Así como algún que otro sonido mundano se cuela en nuestras vidas, así suelen hacerlo miles de palabras que tal vez pasan desapercibidas y en las que no nos detenemos demasiado para reflexionar si realmente deberían estar allí. Y si bien no es recomendable generalizar, las palabras a las que nos referimos son tan comunes y tan cotidianas que en pocas ocasiones se suele analizar su uso. Pero no es mi intención ahondar en la gramática o la literatura, ya que no soy experta en el tema, sino más bien detenerme y reflexionar acerca de cómo la ciencia o sus conocimientos, que inexorablemente están en nuestras vidas, muchas veces son interpretados o transmitidos incorrectamente.
Nadie lo percibe
Don Quijote.Créditos: Alfonso diaz SXC
Probablemente varios de nosotros hemos oído hablar, o estudiamos mientras estuvimos en el colegio, acerca de temas como el Imperio Romano, la Segunda Guerra Mundial, Beethoven o Don Quijote, por citar ejemplos. Temas que son parte de lo que suele llamarse “cultura general”. Y si vemos en internet, en la prensa escrita o en la televisión frases erróneas como: “La novena sinfonía de Mozart” o “el Imperio Romano tuvo su esplendor en la edad Moderna”, por citar algunos ejemplos, probablemente algo nos haría ruido en nuestro interior. Algo nos parecería extraño, quizás sin saber por qué. Y no tardaría en aparecer el reclamo o comentario de algún ciudadano que ante la intriga ha consultado una enciclopedia o, más rápido, ha hecho una simple búsqueda en la web y… ¡zas!: se ha percatado finalmente del error.
Sin embargo, las frases erróneas sobre conceptos científicos o aspectos relacionados a la ciencia, no suelen generar demasiado impacto, es más, suelen pasar desapercibidas y prevalecer sin que la mayoría de los ciudadanos se inmuten. ¿Será que el lenguaje se ha vuelto liviano, poco riguroso? ¿Será que desconocer de ciencia es una carencia que nadie ha notado o a nadie le parece importante para incorporar dentro de su “cultura general”?
De los múltiples ejemplos que podría citar respecto a esas palabras “en discordia” que se entrometen en las frases, he elegido hablar de dos. Acá les cuento.
¿Matar virus o revivirlos?
La primera definición que cita la Real Academia Española (RAE) respecto al verbo matar es “quitar la vida”, por ende, cuando se emplea el mismo en una oración se interpreta que hacemos referencia a algo que tuvo vida en algún momento. Y la inversa podría aplicarse para “revivir”. La pregunta es: ¿tiene lugar emplearlo con los virus?
A pesar de que la comunidad científica aún está en dudas respecto a varias cuestiones relacionadas con los virus, desde hace ya varios años éstos no son considerados seres vivos, ya que no cumplen con algunas características que los seres vivos sí poseen. Se dice que están en el límite; una pequeña bisagra entre lo vivo y lo NO vivo. Pero… ¿Por qué? ¿Cómo se define la “vida”?
Aunque todos tenemos un concepto intuitivo de lo que es la vida, en realidad es muy difícil definirla. Es por eso que la comunidad científica establece que para que algo pueda considerarse un “ser vivo” debe cumplir con un conjunto de características. En general, estas características son ocho, y entre las más destacadas podemos mencionar: tener una estructura compleja y organizada, ser capaces de metabolizar, de crecer y de reproducirse. De toda esta lista, los virus son incapaces de metabolizar y no pueden reproducirse en ausencia de otro organismo. Entonces, si no están vivos, no podrán ni morir ni revivir, cierto ¿no? Ahora bien, lo de “matar” virus es algo que podemos ver muy comúnmente en nuestro día a día. Publicidades de agentes desinfectantes emplean este recurso o expresión, incluso alegando índices de su potencialidad letal: “El agente XXX mata el 99,9% de los virus…” Y lo mismo cuando solemos escuchar informes epidemiológicos en los medios de comunicación respecto a la incidencia de cierto virus agente causal de tal o cual enfermedad.Lo llamativo del caso es que es que la utilización de estos vocablos en referencia a los virus, que desde mi punto de vista es incorrecto, también ha hecho mella en revistas científicas prestigiosas como Nature y en su blog pueden leerse títulos como este: “Giant virus resurrected from 30000 year old ice”, cuya traducción podría ser algo como “Un virus fue gigante resucitado a partir de hielo de 30000 años de antigüedad”…
¿Creer en tal o cual hallazgo o teoría?
Volviendo a la RAE como punto de referencia sobre el uso de nuestra lengua, según la misma creer es “tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”, concepto aplicable fundamentalmente para cuestiones religiosas.
Ahora bien, pensemos en los conocimientos que llamamos de tipo “científico”, como por ejemplo que “las plantas realizan fotosíntesis”. Esta afirmación puede ser perfectamente comprobada mediante experimentación y no solo es aplicable para un tipo de plantas, sino para todas las que conocemos. Esto se debe a que el conocimiento científico no es dogmático, sino que se obtiene de aplicar ciertos pasos, agrupados dentro de los que se conoce como “Método científico” y que permiten validar al conocimiento obtenido. Los científicos no aceptan la información simplemente porque alguien dice que es verdad. Ellos evalúan la evidencia de apoyo y encuentran explicaciones alternativas. Por lo que hablar de “creer” en tal o cual teoría científica podría sonar a oxímoron ¿no?
A pesar de esto es usual de escuchar o leer frases del tipo “creer en teorías”, y hay una de ellas en particular que es blanco común de este tipo de análisis: la teoría de la evolución. Expresiones como “¿crees en la teoría de la evolución?” se repiten infinidad de veces en artículos de todo tipo haciéndolo, incluso, a modo de encuesta (La Gran Época, 20minutos.com)Lo llamativo del hecho es que esta situación no solo alcanza al público en general, sino que ha calado hondo en los editores y redactores de noticias científicas que emplean infinidad de veces expresiones del tipo “los científicos creen…” . Aquí algunos casos de artículos de prensa: MuyInteresante, ABC, BBC, Los Andes.
Los ejemplos sobran…
Existen muchas otras palabras que desde mi punto de vista están “en discordia” dentro de los contextos científico, yo me he ocupado solamente de dos. Sin embargo, los invito a buscarlas, a ser críticos con los textos y las expresiones, y a analizar más allá de eso que resulta de “uso común”.
Las causas de este uso “liviano” de las palabras probablemente estén más allá del alcance de estas líneas, sin embargo, dejaré planteado el siguiente interrogante: ¿Será por desconocimiento, reflejo de un analfabetismo científico quizás inconsciente?