Pues aquí está otra vez, septiembre llega inevitablemente y además, no llega solo. Este mes va de la mano de la vuelta al trabajo, el inicio del curso escolar y es el punto de partida de varios propósitos que nos hemos planteado para empezar con buen pie este nuevo curso. Uno de los propósitos que sería bueno contemplar sería el de llevar una vida saludable y cuidarnos. Esto, a pesar de parecer lo más lógico del mundo, o quizás precisamente por ello, a menudo se nos olvida.
Si preguntamos a la población sobre sus prioridades en la vida, la gran mayoría situaría la salud en primer o segundo lugar, por delante del trabajo o el amor. Parece, pues, que tenemos claro que disponer de una buena salud es imprescindible para poder disfrutar plenamente de la vida. La siguiente pregunta que nos podemos formular sería: “Y pues, si tan importante es tu salud, ¿qué cosas haces para cuidarla?” Y es aquí donde muchas personas quedamos paradas. Por un lado, somos conscientes de que la salud es básica para poder llevar un día a día satisfactorio, pero si nos paramos a analizar cómo nos cuidamos para que la salud no se vea resentida, aquí ya no estamos tan seguros.
El día a día nos exige un ritmo de actividad muy elevado, con un montón de tareas a realizar en 24 horas, que muchas veces se nos quedan cortas. Esta vorágine nos obliga a priorizar para poder ser el máximo de eficientes posible, lo que hace que lo que no es urgente quede en la recámara para atender más adelante. Precisamente esto es lo que nos puede pasar con el cuidado de nuestra salud.
Los seres humanos estamos programados para responder rápidamente ante el peligro. Reaccionar en la carretera ante un imprevisto o huir cuando nos sentimos amenazados por una persona que nos puede agredir serían respuestas casi automáticas de supervivencia, aquellas que provienen de la parte más primitiva de nuestra especie. Del mismo modo, entregar un proyecto a tiempo o atender el máximo de clientes posibles en una jornada son conductas que nos permiten rendir en nuestro trabajo y mantener una estabilidad económica. Estos últimos ejemplos, aunque no implican un riesgo real de vida o muerte, sí están relacionados con lo que podríamos llamar la supervivencia cotidiana, la que nos permite tener cubiertas las necesidades básicas, tanto económicas como sociales y personales.
Con la salud nos pasa que a veces, hasta que no vemos las orejas al lobo no nos ponemos en marcha. No es hasta que nos empieza a doler la espalda, o tenemos problemas para ir al baño, o nos cansamos más de la cuenta, que no nos ponemos en guardia y empezamos a buscar soluciones para mejorar esto que nos está molestando. Es en este punto en el que recae el error. Si nosotros tomamos conciencia de que la salud es una carrera de fondo, y que si nos cuidamos día a día podremos evitar sentirnos mal en el futuro, el cuidado de nuestra salud se convertirá en una prioridad.
Y pues, ¿cómo podemos empezar a dar prioridad a la salud en nuestro día a día? Por un lado, podemos empezar a revisar qué es lo que ya estamos haciendo para cuidarnos. Pensemos en tres pilares básicos: la alimentación, el cuerpo y nosotros mismos. A partir de aquí, analicemos qué es lo que ya hacemos bien para atender estas tres áreas y qué hábitos podríamos añadir en nuestras rutinas que nos ayudaran a reforzar estos pilares. Dar un espacio primordial a la alimentación en nuestra jornada es necesario para poder sentirnos bien y tener energía suficiente para afrontar las exigencias externas. Comer delante del ordenador, saltarnos comidas por falta de tiempo o picar cualquier cosa mientras vamos de un lugar a otro son conductas que, si se repiten a menudo, seguro que nos pasarán factura a largo plazo.
Por otra parte, encontrar un hueco en nuestra apretada agenda para hacer actividad física o buscar ratos para dedicarnos a nosotros mismos como por ejemplo ir a pasear, leer un libro o disfrutar de un baño relajante pueden constituir el mejor momento para recargar pilas, desconectar y reducir el estrés de la jornada.
Así pues, si realmente la salud es tan importante para nosotros, también es importante que seamos coherentes con esta afirmación y nos pongamos manos a la obra para darle el peso que se merece en nuestro día a día. Y qué mejor mes para ponernos en marcha que septiembre, mes por excelencia de inicios, retos y cambios. No olvidemos, pues, que dar prioridad a la salud es la mejor herramienta que tenemos al alcance para disfrutar de una mejor calidad de vida durante muchos años.