Revista Cine
La megalomanía de Stanley Kubrick tiene su máxima expresión en su película más popular, aquella cuyo título daría cualquier persona como obra de Kubrick y no deja de ser curioso que el tiempo ha colocado en su sitio la fantasía con que el director neoyorquino adornó su excesiva grandilocuencia, su eterna búsqueda de notoriedad y clasicismo entendido en el sentido de convertirse en un clásico, en un referente urbi et orbe, porque hace tiempo que pasó el año 2001 y todavía nada de nada...
Como es lógico, la aspiración de Kubrick como director era deshacerse de elementos que entorpecieran su grandeza como estilista cinematográfico y para su obra más popular se afanó en construir muchas de las escenas sin diálogos, con lo que en un apuro este cinéfago criticón que se juega el tipo a conciencia acude a Kubrick para salir del paso con dos escenas sin diálogos con las que cumplir holgadamente la mini-sección.
El hecho de insertar dos escenas en una misma entradilla, con el gasto que eso supone (perder la ventaja de tener otra ya preparada) viene a cuento porque así como una la entiendo como bien estructurada y aprovechable desde la óptica del espectador que recibe una información visual interesante, la otra, en mi opinión, es una pérdida de tiempo de metraje lamentable y podría ser objeto de unos buenos cortes de moviola.
Esta es la primera, la más aprovechable, la que finaliza con una elipsis muy bien ideada y realizada (no digo que Kubrick no supiera hacer cine: digo que a partir de esta película su declive fue imparable, por su endiosamiento) que lleva al espectador a otro tiempo:
Escena provechosa
Y esta es la que sigue de inmediato, una pérdida de tiempo que me pareció desechable cuando vi la película de reestreno en el cine, a primeros de los setenta; estuve a punto de no entrar a ver la segunda parte, después del intermedio.
Escena desechable
Un día de estos agarro las tijeras y mejoro sensiblemente esa película inacabable, pesada y aburrida: uno tarda menos en leerse la novela que Bradbury hizo después de escribir el guión.
Y es más divertida, además.