Revista Cine

Crítica de cine: El Perfecto Anfitrión

Publicado el 29 agosto 2011 por Lapalomitamecanica
Una de esas pequeñas curiosidades
Crítica de cine: El Perfecto Anfitrión
Nota: 6,5
Lo mejor: que seas un cazador de películas de culto.
Lo peor: los últimos 20 minutos enrarecen demasiado la función.
La suma: El Guateque + Funny Games = El Perfecto Anfitrión
A ver. Cuidado. Que la más que decente nota que encabeza esta crítica no significa que estemos ante una película que vaya a gustar a todo el mundo. Es más, serán pocos los que sientan indiferencia hacia El Perfecto Anfitrión y muchos los que la cataloguen de broma tramposa o de genialidad encubierta. Y seguramente todos tengan razón, pero esa huida deliberada de un género concreto y esa apariencia  totalmente festivalera ya limitan de por sí sus posibilidades alejándola de otros ejercicios similares que se han convertido en clásicos como La Soga de Hitchcock o La Cena de los Idiotas de Francis Veber. 
Para que nos entendamos, El Perfecto Anfitrión es una película rara de cojones que exige del espectador una mente abierta y muchas ganas de que jueguen con él. La trama nos presenta a John, un vulgar ladrón que acaba de robar un banco y que, ironicamente, es atracado en una gasolinera donde, para más inri, escucha en la radio que la policía le ha identificado. Desesperado, decide irrumpir en una casa haciéndose pasar por un amigo de la familia mientras espera que sus perseguidores le den por desaparecido. Pero resulta que Warwick (David Hyde Pierce), el anfitrión de la mansión, espera invitados, y la cena que se avecina promete ser peor que 7 años en San Quintin por robo con intimidación. A partir de este punto es casi imposible no desvelar nada de la trama de la cinta sin arruinar su magia, y creedme cuando os digo que si hay alguna película a la que merece la pena llegar completamente virgen es esta. Avisados estáis. 
Crítica de cine: El Perfecto Anfitrión
A pesar de que los primeros 15 minutos parecen incluso ambientarse dentro del universo de la serie Frasier que hizo mundialmente famoso a Hyde Pierce con el actor repitiendo su papel de pijo irritante, lo que acontece a continuación es un señor giro de guión que se puede intuir, pero que pillará por sorpresa a más de uno. El cazador se convierte en el cazado y la decepción del espectador tras comprobar lo poco que ha durado lo que parecía la premisa de la cinta (que el atracador no sea descubierto) deja paso a la curiosidad ante el nuevo panorama. 
El thriller pierde fuelle en el segundo acto y la comedia negra se apodera de la función, que incluso se permite un número musical totalmente delirante. Aunque a estas alturas ya nada de lo que haga Warwick puede sorprender a un espectador que lleva casi una hora asisitiendo a un retrato del personaje cargado de matices realmente perturbadores. Pero es en su final donde la película pierde esa fuerza que otorga lo incómodo y lo extraño ya que, precisamente, todo se vuelve demasiado raro. Forzado. Casi irreal.
Crítica de cine: El Perfecto Anfitrión
Ese último tercio innecesario es casi lo único negativo que se le puede achacar a El Perfecto Anfitrión, que ha supuesto un debut más que digno técnicamente para el cortometrajista Nick Tomnay.  Precisamente, la película parte de un corto suyo de 2003 titulado The Host, y esa necesidad de alargar el metraje hasta lo que exige un estreno cinematográfico es lo que impide que la historia quede todo lo redonda que debería. SPOILER ¿No hubiera sido mejor terminar la cinta cuando John gana la partida de ajedrez?, ¿Por qué Warwick no le pregunta nada a Taylor sobre el dinero si al final es capaz de arriesgar su carrera para conseguirlo? FIN SPOILER 
Pero más allá de la trama, que daría para horas de análisis y comentarios sobre sus cientos de detalles más o menos afortunados, la cinta también cuenta con el aliciente de la interpretación de Hyde Pierce, difícil de ver en la gran pantalla y con un registro tan arriesgado como lucido. El desconocido Clayne Crawford (Kevin en la última temporada de 24) también aporta sus buenas formas porque, de otra forma, sería imposible sostener un relato que basa sus giros y juegos en el contrapunto entre dos personajes que representan las dos formas predominantes de entender la naturaleza humana: aquella que lo califica como un lobo para su especie y la que apela a su bondad, aunque en ocasiones sea complicado distinguir quién representa a cuál.

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