Si es tu primera visita, me gustaría darte la bienvenida que te mereces.
No es, ni mucho menos, la primera vez que hablo de seguir una vida de temporada, es decir, estacional, sincronizada con nuestro ritmo circadiano natural. Si aún no lo has hecho, para hacerte una idea general de lo mucho que influye el ciclo circadiano en nuestra vida, puedes leer este artículo y todos los enlaces que encontrarás en él -sí, esta vez tienes para un buen rato, pero vale mucho la pena.
Es por ello que no voy a profundizar mucho más en el tema y lo único que compartiré hoy son estos cinco aspectos básicos que debes tener en cuenta para vivir en sincronía con el ciclo circadiano y fluir en tu naturaleza, la mejor garantía de alcanzar y mantener unos niveles óptimos de salud y bienestar:
1. La comida
Cada estación te ofrece la posibilidad de comer más o menos cantidad, variedad y tipo de comida. Respeta las “normas dietéticas” estacionales naturales y sigue una dieta que incluya mayoritariamente alimentos que podrías encontrar en plena naturaleza justo en el momento del año en el que te encuentres. Si la naturaleza te ofrece X o Y en un momento preciso, será por algo. Si no te lo ofrece -comer fuera de temporada-, también será por algo -seguramente porque no lo necesitas, por muchas vitaminas y minerales que tenga cierto alimento.
2. El sueño
Cada estación, gracias a las diferencias de la duración del día y la noche, te invita a dormir y a permanecer despierto más o menos tiempo. Una vez más, respétalo. Sí, puede ser que tus responsabilidades no cambien mucho y te “obliguen” a seguir el mismo horario durante todo el año, pero sabes que siempre tienes elección -tú eres el primer responsable de tu vida. Y no, no es verdad que siempre tengas que rendir al máximo y que irte a dormir a las 21 y levantarte a las 7:30 -horario de invierno- sea una pérdida de tiempo. Seguramente no hacerlo sí te hará perder el tiempo, tanto en tu esperanza de vida, acortándola, como en el tiempo que vas a pasar en el médico, el fisio, la farmacia o el psicólogo por no dormir como naturalmente debes.
3. El ejercicio físico
Cada estación te predispone a estar más o menos activo, físicamente hablando. No es ningún disparate plantearse la posibilidad de disminuir notablemente la práctica de ejercicio físico durante el invierno e incrementarlo durante el verano. De hecho, lo más probable es que, si escuchas tu cuerpo, en verano te apetezca moverte mucho más que invierno, cuando el día que más te viene en gana salir a corretear, saltar y jugar es precisamente ese día excepcional de enero en que parece que se haya adelantado la primavera. No es una casualidad. Claro está, en invierno perderás algo de masa muscular y forma física… ¿Y qué? ¿Cuál es el problema? Como en todo lo demás, en mucho más de lo que te imaginas, la forma física es algo cíclico, algo imposible de mantener constante, y ni mucho menos en contínua progresión.
4. El sexo
Sí, el sexo, al cual estamos también más predispuestos en verano que en invierno, por lo que no tienes que sentirte culpable si durante el invierno tu libido se ve algo disminuida. De hecho, en verano secretamos más hormonas sexuales que en invierno -otra vez la luz solar haciendo de las suyas, entre otras cosas- y, curiosamente, si una hembra humana se queda embarazada en verano lo más probable es que dé a luz nueves meses después, en primavera, el renacer de la naturaleza, el apaciguamiento del clima, el momento del año en que paulatinamente habrá más disponibilidad de alimento.
5. El estado emocional
Tus emociones también fluctúan y se ven influenciadas por las estaciones, el clima y la duración del día y la noche, así que no te preocupes si en invierno estás más apagado que en verano. Es natural. Lo que no es natural es esa creencia que tenemos de deber estar siempre al 100%, de tratar un estado de ánimo bajo puntual como algo enfermizo, de pensar que todo el año, cada día, debemos rebosar de alegría -aquí es importante diferenciar alegría de felicidad; uno puede tener un día muy triste y continuar siendo feliz. Acepta tus emociones, sean cuales sean, y comprende que éstas también se ven afectadas por los factores que dependen del ciclo circadiano.
Cuando todo afecta a todo
Insisto, todo afecta a todo, una de las afirmaciones que más repito. Cuando observas la naturaleza desde la globalidad, comprendes la existencia y el funcionamiento de estos ciclos vitales, la maravilla de este engranaje que es la vida, y ves que estos aspectos básicos, así como otros que no he mencionado, están íntimamente relacionados entre sí, son interdependientes, se alimentan los unos a los otros.
Ahora mismo, a finales de invierno, ante una mayoría de días fríos, grises y lluviosos, siendo los días cortos y las noches largas, es natural y normal que no tengas muchas ganas de nada, que te dé algo de pereza moverte, que no te apetezca el sexo a diario, que no tengas mucho apetito y que a las 19 ya te esté entrando el sueño. Abraza al invierno y compréndelo como un momento de recogimiento, de frenado, de reflexión, de descanso, de ralentazación.
Muy pronto llegará la primavera, y después el verano, y con ellos el crecimiento, la abundancia, el color, el sol, el calor, la activación, las ganas, el movimiento,…
Disfruta de la vida cíclica, porque son esas fluctuaciones, esos ciclos los que sostienen el equilibrio natural.
Disfruta de la vida de temporada.
Disfruta de una vida natural, saludable.
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