Ponemos las cuatro perdices en una sartén con aceite a fuego medio, dándoles vueltas para que se doren por igual. Las reservamos en una cazuela de barro.

En el mismo aceite, rehogamos a fuego lento la cebolla picada, los ajos y la zanahoria cortada en rodajas con las hojas de laurel.
Vertemos el sofrito encima de las perdices y añadimos el vinagre, el vino, los granos de pimienta y el tomillo.
Añadimos agua hasta que las cubra. Les ponemos un poco de sal y las dejamos cocer tapadas a fuego lento durante una hora, dándoles la vuelta de vez en cuando.
Las partimos por la mitad, las colocamos en una fuente y vertemos sobre ellas la salsa pasada por un colador fino. Están más buenas si se comen al día siguiente.