Caldeni. Un imprescindible (ahora se les llama must) en Barcelona que tardamos demasiado en conocer, porque ahora que lo hemos hecho pensamos en que teníamos que haber ido antes. Pero ya está solucionado y ahora ya ha pasado a la lista de aquellos que de vez en cuando será visitado periódicamente para deleitarse y asegurarse el éxito. Daniel Lechuga ganador del premio de l’Acadèmia Catalana de Gastronomia “Cuiner Jove 2010” y del premio mejor cocinero del año en el Fòrum Gastronòmic de Girona de 2011 es el Chef de este magnífico restaurante, donde desde el momento en que traspasas su puerta te das cuenta que vas a comer bien. Por lo menos es la sensación que tuvimos nosotros, aún con nuestras expectativas muy altas y con el temor de defraudar a dos personas más que se habían puesto en nuestras manos y se fiaban de nuestro criterio.
Y empezamos ya con los primeros que como os he comentado, compartiremos.
Si hay Foie en la carta es difícil, muy difícil que no lo escojamos para probarlo. Nos gusta mucho y pensamos que es un entrante ideal para degustar sin llegar a cargar el paladar. En este caso una ración de cuatro porciones correctas de tamaño, una para cada uno, acompañada de un escabeche de bolets que le daba el toque de sofisticación. No defraudó lo más mínimo, más bien al contrario. No deja de soprendernos este manjar. En este caso, espectacular con ese toque diferente de setas, nada de mermeladas o dulces para combinarlo.Seguimos con unas Sardinas marinadas con Piparra. Unos buenos lomos, bien tersos y sabrosos. Por el sabor, puede recordar a los boquerones en vinagre tan típicos comidos en alguna ocasión. Tenían el punto exacto de tiempo de adobo sin pasarse lo más mínimo. Se notaba sobre todo por la consistencia de la carne del pescado. Muy buenas.
Jamón. Si, jamón pero no de cerdo. Jamón de Toro (atún) con una salsa potente de anchoas y piñones. Igual que como si de una ración de jamón de cerdo convencional se tratase pero con un sabor totalmente diferente. Un producto de primerísima calidad, un carpaccio sabroso de por si que además estaba potenciado con más sabor a mar con la salsa de anchoas con la que se había aderezado. Muy recomendable.
Y pasamos a los dos principales que tomamos nosotros. Uno lo teníamos clarísimo casi casi diría que era el motivo de la visita: probar una de sus especialidades más deseadas: Steak Tartar de Angus. Y además, fue con trufa blanca!.
En cuanto llegó el Steak Tartar el aroma de la trufa invadió la mesa. No defraudó lo más mínimo. Es difícil describirlo, pero llevar unas expectativas altas con todo el riesgo que comporta y aún así que se cumplan con creces es muy difícil. Untuoso, la calidad del Angus como pocas que hemos probado y el aliño exacto. De 10, me arriesgo a decir que es uno de los mejores Steak Tartar que he probado, por no decir el que más. Hay que ir a comerlo, a probarlo, a disfrutar de este manjar de Dani Lechuga.
La otra elección fue también uno de sus clásicos Onglet.
Una parte cercana al pulmón, con un sabor potente, definido por el servicio como “cierto gusto a sangre”. Una pieza solo apta para carnívoros incondicionales, alguien que no sea demasiado amante de ella no creo que disfrutara… pero es mi opinión. Se sirve con cebolla tierna y salsa priorato, y, tal y como ellos mismos describen en su carta “asado por fuera y crudito por dentro”.
Un plato sublime, difícil de encontrar en las cartas de los restaurantes. Entiendo que seguramente es por su peculiaridad, por tener poca salida o por ser una delicatessen por la que pocos apuestan. No lo sé, pero es posible que por eso conserve su parte de su encanto y “caché”.
Llegamos a los postres. Existe la opción de pedir mini postres, unas raciones que no son excesivas con la medida exacta para no convertir el postre en un plato más. No es que nos importe, porque al final te lo acabas comiendo, pero es cierto que con menos en muchas ocasiones es suficiente para cerrar la comida, no “sumando” más de lo necesario. En su carta no faltan algunos clásicos, que fueron por los que nos decantamos: El tiramisú y el Brownie.
El tiramisú está hecho con chocolate blanco y ellos lo definen “a nuestra manera”. Un toque diferente que no llegaba a enmascarar la esencia de este postre. Cremoso y correcto, no excesivamente dulce pero si lo suficiente. El brownie era contundente, como debe ser y servido tibio, jugando y dándo protagonismo al chocolate en diferentes texturas, que es de lo que se trata. Dos postres correctos, aunque también debo decir que no me impresionaron tanto como el resto de la cena. Pero vamos, que los volvería a tomar seguro.
El vino que escogimos fue un Empordà, tinto de Finca Olivardots. Igual que en la comida, el vino mantuvo el nivel acompañando a la perfección todos los platos. Una cena que, siendo a la carta, tiene un precio muy justo para lo que comes. En este caso por céntimos no llegó a 200 Euros, pero pensad que hay dos platos de los que no hemos hablado, de nuestros acompañantes y alguna cerveza previa para amortiguar la sed, además de 21 Euros que son del vino. Contad una media de 50 Euros por persona pagados con mucho gusto. Además, con petit fours, un detalle que siempre es de agradecer.
Caldeni nos sirvió para confirmar que, por suerte, el prestigio de algunos restaurantes de los que todo el mundo habla es ganado a pulso. A que muchos de los cocineros jóvenes premiados en diferentes concursos, fórums y convocatorias varias realmente tienen talento y mucho. Recibir estos reconocimientos es bueno, pero quedarían posiblemente como algo anecdótico si el trabajo diario de cocinar, de gestionar un restaurante y de rodearse de buen equipo de sala y de buena materia prima no se hiciera bien. Es una fama ganada a pulso que hace de Caldeni uno de los restaurantes que queda grabado.