Estas pequeñas delicias las descubrí por casualidad durante las vacaciones de este verano en Londres, en uno de los estantes de la cadena de supermercados Tesco a los que acudíamos cada día al atardecer después de haber acabado nuestra excursión de turno por la gran City y alrededores.
He podido constatar como es vox populi en toda la Red, la carestía tan elevada que impera a doquier en toda la ciudad y en todos los aspectos. El día que fui a cambiar los euros a libras, ya me puso cara rara el empleado del banco en cuanto le pregunté por el tipo de cambio que me aplicarían con las libras que me trajese a mi regreso, ¡hay que ser iluso! Como consejo personal y si no vais sobrado de "taco" hay que llevar al dedillo la contabilidad de vuestra estancia, porque las libras se van de vuestro bolsillo con la misma facilidad que desaparecieron los fondos destinados a impartir los cursos para desempleados en Andalucía, ahí es ná.
Lo que si he echado en falta y que es nexo común con el resto de países visitados hasta ahora, a excepción de Holanda, es la falta de empatía para poder ser entendido: o hablas inglés o hablas inglés. Es que macho, ni por señas y aunque nuestro nivel del idioma no es nulo y llevamos a nuestros hijos a clases desde toda la vida, si no te quieren entender ya puedes haber nacido en el hall del 10 de Downing Street que ni por esas. Pero como tampoco quiero generalizar y buena gente hay en todas partes, de todo se sale más o menos. Eso sí, la ciudad es digna de visitar al menos una vez en la vida. Sin enumerar para no ser pesado, los monumentos, museos, galerías, etc que todos podéis encontrar de sobra por la web, a cada paso que das por Londres te puedes quedar boquiabierto del encanto de aquella iglesia, de lo florido y acogedor de las fachadas de los pubs, del deambular de gente de cientos de países que allí se dan cabida, cada uno guardando su idiosincracia, de los bellos jardines que resuman siglos de historia y en los que tomarse una taza de té es algo obligado para sentirse inmerso y protagonista de alguna serie de la BBC.
Para no alargarme demasiado, solo quiero mencionar que cumplimos a rajatabla el planing que mi mujer se hizo antes del viaje (otra perfecta recomendación para aprovechar el tiempo al máximo) y que nuestra llegada al hotel era como si hubiéramos corrido la marathón.
Lo que si quiero contaros a riesgo de vuestra jartura, fue la odisea de nuestro regreso hacia España. El transporte hacia el aeropuerto de Stansted que teníamos contratado desde Sevilla, resultó no ser el que figuraba en la agencia encargada de llevarnos al aeropuerto. Como sabéis, Londres tiene varios aeropuertos y esta gente quería llevarnos a Gatwick que está en la otra punta más o menos. Así que sin más se desentendieron y nos dejaron tirados en la puerta del hotel con las maletas preparadas. A eso que vemos a un taxista con su típico London black cab que se había parado a tirar la basura y le decimos(su cara era para verla) que nos lleve al aeropuerto ante su insistencia de que era un long, long trip. La salida de Londres fue normal, con tráfico denso pero normal. La odisea comenzó cuando nos incorporamos a la autovía. Trafíco lento, casi parado, nosotros con 100£ en el bolsillo que es lo que nos había sobrado de las vacaciones y que ilusos de nosotros pensamos cambiar a euros a nuestro regreso. El taxímetro marcaba como endiablado. Resumiendo para no alargarme y después de algunos driblings sorprendentes por parte de un taxista que conduce tal modelo de vehículo, llegamos a nuestro aeropuerto a falta de 45 minutos para despegar nuestro avión, después de 3 HORAS metidos los 4 en el taxi y con una factura a pagar de más de 350£, totalmente, INOLVIDABLE.
Y acabo elogiando la fantástica red de metro de esta ciudad que ya quisiera Sevilla tener al menos un 1% de la misma, y no solo me refiero al trazado, número de líneas, etc, sino al fantástico billete combinado que puedes usar alternativamente en cualquier medio de transporte de la urbe.
Voy sin más dilación con la receta de los famosos Cherry Bakewell o los bien horneados de cereza.
Indagando a nuestro regreso a España he sabido que en el Reino Unido son muy conocidas gracias a la marca "Mr. Kipling" que allí las comercializa y son muy apreciadas para acompañar el té.
Tal como las ví en el envase llamaron mi atención con ese glaseado tan blanquito y al leer en los ingredientes que contenían una capa de cerezas y un gran sabor a almendras no pude resistirme y caí en la tentación de comprar un paquete que nos supo a bien poco una vez que las comimos en el hotel, tanto fue así que volvimos a repetir en más de una ocasión y me propuse investigar hasta dar con una receta que se pareciera a las originales. No ha sido fácil y después de visitar varios blogs ingleses me he decidido por la receta que os dejo a continuación y que sin pretensión alguna puedo deciros que por los comentarios de todos los que los han probado, superan a los originales que degustamos en Londres.
Están peligrosamente deliciosas, la mezcla de la masa quebrada casera con un exquisito sabor a vainilla junto al relleno amazapanado de almendras y la capa de mermelada de picotas, ¡¡ummm!! irresistibles.
Estoy contento de haber conseguido este pequeño logro y ahora que cada vez se acerca más el frío, saborear una de estas pequeñas Cherry Bakewellacompañando una infusión o un café, se convierten en un momento delicioso que se puede mejorar aún más si vemos la lluvia por la ventana; casi casi momento british.
Paso 1. Masa quebrada
225 gr de harina175 gr de mantequilla sin sal1 yema de huevo2 cucharadas de azúcar avainillado3 cucharadas soperas de leche
Mezclar la mantequilla a temperatura ambiente con la harina hasta conseguir una consistencia grumosa.
Añadir la yema, el azúcar y mezclar.
Incorporar la leche. En función del tipo de harina podremos necesitar más o menos leche, así que debemos añadirla cucharada a cucharada hasta conseguir una masa consistente y no demasiado pegagosa.
Envolver la masa en film plástico y llevarla al frigorífico durante 1 hora aproximadamente.
Paso 2. Relleno de almendras100 gr de mantequilla sin sal100 gr de azúcar2 huevos50 gr de almendras molidas1 cucharadita de esencia de almendra Guindas en aguardiente (opcional)
Batir la mantequilla y el azúcar hasta que blanqueen y esté esponjoso.
Añadir un huevo y después incorporamos la mitad de las almendras molidas, después el otro huevo y la otra mitad de almendras molidas y seguimos batiendo hasta que toda la mezcla este homogénea. Por último añadimos la harina y la esencia de almendra, y nuestra mezcla ya esta preparada. Dejamos reposar en frío.
Paso 3. Relleno de los moldesPrecalentamos el horno a 200ºC.
Enmantecar los moldes y rociarlos con pan rallado, retirando el exceso de éste.
Sacamos la masa del frigorífico. Separamos porciones de masa de aproximadamente 2 cm de diámetro y forramos los moldes siguiendo la forma de los mismos.
Añadimos una cucharada de mermelada de cerezas en la base de los moldes forrados. Sacamos el relleno de almendras del frigorífico y rellenamos los moldes dejándolo un pelín por debajo del borde.
Si optáis por rellenar con trozos de guindas en aguardiente, pondremos éstas deshuesadas y cortadas finamente sobre la confitura de cerezas.
Hornear durante 20 minutos a 180ºC.
El relleno sube bastante dentro del horno al tener una consistencia poco densa, sin desbordarse de los moldes. Al enfriarse, se viene abajo.
Paso 4. DecoraciónUna vez horneadas las tartaletas, las dejamos enfriar completamente antes de desmoldar ya que la masa quebrada es muy frágil y se desmenuza recién sacada del horno, una vez se enfría se vuelve mas firme.
Y ya solo nos queda decorarlas con un glaseado preparado de la siguiente manera:
Mezclar 175 gr de azúcar glas con 2 cucharadas de agua y 1/2 cucharadita de esencia de almendras, una vez frías las tartaletas, añadir un poco por encima y antes de que se seque, decorar con media cereza en almíbar.
El glaseado debe quedar bien espeso para, una vez seco, quede crujiente.
Si os parece una receta muy laboriosa, siempre podeis comprar la masa quebrada ya elaborada, y en ese caso solo tenéis que preparar el relleno, montar la tartaleta y hornear.