Revista Cultura y Ocio

Los rebeldes de Crow, de Javier Márquez Sánchez

Por Eltiramilla

Los rebeldes de Crow, de Javier Márquez SánchezLa casualidad y una afición muy de moda, allanar edificios abandonados con el único y cívico propósito de descubrir su historia, van a lograr que tres jóvenes de unas veinte primaveras corran la aventura más surrealista de su vida. Ellos son Sara, la guapa y alternativa, Álex, el gracioso del grupo, y Ray, el más templado. ¿Quién se llevará a la chica? Todo empezará en un viejo balneario, con un cadáver, y seguirá después en una realidad que es como la de la Alicia de Lewis Carroll, un auténtico espejo, aunque en este caso perverso y muy poco ideal, un lugar que no es lo que parece y en el que aguardan con sed de venganza los rebeldes del magnífico Crow.

La novela arranca de forma correcta y curiosa, con un prólogo de José Carlos Somoza donde se presenta una metáfora literalmente monstruosa. Y enseguida llega la verdadera historia, la protagonista de mis líneas, la que me ha visto pasar las páginas convertida en una ansiosa y me ha hecho soltar una serie de tacos desencantados; como veis, un poco de todo. Sin embargo, en la balanza pesa un poco más el platillo negativo, aunque si en futuras incursiones literarias el autor lima algunos fallos, tal vez sea el platillo positivo el que más destaque. Empecemos por uno de los puntos básicos que ha de tener un buen libro: calidad en la narración, un cierto estilo narrativo. Márquez Sánchez tiene poco de esto, no juega con las palabras ni escribe de forma bella (entendida la belleza de mil maneras), pero es que su baza es otra: el grafismo, contar rápido su historia convirtiendo las letras en escenas. No hay momento en esta obra que no pueda transformarse en imágenes, y precisamente este tono peliculero, azuzado por un ritmo imparable y un conflicto dramático muy de cinta de acción de Serie B, es la baza de la obra. Pero ahora llegan ellas, las contra-bazas. Los personajes necesitan más trabajo sobre la superficie y menos tópicos en personalidad y comportamientos, la parte amorosa requeriría dar menos vergüenza ajena porque ya no se lleva que todo Quisqui se enamore de todo Cristo en un roce de dedos o una primera mirada (ahora los lectores pedimos un poco más de pimienta, de realidad), la historia la han contado tantos libros y películas que pierde siempre el efecto sorpresa, y a los diálogos les hacen falta más matices y un poco de seriedad, porque hablar como entre colegas está muy bien para la vida real, pero la literaria pide un poco más de poesía y mejor humor. Cuánta cosa en el platillo malo, y eso que todavía no he tirado piedras a quien haya corregido el texto, a veces rematadamente incorrecto; pero supongo que eso no es del todo culpa del autor. Y ahora vamos a quedarnos con lo poquito bueno que hemos puesto en el otro platillo: una acción tan de película que a pesar de los pesares te mantiene pegada a las páginas con Super Glue y un puzle de personajes que, aunque planos y tipos, sacan alguna sonrisilla (incluido el malo, tan malo). Añado más peso al platillo guay, la idea de incursionar en edificios abandonados, tan original y bien ambientada… aunque Márquez Sánchez muy pronto le depare a la historia una trama mayor que termina relegando esa moda callejera al olvido, una pena. Eso sí, el sabor a suspense del que hace gala la lectura se mantiene de principio a fin, sin duda otro de sus pilares.

Los rebeldes de Crow, de Javier Márquez Sánchez
Los rebeldes de Crow, que juega a esto de las distopías (los nuevos vampiros de la LIJ), es una de esas obritas sencillas que aspiran a entretener mucho al lector y ya está. Me habría encantado encontrar más chicha en la trama y los personajes, algo más de profundidad compleja y menos de “esto ya me lo han contado antes”, pero como digo, más o menos cumple con su función. Sólo pediría dos cosas, una a la editorial Hidra y otra a Javier, por orden: mejor corrección, gracias, es lo suyo; y hablar de amor sólo si se sabe cómo hacerlo, si no es mejor gastar esa tinta en más giros dramáticos y mayor espectáculo. Un último apunte, sobre las referencias del mundo del cine: hay que ser un buen cinéfilo para entenderlas todas, y dado que yo no lo soy, tengo la sensación de haberme perdido varias bromas.


Volver a la Portada de Logo Paperblog