Difícil, sin duda, es la tarea de representar un acercamiento a la posible verdad de un relato histórico, especialmente si se tiene como contrincantes a aquellos que dedicaron toda su existencia a ocultarla por siempre. Ocultarla y, en su lugar, promover la otra verdad, digna de tantas comillas que mejor valdría la pena llamarla "mentira" sin más rodeos.
El arte - el teatro dentro del cine, aquí - es accionado por un grupo de personas bastante particulares, no por poseer una condición excéntrica o una cualidad excepcional frente a sus pares; bien al contrario, particulares por su participación concreta y conciente en el mundo cotidiano: no aquél que encierra incuestionables verdades milenarias alojadas en las inalcanzables alturas de los cielos, sino el que se construye día a día con la sedimentación de la experiencia y el pensamiento en lo simple y lo complejo de la relación con la comunidad y en las distintas maneras de mejorarla.
Una metáfora de la salvación, un santo sepulcro del engaño: la misión de esta pequeña Compañía teatral que recorre a través de varios escenarios el relato que se describe en la Biblia - en una lectura opuesta a la eclesiástica y tradicional - acerca de la llegada de Jesucristo a la Tierra para salvar a la humanidad. No aquí a la humanidad de antaño sino a la sociedad actual, cansada ya de la presión y la represión física y espiritual heredada a través de los siglos, y dispuesta a una apertura de conciencia que un Jesús de carne y hueso, casi como un incensurable vecino de Montreal, podrá promover transmitiendo sus enseñanzas terrenales y comunitarias.
Excelente.
Título original: Jésus de Montréal (1989)
Dirección y guión: Denys Arcand
Elenco: Lothaire Bluteau, Catherine Wilkening, Rémy Girard, entre otros.