«No deseo ver más westerns. Éste es el final, el auténtico final de un oficio. Es mortal […]. El film de Leone se muestra completamente despreocupado hacia sí mismo. Todo lo que muestra al espectador indiferente es el lujo que permitió su realización: los movimientos de cámara más complicados, el más sofisticado uso de la grúa y de los giros de cámara, decorados fantásticamente diseñados, actores increíblemente buenos, una gigantesca construcción de una vía férrea con todos sus accesorios, hecho con el único propósito de que en una escena una calesa la cruce. Sí, y Monument Valley, EL AUTÉNTICO MONUMENT VALLEY, no una réplica de cartón piedra hueca por detrás, no, el valle auténtico, el de NORTEAMÉRICA, donde John Ford rodó sus westerns. Es en este punto del film, cuando el espectador indiferente puede sentir quizá reverencia, cuando yo me sentí, al ver el film por segunda vez, muy triste: me sentí como un turista en un western, cuando ves por primera vez el lívido rostro de Henry Fonda; cuando Henry Fonda dispara finalmente contra el niño; entonces resulta claro por qué Woody Strode y Jack Elam están sólo allí en la secuencia de los créditos. Su muerte es la de un género y la de un sueño. Ambos americanos».
Fragmento de la crítica de Wim Wenders a la película Hasta que llegó su hora (C’era una volta il West, Sergio Leone, 1968) en la revista «Filmkritik», noviembre de 1969.
