Voy a contaros una historia. Me gustaría que fuera un cuento de Navidad, de esos en que al final ocurre un milagro y todos los sueños de los protas se cumplen… pero en mi historia todavía no se sabe el final.
He conocido a Beatriz, una hondurense que llegó a España hace ahora un mes. Veinticinco años, madre soltera de dos niños pequeños. Su padre (el de Beatriz), con poco más de cincuenta años, falleció hace solo siete meses. Su madre quedó viuda, con la necesidad todavía de criar a dos menores (hermanos pequeños de Beatriz).
Sintiendo una pena que se la lleva el alma, Beatriz coge un avión rumbo a Las Españas, invirtiendo la dirección de los miles de españoles que hace casi un siglo cruzaban el charco destino a Las Américas, en busca de un porvenir prácticamente asegurado.
El billete es caro. Deben prestarle un dinero que devolverá con su esfuerzo, trabajando honradamente de lo que sea en nuestro país, por muy poco dinero. De ahí debe pagar su parte de alquiler de un piso que comparte con dos amigas, comer, abastecerse de primeras necesidades, enviar dinero a su madre (que también cuida de sus dos hijos) y devolver el préstamo para el vuelo.
Yo me paso el año publicando recetas de comida casera, a veces con ingredientes muy económicos, otras con las delicias que nos ofrece nuestro mar Mediterráneo, o con piezas nada despreciables de carnes de todo tipo… sea como sea, cada día desayuno, almuerzo, como, meriendo y ceno. Muchas veces, como ahora en Navidad, en exceso. Me pregunto en vano por qué hay tanta desigualdad.
Ayer me acosté pensando en Beatriz. Me acosté preguntándome qué es la Navidad, pero qué es de verdad. Está claro que la espiral social nos atrapa a todos y todo cuanto la adorna es puramente banal. Y sí, se puede adornar de mil maneras la Navidad, pero “detrás” de todo eso, ¿qué hay?
Para que las estrellas brillen, se necesitan los sueños
Todos los seres humanos tenemos nuestra historia personal, nuestros sueños, nuestras esperanzas… Y todos podríamos estar en la misma situación que Beatriz. La pregunta es si podemos hacer algo para aliviar el peso de la mochila ajena. Por mi parte estoy segura de que sí, y de que al hacerlo, la carga de la mía se reducirá. (¿A que no es la primera vez que escuchas que “quien más da, más tiene” o que “las penas con pan, son menos”? Pues eso).
Compartir, caminar un trozo de camino acompañado, seguir soñando y reírse (siempre reírse)! Eso es lo que quiero que haya detrás de tanto adorno navideño… Si no es así, no tiene sentido.
No sé aún cómo termina la historia, pero mi mochila es más liviana hoy… Supongo que es una decisión personal. Supongo que al final uno comprende que todos somos iguales. Y que ayudar a alguien a hacer brillar su estrella es tanto como alcanzar los propios sueños.
FELIZ NAVIDAD A TODOS, desde el corazón.
Paloma y Jesús