Revista Cine

Microrrelato: "Ella voló"

Publicado el 09 mayo 2021 por Cinedania @cinedania

 Alargó el brazo sin mirar. Nada. Lo hizo un poco más, la cama era amplia y era fácil perderse entre sus sábanas. Nada. Se empezó a preocupar, normalmente siempre era capaz de llegar a su mano o su muslo. Ese día no lo consiguió. Decidió girarse, era todo muy extraño. Quizás se había levantado temprano, a veces lo hacía. No aguantaba mucho en la cama y enseguida se ponía a trabajar el cuerpo. El ejercicio físico le hacía sentirse mejor.

Así que él también se levantó. Se puso sus zapatillas de andar por casa y se dirigió al salón. Nada. Ni rastro. “Habrá decidido sacar al perro”, pensó. Aprovechó para sentarse un poco en el sofá y desayunar. Leer las noticias en el móvil le gustaba, le hacía sentirse informado. Algunos le llamaban cultureta, pero eso a él le daba igual.


Levantó un poco la vista del móvil y revisó el espacio en el que se encontraba. No era amplio, más bien menudo, pero con encanto. Transmitía la sensación de hogar, un lugar en el que sentirte seguro lejos de todas las amenazas que día a día se encontraba ahí fuera. Y él estaba cómodo allí.
Terminó el desayuno y fregó el plato y los cubiertos que había utilizado. Todo tenía que quedar tal y como ella lo había dejado. Aprovechó para mirar por la ventana, hacía buen día. Un sol precioso iluminaba un campo virgen apenas maltratado por la mano del hombre. Se respiraba campo, eso le hacía sentir sano.
Volvió al salón. Nada. Encendió la tele aunque no estaba muy pendiente de lo que ponían. Miró el reloj, no era tarde. Decidió que era buen día para darle una sorpresa, su cumple había sido hace poco y solo lo habían celebrado con un soplo a una triste vela. Sin regalos, sin nada. Escribió una nota, ese día se dijo que le escribiría algo bonito, algo especial. Se puso a ello con la ilusión de un niño, con la sonrisa de quien imagina la cara que pondrá cuando lo lea.
Rompió varias veces el papel, era difícil plasmarlo. Más de lo que imaginaba. Pero su ánimo no decaía, lo intentaba una y otra vez. Cuando leía algo que le gustaba, la sonrisa regresaba a su rostro. Se sentía bien. Incluso creía que ese despertar extraño era una marca del destino, un aviso para que ese día no fuera otro día cualquiera.
Ya habían pasado varias horas, estaba todo preparado. Y de repente se acordó, de repente lo supo. Ese día jamás existió, ese día es el que siempre se reprochó que no existiera. Ya era tarde. Ella voló porque las palomas, aunque hermosas, vuelan rápido y cuando abandonan el nido ya no regresan.
La paloma estuvo y a él solo le queda un papel escrito con lo que pudo ser y no fue.
Daniel Díaz

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