que siempre la señal de distinción parece ser el respeto. En esta cinta, observamos la evolución de una persona que, al principio, no es muy consciente de lo que le ocurre. Sin embargo, poco a poco, va madurando hasta ser partícipe de sus propias decisiones, haciéndose consciente de su individualidad. Finalmente, nos ha encantado la relación tan especial que se establece entre padre e hijo porque, a pesar de sus dificultades y sus incoherencias, los consejos no quedan en saco roto e intentan, al menos, formar a la persona y expresar el amor que sienten el uno por el otro, que no es poco. La ausencia de perjuicios de los americanos es otro punto a destacar, pues la Biblia parece un elemento importante en un episodio de la vida del protagonista (publicado en Páginas digital).


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