Bill Plympton, animador independiente norteamericano, en la línea más alejada de Disney o Pixar que puedan imaginar, es más conocido por sus cortos que por sus largometrajes, aunque Idiots and Angels no es el primero de su prolífica carrera. Largo de animación exclusivamente para público adulto, la historia es la de un hombre egoísta, reprobable en cada una de sus actitudes, siempre abusivas, que se ve obligado a actuar de un modo más positivo cuando una buena mañana descubre unas incipientes alas en su espalda. En la web oficial le llaman Ángel, aunque la película es sin diálogos y en ningún momento se cita su nombre. La eterna disyunción entre el bien y el mal, encarnada esta vez por un personaje que en principio causará poca empatía en el espectador, un ser desagradable, malhumorado, que fuma constantemente y pasa la mayor parte de su tiempo sentado en la barra de un bar oscuro donde trata de forma violenta a cualquiera que se cruce en su camino. El personaje terrible, egoísta y repugnante, que cambia su papel de agresor a agredido cuando las alas crecen y cobran vida propia mientras es objeto de las burlas de los demás por su apariencia.
Visualmente está en sintonía con trabajos anteriores de Plympton, con su singular factura técnica a base de dibujos sencillos, semi-esbozados en tonos de color suaves que parece disolverse para reaparecer en la siguiente secuencia, esa continuidad en el trazo marca de la casa que ya mostraba en su trabajo más premiado (Your Face, Oscar mejor corto de animación en 1987), llena de personajes grotescos que se mueven en un entorno deprimido, urbano, decadente, mientras la falta de diálogo demuestra no ser un obstáculo para transmitir los aspectos más emocionales y la narrativa de la historia al espectador. Cartoon-noir bastante surrealista, con abundancia de humor negro, un tanto absurdo, que funciona a modo de parábola ácida y ahumada sobre la idiotez de la condición humana por muchas alas que se le pongan. Mensaje un tanto gris, pero expresado con grandes dosis de imaginación y mucha inteligencia.
Unos minutos del principio, para ir abriendo boca.