Revista Cocina

Felicidad maternal

Por Dolega @blogdedolega

Felicidad maternal

Por Dolega 7 noviembre, 2013 Momentos especiales 1 comentario

Empujo la puerta del recinto e inmediatamente escucho sollozos. Paseo la mirada por la estancia y me recuerda a la sala de espera del hospital abandonado de un juego de acertijos que jugué hace años.

Todo es gris mugre y verde quirófano. Me siento en una silla de hierro tremendamente incómoda y miro con indiferencia un cartel descolorido que anuncia las bondades de vacunar a los niños.

A mi derecha un grupo de mujeres llora y se intercambia frases de consuelo a las que no presto ninguna atención.

Me doy cuenta que me miran con suspicacia y caigo en la cuenta de que no llevo las gafas oscuras, me las he dejado en el coche olvidadas así que estoy a merced de la opinión de aquellas mujeres.

Intento buscar lágrimas para ponerme a tono con el momento, pero no las encuentro.

Cierro los ojos para ordenar las ideas y decirles que las entiendo y que comparto su dolor.

El mío me ha venido con esa sonrisa infantil de cuando sabe que la ha fastidiado y yo no sé qué hacer, se supone que los padres tienen que morir antes que los hijos. “Madre, no quiero que te pases el resto de tu vida triste. Adoro tu risa, tu humor. Prométeme que volverás a sonreír; hazlo por mí” Una ira profunda me invade.

“Por qué habría de hacerte caso. ¿Acaso me lo hiciste tú a mí?” Respiro hondo para controlar mi tono de voz.

-Te dije que esas estufas de las casas de pueblo eran peligrosas-siento que mi voz se está descontrolando- que había que tener cuidado con ellas, que las apagarais al dormir-ya estoy gritando sin remedio- ¡que estuvieras pendiente de eso! Y veo sus ojos color caramelo inundados en lágrimas y ese temblor en sus labios como cuando era pequeño y no quería llorar porque “los chicos no lloran aunque tú digas que sí” agacha la cabeza y sus hombros tiemblan “Lo siento Madre, me dormí. Sencillamente, me dormí” lo abrazo y siento que el alma se me diluye en lágrimas, quiero transmitirle toda la paz del universo y no estoy segura de poder conseguirlo, lo recuesto contra mi pecho como cuando era bebé y se dormía al compás de mi corazón. “Tranquilo hijo son cosas que pasan” mis brazos se convierten en gigantescas alas para cobijarlo, los dos volvemos al principio y entrelazando nuestras almas llegamos al origen de los tiempos. Sé que lo tengo que dejar ir. Lo beso suavemente en la coronilla, donde tiene los dos remolinos. “Me tienes que rapar ya madre que lo tengo largo” murmura con su voz de niño. “Cuando quieras hijo” contesto yo con voz de treintañera.


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