Revista Cocina
No entiendo aún el sentido independentista. No entiendo por qué hay que reclamar lo que uno entiende que es suyo porque lo fue o porque me instalé en ese lugar en el año 1700 y pico y no me fui. Es como si me compro ahora unas chanclas, las entierro en una cala en Portugal y las registro ante notario en España y Portugal a nombre mío y de mis descendientes. Y pasados doscientos años mi heredero no solo reclama las chanclas para vederlas en el mercado negro, sino que reclama el trozo de tierra donde estuvieron enterradas para montarse un consulado y de paso reclamar el territorio. Pero.. ¿y si el gobierno de Portugal me dice que sí?, pues haría lo mismo que ha hecho Reino Unido, abre la puerta que ya paso y de paso me quedo.
Después tenemos a nuestros primos del noreste de España. Por un lado tenemos a una nación sumergida en una crisis global de donde no existe más escapatoria que las huelgas consolidadas en la supremacía de la ignorancia. Somos antipatriotas-catalanes-independentistas y nos vemos obligados a recapacitar con pataleos, dado que hemos pasado de una democracia a una dictadura en toda regla. Pero no queda otra, más que resistir las turbulencias de una nación que se desploma pero que en un tiempo indefinido acabará resurgiendo de sus cenizas.
En medio nace la política de lo independiente, buscando alternativas para desconcertar al más callado y hacer saltar al más demócrata: El separatista provinciano. Dícese de aquel que quiere escapar de las leyes metafisicas para convertirse en el profeta, aun pudiendo comprar el país que anhela con dinero suizo. Pero la pura realidad entorpece los sueños, llevando a Jeremias al cambio fallido, al adiós concertado por las urnas catalanas.
Ni los ciudadanos nacionalistas ni los independentistas (provincianos o extranjeros) más alocados, queremos una nación sumida en el caos por un partido político que está más pendiente de asegurarse el NO empleo con un sueldo indignamente recortado durante otra legislatura más.
Gracias a Diós y a los profetas, que vaticinaron el fin de nuestros días para un país que se autodenomina como tal pero que esta dentro de otro que realmente sí lo es y no depende de su dinero para salir de la crisis. Porque lamentablemente para unos muchos, Grecia saldrá de la crisis con la cuarta ayuda Europea, pero Cataluña necesitará de España y ésta a su vez de Europa si quieren recoger las migajas de la deuda no subordinada, que ellos solitos formaron con ayuda de sobres sin franqueo.
Buen trabajo lo llaman los partidos políticos en pro de la independencia. Suerte lo llamará el resto de españoles que lleguemos a ver cómo España entera vamos al rescate (como viene siendo costumbre) de los que no quieren ser lo que ya son: españoles, no europeos desnatados.