Revista Vino
Charles Dufour es un tipo joven, perdido en el límite del Aube, en Landreville. Parece que algunas de las cosas interesantes y recientes en Champagne suceden también en los extremos de la región, en el Vallé de la Marne (por el oeste) y en Côte de Bar (por el sur). Landreville está ahí, en el sur, y los viñedos de Charles (heredados de sus padres, apenas 5 Ha), están asentados en suelos arcillocalcáreos, con buena ventilación. Había probado su champán en dos ocasiones multitudinarias, he hablado con él una vez y me quedó la idea de que tenía que beber su vino con calma y concentración. Charles es un hombre tranquilo, que no llega a los 30 años, autodidacta, que entra en el viñedo de sus padres y se decide por la reconversión a la biodinámica con rapidez. Con ella está definiendo, además, sus propios parámetros como vigneron en la bodega. Aunque no lo parezca (las apariencias...), Charles tiene alma y sensibilidad de auténtico vigneron. Y de esto, en la Champagne, saben mucho. Alguien a seguir de cerca.
Este Blanc de Blancs no figura como "vintagé" en la etiqueta, pero es del 2006. Ha sido sulfitado en el prensado para el mosto (de SO2 total tiene 17 mg/L tan sólo), ha hecho la fermentación alcohólica de forma espontánea y sólo con las levaduras del viñedo. Ha completado la maloláctica en barricas a lo largo de diez meses de estancia en ellas, con sus lías (80% del vino). El 20% restante, lo ha hecho en acero inoxidable. Batônnage en las barricas. El degüelle es de 25 de octubre de 2010 y el vino lo tomé hace bien poco, casi dos años después del degüelle. Demasiado tiempo, en este caso. 12,5% para beber sobre los 10ºC, permitiendo que suba la temperatura para poder saborear bien las características del vino.
Los primeros aromas son de autolisis pronunciada. Manzana asada y crema catalana con algo de azúcar quemado (y es un brut nature en pureza, conste: no hay azúcar añadido ni licor de expedición) sobre un fondo de hojaldre. Acidez tremenda en boca. Me asombra que haya hecho la maloláctica, porque el ácido málico está muy vivo en este vino. El tapón de corcho se expandió poco y mal. Y los aromas de madera y de crianza se han desarrollado más de lo debido en la botella. Lo disfruto porque su burbuja y su tacto son frescos y atrevidos, casi salvajes, pero a ratos me suena a Colet-Navazos con cierta oxidación. Esto está muy bien en Jerez, claro, o en Selosse, porque es lo que buscan. Pero creo que Dufour quiere andar por otros caminos. Intuyo un vino base de chardonnay que está ahí, que despuntará. Pero la madera, el batônnage y un degüelle demasiado lejano del día en que bebí la botella enmascaran un poco el conjunto. El perfil seco, sin concesiones, es una de las virtudes del vino pero ha ido demasiado lejos en el desarrollo de aromas terciarios en la botella. Al cabo de 24 y de 36 horas, la oxigenación ha hecho su papel y el vino se muestra más amable. Asoma la fruta que lleva dentro (pera limonera) y un deje especiado, también por la autolisis, bonito: galleta de gengibre. La botella, por lo demás, me parece cara: 48€.