Revista Cine

¿Dónde estaba Dios cuando la enfermedad de mi hermana?

Publicado el 05 febrero 2010 por Amendiz @alfonso_mendiz
Haití ha supuesto un auténtico volcán de inquietudes religiosas: “¿Dónde estaba Dios?”, se preguntan tantos periodistas que quizás se acuerdan poco de él en sus crónicas diarias. “¿Dónde estaba Dios?”, nos preguntamos horrorizados los hombres de a pie, que quizás no nos damos cuenta de que también está a nuestro lado en los momentos de felicidad.
En el último post reproducía una vez más esa pregunta (que otros plantearon también cuando el 11-S y en el 11-M) a propósito de la película “Tierras de penumbra”. En ese clip, C. S. Lewis la planteaba ante un atento auditorio y procuraba dar una respuesta satisfactoria. En un comentario al pie de ese artículo, José Ramón la formuba de nuevo, a propósito del fallecimiento de un amigo, y ese testimonio me ha animado a revivir el recuerdo de mi hermana Inés.
Os hablé de ella en un post del 4 de noviembre, con motivo de la publicación de mi libro: un cáncer fulminante se la llevó en menos de un año, a pesar de la quimio, de la radio y de todo nuestro deseo de mantenerla con vida. Se nos fue el 30 de junio, rodeada del cariño de su gran familia: el Opus Dei. Ella me repetía con frecuencia: “La Obra es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir”. Cuando iba a verla, me decía siempre: “Alfonso, tienes que terminar ese libro sobre Jesús”. Y fue tanta su ilusión por ver el libro acabado y tanto empeño puso en ayudarme, que a ella está dedicado el volumen, y a ella me encomiendo cada vez que tengo que presentarlo o hablar de él.
En estos días, al ver esa pregunta flotando en los periódicos y los programas de televisión (“¿Dónde estaba Dios?”), yo me lo he planteado también respecto a mi hermana. Y ya sé la respuesta: Dios estaba a su lado, acompañándole en el sufrimiento. Inés sabía esto, por eso ha llevado esta cruz tan dolorosa –fueron once meses de durísima prueba- con una serenidad que a todos nos deslumbraba. Nos transmitía paz, sosiego… incluso cariño. Nos transmitía esa visión sobrenatural, que le hacía ver a Dios donde los demás veíamos tragedia.
Nosotros hemos visto la tragedia de Haití. Si tuviéramos la visión que ella y tantas personas santas han tenido, veríamos a Dios en medio del dolor, y quizás no nos preguntaríamos: “¿Dónde estaba Él en ese momento? ¿Cómo puede Dios sacar algún bien de todo esto?”.
Yo puedo decir que la enfermedad de Inés ha sido un gran regalo para mi familia, porque Dios se ha aproximado a nosotros precisamente con esa enfermedad: algunos familiares volvieron a rezar o se acercaron a la vida religiosa. Yo mismo recé en esos once meses como nunca antes lo había hecho. A mí me ayudó y mucho esa agonía, que tanto me hizo sufrir. La sufrimos todos, pero -justo es reconocerlo- ese dolor nos purificó, nos santificó, nos hizo mejores.
Ciertamente, lo que nos purifica no es el dolor, sino el modo como llevamos el dolor. Inés lo llevó con alegría, olvidada de sí misma. Como Cristo en la Cruz. A otros, esa cruz le hubiera aplastado o amargado. A ella, la cruz le acercó aún más a Dios, y así nos consiguió muchas gracias desde el Cielo…
“¿Dónde estaba Dios durante su terrible enfermedad?”. Yo lo tengo muy claro: junto a ella, haciéndole feliz y haciéndonos felices en medio del sufrimiento.

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