Revista Vino
Quien sabe beber, sabe vivir es la frase de cabecera de una campaña institucional que defiende el consumo moderado del vino. Que defiende el consumo sensible del vino. Que defiende el consumo del vino apegado a las tradiciones de las recetas de cada tierra. Que defiende, en pocas palabras, que hay un vino para cada ocasión, para cada tradición, para cada hora del día, para cada sensación, tengas la edad que tengas y te encuentres donde te encuentres. Es sencillo: busca esa sensación, ese vino, esa receta y encontrarás cómo ser un poco más feliz.
Quién se iba a negar a participar, de forma altruista, en una campaña de este tipo...yo podía haberlo hecho, pero por vergüenza. ¿A quién se le ocurre proponerle al Gómez, que es cualquier cosa menos famoso o mediático, que se una a personas de la importancia y capacidad tractora de Josep "Pitu" Roca, de Julia Otero, de Amaya Arzuaga, de Santiago Dexeus, de Manel Fuentes, de Adoni Aduritz, de Pastora Vega, de Juan Echanove, de Quique Dacosta, de Paco Pérez, de Olga Viza, de Eneko Atxa, de Francis Paniego, de Roberto Verino, de Quim Vila, de Meritxell Falgueras, de Nerea Garmendia, de Javier Gurruchaga, de José Martínez y etc., para promover la idea que contaba hace un momento?
Por supuesto, sólo se le puede ocurrir a un amigo. En mi caso, estas cosas te llegan por amistad y la persona que lidera en Barcelona la empresa que crea la campaña (Grey) y, claro, el libro (que he enlazado al principio del post y que podéis bajar y leer de forma gratuita), es amigo mío. Así de sencillo se explica. Y de vez en cuando, con gran regocijo por mi parte (que miro todo esto como si estuviera en primera fila de un teatro), me llama para apuntarme a "saraos" como éste. Hay que difundir la idea, hay que hacer que cale, hay que procurar que llegue a todo el mundo: en nuestra tierra, en nuestro clima, el aliado natural para una mejor comida es el vino. No hay más. "Una comida sin una copa de vino es como un día sin sol", escribió Alberto en su osteria romana hace más cincuenta años. Quien sabe vivir, sabe beber.
Postscriptum. Por cierto, más de uno lo ha preguntado, por qué las papas arrugás con mojo picón...Por dos razones: porque me gustan mucho y porque Canarias se ha convertido en la tierra de adopción de mi hijo pequeño y es como si fuera la mía también. Un pequeño homenaje. Y me negaría a mí mismo si no terminara recomendando aquí los vinos, con nombre y apellidos, que me tomaría, ahora mismo, con unas papás arrugás. Entiendo que en el libro no tocara, pero aquí, ¡sí! Me las tomaría con un Hoya del Navío 2011, 100% negramoll, con un empuje aromático enorme. Guarda todavía algo del CO2 de la fermentación y tiene un punto de rusticidad y frescura que recuerda el cabernet franc del Loire. O con uno de esos vinos de cepas centenarias de cordón trenzado de Suertes del Marqués, El Ciruelo (listán negro), por ejemplo, un vino que parece surgido de la noche de los tiempos. Fragante, ligero, intenso, delicioso. Con estos dos y unas buenas papas me iba yo al otro lado del espejo.