Revista Cocina

Fotografía culinaria III: Equipo simple pero eficiente

Por Soniaif

Esta es “la tercera entrega” de una serie de posts dedicados a la fotografía culinaria. Como ya conté anteriormente, no pretendo dar lecciones a nadie, simplemente compartir lo aprendido en dos largos años de “vicio fotograferil”. Y sin más preámbulos...¡equipémonos!

Coulant de chocolate 2

Más de una vez me han preguntado qué tipo de cámara sería conveniente tener, o bien de qué equipo básico disponer. Cuando empecé a hacer fotografía gastronómica, al inicio del blog, contaba única y exclusivamente con una compacta digital, y mi antigua réflex más propia de un museo de antigüedades. Poco a poco, y sin grandes dispendios, me fui haciendo con un equipo muy simple, de aficionado, nada profesional, pero que, particularmente, me resulta eficiente. No quiero decir con esto que no me gustaría ir adquiriendo nuevos elementos con los que ampliar el equipo.

Equipo básico:

Cámara digital y objetivos:

Mi cámara es una Nikon D60. Tengo dos objetivos, uno de 18-55 mm y un teleobjetivo 70-300mm. Me gustan las tomas gastronómicas con el “tele”, lo que hace imprescindible el uso de un trípode. Es una cámara sin complicaciones, no es excesivamente cara, y se ajusta a lo que de momento necesito. De cualquier manera, señores de Canon, suspiraría por una Canon EOS 550D... ejem!!

Trípode:

En el caso de la fotografía culinaria, tan necesario su uso como el de la propia cámara. Las tomas interiores, aunque cerca de la luz natural, obligan a utilizarlo para asegurarnos que no queden “movidas”. La comida o el plato preparado no se va a mover, pero si la exposición es necesariamente un poco larga, nuestro pulso seguro que falla.

Vale la pena invertir en un buen trípode que soporte peso, y que sea muy estable. ¡¡No hay nada menos agradable que disparar y ver como “rebota” la cámara!

Reflectores:

No hay nada tan importante en fotografía como la luz. Me gustan las fotografías hechas con luz natural, suave y matizada. Los reflectores son esos artilugios que ayudan a disminuir las sombras duras y a eliminar aquellas que no lo son tanto, además de reflejar más luz, lo que nos ayudará a la hora de la toma. Existen reflectores de diferentes tamaños, tipos y colores.

En mi caso utilizo tecnología punta: un par de cartulinas blancas. Bien colocadas obran milagros.

Mini estudio

Caja de luz:

Una caja de luz es una especie de cubo, generalmente flexible, que permite que pase la luz, consiguiendo tamizar y hacer mucho más suave la luz que entra, ya sea natural o procedente de focos. Su uso, además de práctico, es muy recomendable. Con ella podemos crear una especie de mini-estudio, que nos dará muy buenos resultados. Podéis ampliar la información en este blog.

Mi relación con las cajas de luz ha sido turbulenta. En un primer momento construí una caja de luz casera, y al cabo de un tiempo la quemé, no intencionadamente, pero la quemé. Ahora dispongo de una “caja de luz” un tanto peculiar: una caseta para perros de Ikea. Tengo que reconocer que es demasiado profunda, pero hasta hacerme con una “de verdad” me arreglo con ella.

Caja de luz

Focos:

Existen de todos los tipos, tamaños y precios. No quiero mentir y decir que no me gustaría tener uno, o varios. En realidad es el próximo elemento que me gustaría añadir a mi equipo. De momento utilizo la luz natural.

Como aficionado, y para comenzar, creo que es más importante tener 3 o 4 elementos básicos y poner toda la atención en la composición y el uso de la luz. Pero es cierto, que en este, como en otros campos, existe una oferta tan amplia, y una voluntad tan débil, que el bolsillo puede vaciarse en menos de lo que se tarda en hacer “clic” con la cámara.

Próxima entrega: Pequeños trucos para que todo parezca mejor, y siga siendo comestible.

Anteriores posts de la serie fotografía culinaria:

Fotografía culinaria I: ¿Qué vamos a fotografiar?

Fotografía culinaria II: A vueltas con la composición

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