Desde 2005, un grupo de conocedores y amantes de los tesoros enológicos de Jerez, Sanlúcar, El Puerto y Montilla, empiezan a rescatar algunas de estas joyas y embotellarlas en series limitadas. Con la visita a una vieja bodega sanluqueña y el embotellado de un amontillado viejo que llevaba más de 20 años sin comercializar, empieza la andadura del Equipo Navazos. Desde entonces, vienen seleccionando botas de vino de particular complejidad y finura, y embotellando series muy limitadas para unos pocos apasionados. Desde 2007, comerciantes de vinos de reconocido prestigio como Ramón Coalla, Quim Vila o Alberto Fernández, ponen a disposición el público una pequeña cantidad de botellas de cada edición.
Estamos acostumbrados a probar de la mano de Navazos ejemplos soberbios de generosos andaluces, como La Bota de Manzanilla "Navazos", La Bota de Manzanilla Pasada "1/15" o La Bota de Manzanilla Pasada "Bota Punta". Esta vez, nos sorprenden a todos con el lanzamiento de un vino distinto, que manteniendo la personalidad de los generosos andaluces que tanto admiran en Navazos, nos da una nueva perspectiva de una uva conocida por todos gracias a los maravillosos dulces que produce.
La uva Pedro Ximénez forma, junto con moscatel y palomino fino, el trío de castas históricas andaluzas. Asentada desde hace siglos como variedad predominante en los viñedos de Montilla-Moriles, su versatilidad permite elaborar vinos de carácter muy variado. Cuando se vendimia en el momento de alcanzar los 11,5-12,5% de alcohol, el equilibrio entre aromas primarios, acidez, alcohol y estructura mineral resulta óptimo.
Es en este punto cuando se vendimian las uvas para elaborar OVNI 2011 (DO Montilla-Moriles, blanco seco 100% Pedro Ximénez, Bodega Pérez Barquero). Su gestación incluye fermentación natural, con levaduras locales, y un breve asentamiento durante unos meses en tinajas de cemento con la protección de un ligero velo de flor. El resultado es un vino amarillo dorado pálido con algún reflejo ambarino muy tenue. A copa parada, fruta de hueso, y notas dulzonas que juraría que me recordaron al dátil; tras agitar y evolucionar en copa aparece, fruta blanca muy madura, como empezando a fermentar, y algo de jazmín. En boca es un vino muy seco, que de entrada evoca sutilmente a un fino, fresco, de buena acidez, frutal, amargoso, mínimamente glicérico, con un final levemente salino y muy agradable.
Un vino distinto, interesante y muy placentero, que si bien se deja beber solo pero que muy bien, le enfrentamos a unas gulas al ajillo con gambas y unos lomos de bacalao gratinados con mayonesa de eneldo, y se entendieron maravillosamente. Para probar y repetir sin duda.