Revista Cocina

Cachitos

Por Sentir @menjasa1

Parece que es una costumbre que se está perdiendo, pero tiene su encanto. Las barras de los bares están ahí, casi siempre, para asistir a los camareros o para esperar a los que llegan con retraso cuando hemos quedado en grupo. Pero las barras son también un lugar donde sentarse a cenar, con menor intimidad pero mayor perspectiva; con más cercanía al servicio y donde otear la velada con otro punto de vista, prestando atención al movimiento en cocina y facilitando, incluso, temas de conversación originales con los que distraer la velada.

Cuando las reservas del Cahitos Diagonal están copadas, se abre la veda para situarse en un acristalado palco culinario al fondo del local, rodeados de mesas, donde observar sin ser vistos. Puede ser una sugerente manera de cenar con la pareja, casi fingiendo ser desconocidos, antes de dejarse llevar por la suave música del local; preludio del esmerado repaso a la carta de tapas, arroces o montaditos de pan de cristal. Sobre nuestras cabezas, penden las verdes matas que decoran el techo de un restaurante que parece aún más diáfano gracias al reflejo de los espejos que alternan con las sinuosas formas de forjado sobre ladrillo visto barnizado en blanco, los cuadros de toreros ribeteados y los simétricos cubículos de madera que custodian una colección de coloridas botellas sin etiqueta que brillan retroiluminadas por blancos destellos indirectos.

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La barra es casi como un verdoso burladero donde nos protegemos del entorno y desde el que observamos de cerca los oficios del bartender, fiel conocedor de la extensa carta de combinados que preparan en este local. Las copas de Moët & Chandon recorren la sala a toda velocidad para acompañar como es debido al steak tartar de solomillo, el foie minicuit con mermelada de higos o las gambas de Palamós; prolegómeno de la paella o del bogavante gallego con pimientos.

Pese a esta variada carta, la estrella del lugar son las ostras Gillardeau, consideradas por muchos como las mejores del mundo desde que hace más de cien años empezaron a cultivarse en la factoría familiar de Île d’Oléron, en el oeste de Francia, cerca de La Rochelle. La barra es, de nuevo, la protagonista. Proliferan por la ciudad las oyster bar, donde el espumoso y el hielo picado acompañan estos carnosos y grandes moluscos bivalvos, conocidos por sus supuestas propiedades afrodisíacas. En realidad, las ostras son un marisco rico en ácidos omega-3, zinc, hierro y ceramidas que resulta tremendamente saludable si se consume con moderación.

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Los postres son cada vez más importantes en el orden de preferencias de los foodies, por lo que se hace difícil acertar con una única recomendación. En los últimos tiempos, algunos restaurantes ponen en valor y re-visitan un sencillo y tradicional pan con chocolate, aceite y sal; aquí se sirve en forma de montadito como fiel compañero de un sofisticado café irlandés. Los más golosos prefieren probar varias propuestas y disfrutan con el combinado de bomba de chocolate, tarta de queso, torrija y fresas con mascarpone.

Con el último turno de cenas empiezan a servirse los cócteles y combinados, algunos reinventados como su particular sangría aunque la mayoría son clásicos como el Pisco sour, el Cosmopolitan, el Sex on the beach o un sencillo pero efectivo Dry Martini. Muchos noctámbulos visitan Cachitos como punto de partida antes de pasarse por otras barras, las de los locales nocturnos de Tusset, Aribau o Muntaner.

Ficha técnica:

Restaurante: Cachitos diagonal
Tipo de cocina: Cocina española, oyster bar y coctelería
Dirección: Av. Diagonal, 508 (Barcelona)
Precio medio: 30 €
Web: http://www.cachitosdiagonal.com/
Reservas: 932 52 73 81

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Nuba: http://www.nubabcn.com
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