Detrás de la Plaça de Sant Jaume, concretamente detrás de L’Ajuntament de Barcelona está El Pla. Allí, casi escondido, casi un secreto… pero debe ser un secreto a voces porque de lunes a viernes, desde las 19 horas hasta su hora de cierre, está lleno.

El local se llena rápido y aún asi sigue entrando gente preguntando por mesa, si no para ese momento, para averiguar si es posible en un segundo turno, o eso intuyo. Las paredes exhiben fotografías y en una de ellas, algo más alta, se proyectan imágenes discretas, poco estridentes que no permiten que distraerte a no ser que tú así lo elijas.

Tenemos un muy buen comienzo con una sidra de peras salvajes, muy aromática de Bordelet. El mismo Damien nos explica que el bodeguero no cultiva la fruta, solo la selecciona para hacer esta extraordinaria sidra que nos sirven para empezar la cena junto con un aperitivo de puerro poulé con cebolla confitada.




Un carpaccio de rábano potente de sabor seguramente por efecto de su salmuera con una presentación exquisita que equilibra y combina muy bien con una salsa de piñones también muy gustosa. Muy sorprendente por ser el primero y porque no sabíamos lo que iba a seguir, se supone que los menús van in crescendo.
Cambiamos de vino y nos sirven un Albariño con Chardonnay del Penedés. Comentaros que de los vinos no tengo ni los nombres ni fotos de todos ya que iban sirviendo copas y solo en alguna ocasión pedí que me dejaran hacer fotografía.
Seguimos con otro plato con rábano.





Otro de los vinos que pudimos degustar durante la cena fue un vino natural frances, l’Originel. Para amantes de los vinos naturales, aquellos que son conscientes de la constante evolución de estos vinos, encontrareis diferentes opciones para elegir en su extensa carta de vinos. Aunque su oferta es bastante dinámica, siempre encontraremos vinos catalanes y de otros orígenes. En su mayoría no demasiado conocidos, sin que falten los clásicos.

Seguimos con un guiño asiático: dumpling de colinabo con salsa cantonesa.




Pudimos acompañar los platos con un Mencía y un vino de Alsacia con fermentación pelicular, una técnica que se aplica en algunos vinos blancos que sobre todo influye en los aromas.


Huevo de corral a baja temperatura sobre una lecho de setas y caldo de jamón ibérico. En este plato introducimos algo más que verdura, pero con el mismo trato exquisito que hasta ahora han recibido las raíces. El huevo en su punto y el caldo de jamón sustancioso. Tremendo.


Y por último, junto acompañado de un Villard 2014 Cavernet Suvignon de Chile, un Salmón con guisantes del Maresme e hinojo. El colofón, la última ambrosía de un menú extraordinario, en su mayoría de raíces, de verduras a las que, si no lo hubiera comprobado por mi misma, me hubiera resultado difícil de creer que pudiera sacárseles tanto jugo.

El capricho final acompañado de un Muscat de Málaga fue un Bizcocho de aceite de oliva, cremoso de albahaca, frambuesa, avellana, yogur y crumble de cacao, un cuadro abstracto, una paleta de colores y sabores elegantes y ligeros para saciar nuestra gana de dulce.
El Pla, con su oferta gastronómica, me recordó a la cocina nórdica. El protagonismo de las raíces, de las verduras, de los salazones y encurtidos me llevan a climas fríos alejados del mediterráneo. No tengo duda de que el origen de su joven Chef, Adrew Smith llena de personalidad esta cocina: Irlanda. Una herencia que se aprecia en los ingredientes.

Su técnica, su ambiente y su trato está a la altura de cualquier restaurante premiado y muy por encima de muchos más escuchados. Al día siguiente aún reflexionaba sobre la experiencia de la noche anterior y las palabras que me vinieron a la cabeza mientras que la recordaba fueron “he salido de allí gratamente descolocada”. Hay que visitar El Pla. Sin excusas. Estoy segura de que me lo agradecereis.