Tras publicar el post, ¿Esto es Paleo? hace unos días, he querido añadir un pequeño post scriptum al artículo.
Mi interés va más allá de confirmar que los principios de la comida real son efectivos. A lo largo de estos años también he aprendido que no sólo se trata de lo que comas o dejes de comer, sino de saber el por qué. Se trata de escoger los alimentos más nutritivos y ampliar el horizonte de “qué haría nuestro antepasado el cavernícola” a “qué alimentos tienen más nutrientes y mayor antigüedad en la historia de la dieta del ser humano”. No es un dogma. Es conocimiento. Va sobre escoger los alimentos que tienen sentido para tu cuerpo, mente y espíritu. Va sobre el cruce entre la buena ciencia, la historia y el sentido común.
La forma en la que pensamos hoy en día acerca de la alimentación y la salud está completa y absolutamente equivocada. Nos han mentido una y otra vez, y a estas mentiras se les ha dado popularidad, propaganda, publicidad y se han inculcado a conciencia en nuestra sociedad.
Hemos perdido de vista lo que necesitamos de verdad para estar sanos y felices: comida real y densa a nivel nutricional. El tipo de comida que equilibra cuerpo y mente. Ese mismo tipo de comida que ha estado nutriendo al ser humano durante miles de años. No necesitamos más dogmas ni dietas. Necesitamos nutrición.
“Si quieres sentirte mejor, tienes que comer mejor.”
También necesitamos conocer la verdad para poder restregársela a esa cuñada que todas las mañanas desayuna All Bran con leche de soja, y que en la cena de Navidad nos dice que nos va a dar un infarto si comemos mantequilla en lugar de margarina. No os preocupéis, que no es así.
El mundo de la nutrición actual es un campo de minas de mentira sobre mentira, concienzudamente confeccionadas. Y si seguimos profundizando, encontraremos la evidencia de décadas de influencias de la industria, ciencia retorcida y despliegues publicitarios que nos han llevado por el camino de la frustración y de la confusión. Y esto no va a acabar hasta que destapemos la verdad.
Por supuesto que el hecho de afirmar que “nos han mentido” como justificación para un cambio tan radical en lo que comemos es como intentar desactivar una bomba de relojería con unas pinzas de viaje. Lo que de verdad necesitamos es información. Toda la información posible para aprender cómo carajo hemos llegado hasta aquí y por qué necesitamos cambios, y, a partir de ahí, armados con conocimiento y confianza en un nuevo estilo de vida, decidir cómo seguir adelante.
La historia detrás de la demonización del colesterol, las grasas saturadas y los productos animales es bastante impactante y carece de validez nutricional. Como veremos en posteriores artículos, durante los últimos sesenta años hemos sido conejillos de indias de un experimento nutricional, y no ha ido demasiado bien: estamos más confundidos y menos saludables que nunca.
Al final, después de darle mil vueltas a temas como qué comidas son Paleo o no, de qué se alimentaban los cavernícolas, cuándo se empezó a comer pan, si los neandertales sabían jugar al ajedrez o hacían sudokus no son más que distracciones. El verdadero propósito de este estilo de vida es conocer tu alimento y nutrición, conocer los orígenes de los mitos nutricionales modernos, y utilizar esa información para escoger los alimentos que nos ayudan y no nos hacen daño, los alimentos que no están producidos por compañías rentables, los alimentos que desde siempre han sido alimentos.
Cuando nos deshacemos de todo lo procesado, la rentabilidad de la industria, los dogmas dietéticos y la mala ciencia, lo único que nos queda es la comida real. Y cuando hablamos de comida real, estamos hablando de comida con una larga historia en la alimentación humana, la comida con la que nuestros antepasados se han alimentado durante miles de años, con buena salud y sin miedos.
No es difícil alimentarse con comida real y natural con una larga historia en la dieta del ser humano. ¿Pero desaprender todas las mentiras y chorradas que nos han enseñado? Eso es difícil.