Revista Arte

La comedia musical

Por Peterpank @castguer

La comedia musical

Empecemos por decir lo inevitable: Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen, con Gene Kelly es una obra maestra. Pero nada se puede comparar con los números coreográficos de Busby Berkeley. No importa que sus mejores películas estén filmadas en blanco y negro en la década de 1930. Por favor, si no los recuerdan o no los han visto, precipítense a YouTube y miren los diez minutos de “By the Waterfall”, de Footlight Parade (Desfile de candilejas).

Un hombre sueña con una cascada poblada de chicas hermosas, con los ojos, los dientes y sonrisas que respiran salud y tentación. Después la acción se traslada a una enorme piscina. En el medio hay un círculo de nadadoras con gorras de baño blancas, que levantan y bajan sus piernas en el agua tomadas con una cámara desde lo alto a 90º. El efecto visual es geométrico, el de un calidoscopio (una constante en la imaginería de Bekerley) pero también podría ser una extraña y atrayente flor cuyos pétalos, con sus movimientos parecen reclamar que algo colme el vacío negro y vertiginoso en el centro del círculo. En otro segmento, del mismo número, las nadadoras, siempre en tomas de 90º, se disponen en filas paralelas y verticales, pero lentamente se desplazan como si recorrieran senderos por momentos horizontales  y por momentos curvos, hasta adquirir la forma de dos serpientes gemelas y simétricas que se alzan sobre ellas mismas como hechizadas por la melodía incitante de una flauta marroquí. Uno tiene la impresión de que no sólo son serpientes, también podrían ser microorganismos observados en un laboratorio. Por último, las dos serpientes permanecen inmóviles y uno descubre que las figuras son iguales a la de esos maravillosos  broches de diamantes, diseño de Cartier,Van  Cleef o del duque Fulco di Verdura que se arrebataban en la década de 1930 la millonaria Mona Harrison Williams von Bismarck, Linda Porter (la esposa de Cole) y la duquesa de Windsor. Hay pocas secuencias que rindan un homenaje tan perturbador y feliz a la sexualidad y al erotismo femeninos.

En 1944, Berkeley creó una coreografía parecida para Esther Wiliams en Escuela de sirenas. Por supuesto, hay una piscina hiperbólica. Esther asciende entre las llamas que nacen de las aguas. Sube y sube entre el fuego. Uno piensa que va a encontrarse con Júpiter o con Neptuno. Pero arriba no hay nadie. Abajo, la espera el habitual calidoscopio compuesto por piernas de muchachas que se agitan hacia un lado y otro circundadas por un incendio. Por último, Esther se arroja a la hoguera como una Juana de Arco acuática y cae en el centro del agujero negro llameante…

Rosario Rodríguez


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