Hay películas que suelo ver de vez en cuando. Aproximadamente un par de veces al año. No tienen porqué ser lo que se denominan peliculones ni mucho menos, o mejor dicho, se hayan catalogado por la crítica general con ese adjetivo.
Entre ellas tendría que colocar una película que dirigió Tom Holland en la década de los 80 y que tuvo una secuela, una buena secuela me atrevería a decir, aunque muchos la encuentren como un refrito de la primera. Una pena que no la hayan editado en dvd todavía.
No se si habréis visto la película a la que dedico este post, pero espero que os pique la curiosidad e intenteis conseguirla (editada en dvd hace un tiempo), porque merece la pena, en serio.
Hablo de… “NOCHE DE MIEDO“.
El tema de los vampiros se ha tocado, se toca y se tocará de mil formas. Desde que el cine era mudo, llegó el sonoro, el color y posiblemente acabémoslo viendo en tres dimensiones, cruzad los dedos y llevaros clinex para limpiar la sangre que os salpicará en ese momento. De ahí que las diferentes formas de ver un vampiro sean variadas. En “Noche de Miedo” se dan la mano dos géneros, el terror y la comedia. Sobre todo de la mano de Roddy MacDowall, el cual hace un trabajo excelente en esta película.
La historia es bien sencilla. ¿Qué pasaría si tu vecino, tu nuevo vecino, que vive frente a tu casa fuese un vampiro? Con ayudante humano por supuesto. Pues nuestro protagonista adolescente, Charlie Brewster, intentaría convencer a su novia, amigo y supuesto experto en esas lindes (McDowall) de que una orgía de sangre se está perpetrando a pocos metros de su domicilio. Y no, no tiene intención de parar así como así.
Tanto el maquillaje, espléndido, como algunas escenas, llegan a unos niveles inmejorables. Demostrando que Holland (director tambien de “Muñeco Diabólico”) sabía manejar a la perfección una buena historia de terror. Quizás haya algun momento, sobre todo al final, que no tenga mucho sentido. Un villano que en un momento dado duda por algo que ha visto (lo noté en un reciente visionado), teniendo todo el poder a su disposición, puede crearte una sensación un poco extraña. Es como cuando ves a una de las protagonistas que está siendo acosada por el psicópata de turno y no acaba de rematarle teniéndolo en el suelo. ¡Remátalo carajo! ¡Si se va a volver a levantar en cuanto te des la vuelta!. Pero esos nimios detalles no hacen que la obra sufra en exceso, quizás sea un atisbo de lo que se podía ver en esa década (y en posteriores ya puestos).
Tampoco se echa en falta el encanto del vampiro, ése que hace que la fémina de turno acabe siendo su amante. La escena de la discoteca, donde la novia del protagonista y el chupasangre (interpretado por Chris Sarandon) bailan sensualmente, no tiene desperdicio. Así como el climax final y la transformación de uno de los allegados de Brewster. La película llegó a tener la suficiente repercusión como para tener una secuela, la cual derrochaba más humor (sobre todo por parte de los vampiros y los esclavos humanos) y el rol de salvador recaía en la nueva novia del protagonista. Eso sí, McDowall seguía en el casting y su presencia se hacía imprescindible.
La sangre, la bendita y omnipresente sangre, tampoco es que empape al espectador como en otras producciones del género. Es más el misterio, ése en el cual no sabes por donde va a ir la película, cómo hará el protagonista para salvarse del embrollo en el que se ha metido. Y es que la atmósfera que tiene la película hace que la veas y sientas casi lo mismo que nuestro héroe por accidente. Mención aparte merece la escena en la cual Peter Vincent -el cazavampiros- (McDowall) acaba enfrentándose a la realidad, sabiendo que esos monstruos de ficción a los cuales hacía frente en la pequeña pantalla, sí existen en el mundo real. Y es que nuestro vampiro sigue teniendo respeto por las cruces y los espejos no son precisamente santo de su devoción.
En resumen, habiendo pasado más de dos décadas “Noche de Miedo” todavía mantiene la frescura que tenía el año que se estrenó. Eso sí, el futuro deparó que el vampiro adquiriese tintes burlescos, con una tez pálida y unos abdominales que para sí los habría querido Chuck Norris (que sí los tenía que conste) en sus buenos tiempos. Pero eso es otra historia.
Fdo: Snake