Revista Cine
Joan de Beauvoir de Havilland, más conocida como Joan Fontaine, falleció ayer mientras dormía en "Villa Fontana", su casa en Carmel (California).
Aunque sus padres eran británicos, tanto ella como su hermana mayor, la también grande Olivia de Havilland, nacieron en Tokyo (Japón). Su padre, Walter Augustus de Havilland, era un graduado de Cambridge que ejercía como profesor de inglés en la Universidad Imperial de la capital nipona. Posteriormente, pasó a ser abogado de patentes y, al parecer, usó los servicios de geishas de forma habitual. Su esposa, Lillian Ruse, se separó al conocer dichos detalles y, en 1919, se trasladó a Saratoga (California) con sus dos hijas.
Cuando tenía dieciseis años, Joan regresó a Tokyo para vivir con su padre graduándose en el American School in Japan en 1935. A su regreso a los Estados Unidos, su hermana ya era una estrella ascendente en el universo de Hollywood. La voluntad de su madre, que había sido una notable actriz de teatro en su juventud, siempre había sido la de lograr que sus dos hijas triunfaran en el mundo de la interpretación. Joan se mostró reacia en un principio pero el triunfo de su hermana, con la que siempre mantuvo una extraordinaria rivalidad, la motivó para iniciar su camino en los escenarios donde pronto fue conocida por el nombre de Joan Fontaine (el apellido era el que su madre había utilizado durante su carrera artística).
La RKO decidió contratarla haciéndola debutar en el film No More Ladies (1935), protagonizado por Joan Crawford y Robert Montgomery. Tras dos películas más en las que interpretó papeles de apoyo para el lucimiento de Katharine Hepburn, el estudio comprobó que tenía una estrella en ciernes y le ofreció su primer rol protagonista en The Man Who Found Himself (1937). Posteriormente, siguió interviniendo en una serie de films importantes: A Damsel in Distress (1937), junto a Fred Astaire, Gunga Din (1939), al lado de Cary Grant, y la multiestelar The Women (1939), de George Cukor, donde se reunió un reparto coral femenino de primerísima línea. Sin embargo, el éxito de algunas de estas producciones no fue el esperado y la RKO consideró que Fontaine no había impactado lo suficiente.
Concluido su contrato, Fontaine buscó nuevas posibilidades pero quiso el destino que la mejor oportunidad de su vida le llegara gracias a David O. Selznick, quien había producido la inmortal Lo que el Viento se Llevó (Gone with the Wind, 1939) en la que su "adorada" hermana había logrado ser nominada a los Oscar como actriz de reparto. Selznick buscaba repetir un gran éxito con la adaptación de la novela de Daphne du Maurier, Rebeca. Con los derechos asegurados, ya había contratado al director británico más prometedor del momento quien, por primera vez, iba a rodar en Hollywood. Se trataba de Alfred Hitchcock, al que algunos auguraban que su estancia en Los Angeles sería muy fugaz. Los agoreros del fracaso estaban incurriendo en un fallo épico.
Pero ¿quién interpretaría a la segunda esposa de Maxim de Winter?. Los agentes habían movilizado a todas sus representadas en un proceso similar al que se vivió con el casting de Scarlett O'Hara para Lo que el Viento se Llevó. Fontaine consiguió entrar en las audiciones después de coincidir en una cena con Selznick en la que hablaron de la fuerza que el texto de Du Maurier desprendía, para el cual se necesitaba a una actriz de apariencia frágil pero que fuera capaz de ir sobreponiéndose a la alargada sombra de su predecesora hasta lograr prevalecer.
Después de seis meses de pruebas, Fontaine acabó siendo la elegida desbancando a actrices como Loretta Young, Margaret Sullavan, Anne Baxter, e incluso Vivien Leigh. Hitchcock y Selznick vieron en ella la adecuada mezcla de inseguridad, tenacidad, y belleza que debía distinguir a su personaje. En honor a la verdad, hay que decir que esa inseguridad fue alimentada por su pareja en la ficción, Laurence Olivier, quien había tratado de imponer a su esposa, Vivien Leigh. Su trato cruel y despótico durante el rodaje influyó notablemente en Fontaine y Hitchcock lo consintió puesto que así pudo conseguir la reacción en pantalla que tanto le interesaba mostrar.
Rebeca fue un éxito crítico y comercial espectacular, obteniendo además 11 nominaciones para los Oscar (Fontaine fue nominada como mejor actriz) y alzándose con dos estatuillas, entre ellas la de mejor película de 1940. Con semejante éxito, Joan se convirtió en una de las estrellas femeninas de referencia y llegó a estar más solicitada que su propia hermana. En el marco de esta lucha titánica entre ellas, Fontaine se apuntó un gran tanto al conseguir ganar primero el Oscar por su interpretación en el siguiente clásico de Hitchcock: Suspicion (Sospecha, 1941). Además, tuvo la oportunidad de batirla en la propia categoría de mejor interpretación femenina puesto que Olivia estaba nominada por Si No Amaneciera (Hold Back the Dawn). Cuando Fontaine fue anunciada como ganadora y recorría el trayecto hacia el escenario, De Havilland trató de saludarla pero la primera rechazó ese acercamiento. Eso alimentó las columnas de cotilleos hollywoodienses durante largo tiempo. Se dice que Olivia se perjuró volver a superar a su hermana y así fue cuando obtuvo dos Oscar a finales de la década de los 40.
Sobre la enemistad entre estas dos hermanas se ha escrito mucho. Al parecer, durante la infancia, Olivia había sido la preferida de la madre. Y, bajo ese amparo, Joan recibía constantemente el tormento de su hermana mayor. En varias apariciones públicas se demostró la falta de aprecio que se tenían aunque se mantuvieron en contacto hasta 1975 cuando, tras morir la matriarca, ambas se enzarzaron en reproches sobre la presencia en el funeral. Nos movemos en el terreno de la especulación pero es evidente que hubo siempre un gran rencor entre ellas aunque han entrado en la historia por haber sido las dos únicas hermanas que han ganado el Oscar en toda la historia de los premios. Como testimonio de esta rivalidad sin cuartel vale la pena recordar una de las frases más célebres que pronunció Joan Fontaine al respecto:
"I married first, won the Oscar before Olivia did, and if I die first, she’ll undoubtedly be livid because I beat her to it!”
Fontaine se mantuvo en el estrellato a lo largo de toda la década de los 40 con títulos como La Ninfa Constante (The Constant Nymph, 1943), Jane Eyre (1943), Mis Cuatro Amores (The Affairs of Susan, 1945), Abismos (Ivy, 1947), El Vals del Emperador (The Emperor's Waltz, 1948), y por supuesto Carta de una Desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948), donde bajo la dirección de Max Ophüls y junto a Louis Jordan, brinda una de sus mejores interpretaciones.
El juicio por la custodia de su hija impidió que pudiera aceptar el papel de Karen Holmes en De Aquí a la Eternidad (From her to Eternity, 1953) siendo sustituida por Deborah Kerr. Sin embargo, en esa década, pudimos verla en títulos como Ivanhoe (1952), The Bigamist (1953), y Una Isla al Sol (Island in the Sun, 1957). Fueron los últimos coletazos de una carrera que se iba terminando por falta de ofertas pero que permitió que sus films clásicos fueran aún más mitificados y reverenciados por generaciones posteriores. Desde finales de los 60, realizó colaboraciones en series de televisión en las que, bajo el epígrafe Special Guest Star, siguió aportando prestigio a los proyectos. Su último trabajo televisivo data de 1994, momento tras el cual se retiró definitivamente.
Tras una larga y fructífera vida (también polémica, por qué no decirlo), una estrella nos deja. Pero su luz nos seguirá iluminando desde el firmamento.