Revista Cultura y Ocio

Erebos, de Ursula Poznanski

Por Eltiramilla

Erebos, de Ursula PoznanskiNick sospecha que en su instituto pasa algo raro cuando observa que sus compañeros llegan a clase con ojeras y forman corrillos nuevos para pasarse misteriosos disquetes de ordenador. Acaba averiguando que la clave es un juego de PC llamado Erebos. Las reglas son muy estrictas: se debe jugar solo, se tiene una única oportunidad de jugar y no se puede hablar con nadie sobre ello. Nick averiguará que Erebos es mucho más que un juego. Lo que al principio parece un simple entretenimiento se empieza a convertir en algo muy peligroso, pues Erebos está vivo y vigila todos sus movimientos en la vida real…

Erebos es una mala novela, lo cual no quita que tenga ciertos puntos positivos como los que voy a enumerar ahora. Primero, la portada y la encuadernación son una preciosidad. Segundo, el principio es un poco entretenido, así como el inicio del último tercio. Tercero… nada. No hay nada más que decir, porque esto no hay por dónde cogerlo. Hay una multitud de pequeños errores y meteduras de pata que se combinan con un puñado de fallos garrafales para dar lugar a la novela más decepcionante que me he leído en mucho tiempo. Y digo decepcionante porque, por Belenos, este libro lo tenía todo para engancharme. ¿Videojuegos, misterio, mal rollo, sociedades secretas y peligro mortal? Póngame dos, mesonero, y otros dos para mi amigo. Pero luego uno empieza a leer, y ya la tenemos liada. Me falta espacio para describir los tremebundos errores de lógica y estructura que tiene esta obra. La primera en la frente: el principio es un aluvión de nombres pertenecientes a personajes que no se diferencian apenas entre sí y que me confunde, y además dificulta la inmersión del lector en la historia. Y ya que hablamos de personajes… lo siento mucho, pero Nick, el protagonista, es un indeseable. Un chaval egoísta y antipático del cual se dice, y cito textualmente, que “no siente simpatía por casi nadie”, y que más tarde se desvela como un loco que les grita a sus padres y amigos cuando estos quieren ayudarle y que considera seriamente matar a alguien a cambio de seguir jugando a un juego de ordenador. Un canalla y un miserable que a pesar de todo consigue a la chica sin esfuerzo porque efectivamente, tiramillotes, también hay una puñetera e innecesaria trama romántica (sosa, mal llevada y sin interés, para más inri). Los demás chavales que juegan a Erebos (demasiados, por cierto, y encima cada uno tiene un álter ego virtual de cuyo nombre también me tengo que acordar), así como los padres y lo que aparenta ser la vasta mayoría del profesorado, son o bien unos lunáticos, o bien unos idiotas, o bien unos lunáticos idiotas. Ojo, que no tiene nada de malo contar con un protagonista malvado y demente, pero lo que no vale es que me lo quieran hacer pasar por un chaval normal que ha sido corrompido por un juego. Un juego, a propósito, que no pasa de ser un World of Warcraft descafeinado y con buenos gráficos. Entretenido, pero nada del otro mundo. El público potencial de Erebos, familiarizado con los videojuegos, es exigente por naturaleza y tendrá dificultades para creerse que esta aventurilla gráfica es capaz de volver loca de adicción a la gente. Porque Erebos (tanto el juego como la novela) es repetitivo de narices: mato monstruos, subo de nivel, charla junto al fuego, combate ocasional en la arena. Repetir ad náuseam. Los juegos actuales son mucho más ingeniosos, variados y divertidos, y nadie mata a nadie… a menos que ya esté loco, claro. Se supone que Erebos es diferente porque habla contigo y te manda misiones en la realidad… lo cual no lo hace divertido, sino inquietante y malsano… a menos que estés loco. ¿Veis por dónde voy? Una persona normal hubiera dejado de jugar a la primera invasión de privacidad. La trama sólo se sustenta si uno admite que todo el mundo está mal de la cabeza. Y podría seguir: las primeras trescientas páginas se podrían resumir en cien o cincuenta. El cambio de ritmo y tono al inicio del último tercio es brusco y queda muy forzado. El final es una especie de comedia accidental llevada a cabo por un antagonista del que no sabemos si reírnos o no y que trata de acabar con alguien que no nos importa porque acaba de aparecer. Y de postre, un buen número de erratas (“si se volvían a enfrentarse”), hilarantes errores de traducción (“se quitó el rostro de la cabeza”) y un pavoroso fallo de maquetación: los saltos de escena (esos espacios en blanco que se suelen dejar en la página a fin de indicar un cambio de escenario o punto de vista) a veces están situados a pie de página, con lo cual al pasar la hoja uno se encuentra de pronto en otra escena diferente sin previo aviso. Esto te saca de la historia y es de lo más irritante y confuso. Tomad nota, maquetadores.

Pero lo peor de lo peor, la puntilla que mata a esta obra, son dos cosas tan simples como esenciales: la ausencia de objetivo y la ausencia de tema. No hay objetivo porque no hay rumbo ni amenaza palpable, ni se tiene nunca la sensación de que hay algo en juego (se nos dice en la contraportada que Erebos tiene como objetivo matar, pero no sabemos esto hasta casi llegado el clímax), y no hay tema porque no tengo ni la más remota idea de qué me quiere decir Ursula Poznanski con Erebos. ¿Es una crítica a los videojuegos, al abandono parental, a la industria en general, al corporativismo? No se sabe porque no hay valores claros que transmitir. No hay nada. Esta novela no tiene corazón. Es un zombi animado por un planteamiento interesante, y sólo puedo recomendar a todo el mundo que o bien juegue a un videojuego de verdad o bien lea otro libro. Cualquier otro libro.


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