Un nuevo espacio barcelonés emplea la cocina como excusa para suscitar debates de índole artística y cultural
XAVI SANCHO - Barcelona - 17/11/2011
La moda se coló en los museos, el rock en las universidades y la gastronomía en todas partes. Con el fin de escenificar la ubicuidad vital y mediática del buen comer nació Meeatings23, un espacio en el barcelonés barrio de Gràcia en el que la gastronomía ejerce como eje a través del que se vertebran arte, aprendizaje y empresa. En un hasta hace pocas semanas desvencijado edificio de tres plantas se instala esta suerte de taller de ideas en el que los chefs trabajan con los pintores, los escultores dan clases magistrales durante un ágape y los estudiantes pueden aprender, tanto el arte del foie como el de la fotografía del jazz.
Y si solo se tiene hambre, por 100 euros se puede acudir a una cata de chuletones con maridaje a cargo del chef Toni Castaño y el sumiller Pau Prosper. "Las mejores ideas siempre surgen alrededor de una mesa. La comida y sus sobremesas son un ingrediente importante de nuestra cultura, a partir de la cual tratamos de organizar el grueso del proyecto. Nuestra intención es la de potenciar la gastronomía como disparador de nuevos conceptos, no solo dentro de su ámbito sino también en el de otras disciplinas artísticas", apunta Fabiola Díaz, directora y responsable del área de empresa, aquella que espera generar sinergias entre la vocación artística e innovadora del proyecto y la realidad comercial.
El proyecto ha arrancado con una muestra de pintura a cargo de Scrollster, dúo formado por Mike Swaney y Stephen Smith, que en la preinauguración fue maridada con un show cooking a cargo del chef Pablo Albuerne. "Es un ejemplo del tipo de asociaciones que aspiramos a desarrollar", interviene Íñigo Martínez, encargado del área de arte y antiguo responsable de la extinta Iguapop Gallery, de cuya cantera de creadores surge Swaney. "Ni los artistas ni el chef estaban familiarizados con el trabajo del otro. Se reunieron, discutieron y, al final, Pablo se sacó una serie de platos inspirados en la obra y la filosofía de Scrollster". El chef cocinó en directo para un grupo de invitados un queso de cabra con alfalfa que simulaba los colores y trazos recurrentes en el trabajo de los pintores, varias cremas con un pantone similar al de las obras expuestas e incluso una suerte de albóndiga recubierta de col y cocinada al horno envuelta en moldes de arcilla, cada uno con un grabado único. "Este evento fue por invitación y esperamos repetir la experiencia con asiduidad. Queremos que cada exposición tenga su anclaje gastronómico y así presentar el arte de una forma distinta a la de la tradicional inauguración", apunta Martínez, mientras Fabiola se apresura a recordar que "esto tampoco debe quedarse como un espacio privado en el que la gente más o menos del mundillo va a comer gratis". "Lo que queremos es alcanzar un equilibrio entre los eventos privados, en los que mostramos a gente que creemos que puede ser sensible a nuestras ideas lo que hemos desarrollado, y los actos abiertos al público, ya sean cursos, charlas o cenas. O todo a la vez".
(El País, 17 de noviembre de 2011)