De una manera sutil y silenciosa el caos comenzó a entrar difuminado con incertidumbre, confusión, preocupación e incluso miedo de saber que la sombra de la muerte paseaba por ahí esperando su momento.Toda esta situación comenzó a tocar el desconcierto, continuando en el umbral del corazón y la razón, y así revolviendo todo mi ser, a penas me doy cuenta que la voz del entendimiento me dice -"que solo la vida es incierta" no sabemos en que instante se puede perder. Y abriendo esa ventana de la verdadera realidad miramos que la vida se disfruta en cada instante que da los latidos de nuestro corazón. Al comienzo del desierto se van apagando los signos vitales y es cuanto anhelé:
Volver a enamorarme, disfrutar más de ese atardecer de plena quietud, sentada en la playa solitaria viendo como el mar va y viene mojando mis pies, y las gaviotas despidiendose para volver a sus nidos, la bella soledad que invade mis preciados silencios para conversar hacia lo alto y sublime de ese ser tan hermoso de mi Creador, amar con más fuerza a los míos para dar lo mejor de mi y dejar huella en sus memorias, así quizás nunca me olviden, poder seguir viva a través de sus recuerdos, en sus corazones.Alimentar lo más profundo de mi alma con la sensibilidad de sentir esas sensaciones que nos otorga la vida, saborear, acariciar, abrazar, besar, mirar, observar, oler, respirar y suspirar profundamente, escuchar, apreciar, amar...Pero de alguna manera se presenta el milagro de vida que va invasiva desde lo alto del cielo, pues todo llega a su debido momento. Cada ser humano a lo largo de su vida pasa por un desierto, y hay que librar nuestras propias batallas, llegando al final de este, seguramente salimos bien librados, centrados, maduros con la conciencia de lo que ahora mismo realmente tenemos a mano, poco importa el pasado o el futuro, pues son efímeros, es el hoy con lo único que disponemos para luchar y disfrutar cada instante de vida que Dios nos da.
"El Valor de un Desierto"Mónica Delicia.