Todo parece indicar que la última película de Christopher Nolan va a depararnos un verano repleto de opiniones sobre la misma, cosa que se agradece desde estas páginas tan adecuadas para todo tipo de debates.
Un ejemplo de ello es el hecho de que este blog va a recoger diversas reseñas sobre el citado film, entre las que encontraréis próximamente la de mi compañero Zach que ya nos ha proporcionado alguna que otra pincelada durante estos días.
No negaré que he acudido al cine con elevadas expectativas sobre Origen (Inception) teniendo en cuenta que la filmografía de Nolan siempre me ha resultado, cuando menos, interesante y con un nivel cinematográfico que se encuentra muy por encima de muchas de las infumables producciones comerciales que llegan a nuestras salas.
Justo es reconocer, además, que el director británico se ha currado esta superproducción intentando dotarla no sólo de unos impresionantes efectos especiales, sino de un guión con cierta enjundia: una combinación prácticamente ausente en el vacuo cine veraniego. Sin embargo, creo que el resultado final de este experimento no es todo lo redondo que cabría esperar.
Voy a dejar de lado las posibles interpretaciones que puede suscitar el mundo de los sueños (¿o del subsconciente? ¿o de los dos?) retratado a través de la historia, más que nada porque desde el minuto uno he tenido claro que iba a dejarme arrastrar por el universo onírico creado por Nolan sin cuestionarme las incongruencias (que las hay) que pudiera observar en un guión que, a priori, esperaba mucho más “ilógico”.
Y es que no he podido evitar sentirme profundamente decepcionada al asistir a esos sueños tan “lógicos” y reales creados por Cobb y sus acólitos y he echado de menos las sugerentes, verosímiles y asombrosas imágenes oníricas que han recreado, entre otros muchos, David Lynch, Luis Buñuel o Alfred Hitchcock .
Tampoco me ha convencido un guión (parcialmente deudor de otros muchos y endeble en ocasiones) que da la impresión de haber sido escrito con la intención de ser profundo y denso cuando en realidad es muy poco el esfuerzo que debe realizar el espectador para entender el argumento porque Nolan se empeña (equivocadamente) en repetir hasta la saciedad de qué va eso de “origen”. El problema es que de tanto reiterarlo la película se alarga hasta unos excesivos 148 minutos que, hacia el final, se convierten en una sucesión de interminables y soporíferas escenas de acción que poco aportan a la historia y que anteceden un giro final tan tramposo como predecible.
El impresionante reparto con el que cuenta Nolan se haya integrado por Leonardo DiCaprio, Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Cillian Murphy y Ken Watanabe y se complementa con las breves apariciones de Michael Caine, Pete Postlethwaite, Lukas Haas y un irreconocible Tom Berenger, pero tamaña reunión de talento (no al mismo nivel en todos los intérpretes enumerados) no acaba de despegar lastrado por una historia que no permite encariñarse con los personajes, conectar con sus culpas o sus errores y produciendo, en definitiva, el efecto contrario como ocurre con la empalagosa (por repetitiva) relación entre Cobb y Mal.
Innegable es la fuerza visual que desprenden muchas de las imágenes que jalonan Origen (nefasta traducción del título original), pero el impacto que pueden producir en nuestras retinas (y en nuestros oídos debido a la envolvente partitura de Hans Zimmer) se ve minimizado cuando las escenas más sorprendentes nos han sido ya destripadas en los distintos tráilers con los que se ha publicitado la cinta. Es verdaderamente lamentable que la voracidad recaudatoria haya cercenado uno de los mayores logros de esta película y no es la primera vez (ni será la última) que esto ocurra.
Durante las horas posteriores a su visionado, me he preguntado si ésta hubiera provocado el mismo desbordante entusiasmo si su director no hubiera sido el responsable de dos incuestionables taquillazos como Batman Begins y, sobre todo, El caballero oscuro. Eso nunca lo sabremos. Lo que sí tengo claro es que Christopher Nolan es capaz de mucho más (véanse las dos anteriores y eso sin olvidar Memento, Insomnio o El truco final: el prestigio) y que Origen (Inception) no es más que un pequeño paréntesis, de breve recuerdo en la memoria, que dará paso a algo mejor.
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