Esta es la
segunda
entrega del menú que, como
cena navideña, ofrece uno de los personajes de
Ángeles rebeldes, la novela de
Robertson Davies.
(Permitidme recordar que la primera entrega fue esta
empanada
de conejo.)Lo bueno de ese menú es que Davis se limita a enumerar los
platos que lo componen, pero sin explicar su elaboración, así que uno puede
personalizarlos, como se dice ahora, sin
problemas. Este plato, el goulash, o gulash, es uno de los ejemplos de cómo la
llamada cocina tradicional puede evolucionar a través del tiempo, no sólo en
función del lugar donde se prepare sino enriqueciéndola añadiendo
ingredientes
nuevos, inexistentes en el momento y el lugar de origen del plato.
Hoy es inimaginable un gulash sin tomate ni pimentón, (la paprika húngara)y sin
embargo, este estofado de carne, (
Gulyás
Hus en húngaro) que debe su nombre a que era la comida habitual de los
pastores de ganado bovino, (
Gulyás = pastor) que se componía sobre todo de
carne de vaca, grasa de cerdo y cebolla, tiene un origen que algunos hacen
remontar al siglo IX, momento en el que ni tomates ni pimientos se conocían en
Europa. El guiso, se cuenta, pasó a
Viena y se popularizó en el resto de Europa cuando un regimiento húngaro
compuesto en gran parte por pastores fue trasladado a Austria, a donde éstos,
nostálgicos, llevaron su comida tradicional. Poco se parece, seguramente, este
refinado plato a su original, y sin embargo seguimos considerando que es cocina
tradicional. Es, en cualquier caso,
una receta para hacerla sin prisas: no usaremos olla rápida, sino que dejaremos
que la carne se cocine a fuego realmente lento, con una cocción de alrededor de
dos horas. Y si le es posible, prepárelo con tiempo suficiente como para
permitir que el guiso repose, una vez hecho, al menos una hora. Luego, caliéntelo
unos momentos a fuego suave y disfrútelo.
Ingredientes para cuatro personas
1 kg de morcillo de ternera
Dos cebollas
Tres dientes de ajo
Tres cucharadas de salsa de tomate
Un vaso de vino blanco
1 l de caldo de verduras
1 cucharada de pimentón dulce
3 cucharadas de nata
Una pizca de cominos
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
- Cortamos la carne en dados de unos tres centímetros,
la salpimentamos y la doramos en una cazuela con un buen chorro de aceite.
Retiramos y reservamos.
- Pelamos la
cebolla, la cortamos en aros y luego en tiras y la pochamos, a fuego
suave, en el mismo aceite de freír la carne, cuidando que no coja color. Cuando
ya esté, retiramos, el exceso de aceite y volvemos a poner en la cazuela
junto con la carne.
- Regamos con el
vino y dejamos reducir.
- Añadimos el
tomate, los ajos machacados y el pimentón. Mezclamos bien y dejamos
rehogar un par de minutos.
- Agregamos el caldo,
pero sólo lo justo para cubrir la carne, tapamos la cazuela, bajamos el
fuego al mínimo y dejamos que se vaya haciendo, vigilando que no se quede
seco el guiso. La salsa debe quedar consistente, para nada caldosa,
así que vaya añadiendo caldo conforme se vaya consumiendo, y sólo justo
para cubrir la carne. El tiempo de cocción estará como mínimo en torno a
las dos horas.
- Cuando veamos que
la carne ya está tierna, añadimos la nata y una pizca de cominos. Cuidado,
esta especia tiene un sabor muy fuerte, no ponga demasiado. Dejamos otros
quince o veinte minutos , apagamos el fuego y dejamos reposar antes de
servir. Puede acompañarse de patatas fritas, arroz blanco o algunas verduras
hervidas.