Revista Cocina

McDonald

Por Alejandropumarino

McDonald

Un movimiento popular intenta jubilar a uno de los payasos más famosos del mundo, por su relación con las enfermedades cardiovasculares que adquieren los adultos consumidores en su infancia y adolescencia, de comida basura, incitados por las empresas del ramo, de las que Ronald McDonald es un icono.

Resulta indudable que las hamburguesas, patatas fritas y Coca Cola, no son el menú ideal para conservar unas arterias coronarias limpias de polvo y paja, pero no se puede, ni debe, responsabilizar a las empresas del ramo, de vender o promocionar productos para los que están legalmente autorizadas. Tal vez se deba buscar la causa del aumento en la diabetes tipo dos o en las vasculopatías, en la falta de ejercicio, o en la hiperprotección a la que se somete a los muchachos, unida a una mal entendida tolerancia. Cuando éramos niños, corríamos por las aceras, parques, jardines y vías públicas de polígonos pendientes de urbanización. Cuando había medios, económicos me refiero, terminábamos con las chucherías del quiosco; merendábamos pan con mantequilla y azúcar; llegábamos a casa con la boca ensuciada por la onza de chocolate que habíamos compartido con algún compañero de clase despistado. Si un alumno era reprendido por su profesor, en casa se le castigaba por su mal comportamiento; el trato con las autoridades escolares era de respeto y obediencia, nunca de igual a igual, y todos tratábamos de obtener las mejores calificaciones, siendo frecuente ver llorar con el cuadernillo de notas, a más de un compañero.

Actualmente la igualdad mal entendida yerra al equiparar a profesores y alumnos, el respeto se ha perdido, las calificaciones no le importan a nadie, los alumnos reprendidos cuentan con el apoyo de sus padres para enfrentarse el profesor, y se les prohíbe correr por las aceras, sustituyendo el escondite o el “pío campo” por las vídeoconsolas; los suspensos y la falta de respeto se premian con fiestas de compañeros en las que consumen hamburguesas porque resulta más fácil llevar a los chiquillos donde les gusta y dan menos guerra que educarlos gastronómicamente, lo que no deja de ser otra forma de cultura. Después nos escandalizamos y echamos al culpa a Ronald McDonald, y pedimos la jubilación del payaso por incitar a una vida poco saludable. Lo malo es que a educación es la que no goza de buena salud y eso sí es verdaderamente peligroso para las generaciones venideras.


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