Cuentan en esta bodega de Toro, que el nombre de este vino, procede de la expresión irracional que provoca cruzarse con semejante animal, el jabalí silvestre, en nuestro camino, algo bastante habitual en los montes castellanos. Os voy a contar una situación que me pasó a mí, ya que vivo a cinco minutos de un monte abierto, donde conviven corzos, zorros, conejos y por supuesto, jabalíes. Una de mis mayores aficiones confesables, es ponerme ropa cómoda, mis cascos y mi móvil, y lanzarme a hacer unos kilómetros a paso ligero, escuchando podcasts o música directamente. En aquella ocasión, me metía en un monte cercano, escuchando el podcast Roma Aeterna. Cuando escuchas música con los cascos, te das cuenta de como tu oído, o ese sexto sentido (sentido arácnido de Spiderman), a veces te salva de muchas. En esa ocasión, dejaba atrás un pequeño barrio urbano y subía hacia un campo de aerogeneradores. Era verano, aunque no mataba el sol.
El caso es que, en un momento dado, no me digas como, noté que estaba siendo observado. Giré hacia atrás, pero no vi ningún coche o humano, y pensaba que era una hora de mediodía, lo cual evitaba que fuera algún animal, ocultos a los ojos en esas horas. Pero miré hacia arriba, y en una loma, subido en una gran piedra, un jabalí me miraba fijamente. Obviamente, mi corazón empezó a acelerarse, y todos esos consejos que se comentan, sobre qué hacer en una situación parecida, aparecían en milésimas de segundo, pasando como el ticker de noticias de un programa de TV. La primera idea era correr, alejarme de él, ya que siempre uno piensa que el jabalí, puede tener el mismo o mas miedo que tú. Pero eso podría generar que el jabalí se asustase y saliera a por mí. Para variar, igual no tomé la decisión más lógica, pero opté por seguir mi camino, sin acelerar o frenar, como si quisiera hacer creer al jabalí que no le había visto. Cada paso se me hacía eterno, hasta que giré mi cabeza, y le volví a ver, mirándome, en lo alto de la loma, bajo la sombra de las encinas, seguramente ufano de haberme hecho huir de allí. Hace unos meses tuve esa misma sensación, esa misma alerta, pero en esta ocasión era un precioso zorro que me miraba desde lo alto de una atalaya, con su piel marrón brillante, y un tamaño menos peligroso. Ciertamente, el mayor peligro en el monte lo traen los animales con dos patas. Vamos con este vino de Toro.
El Madremía 2019, está elaborado por las Bodegas Divina Proporción, desde la misma ciudad de Toro y perteneciente a la D.O. Toro. Es una joven bodega que lanzó su primer vino en 2011, y cuenta con treinta hectáreas de viñedo propio, y controla un centenar para alimentarse de uva de pequeños viticultores. Viñedos que pueden alcanzar los 900 metros de altura, siempre buscando rendimientos pequeños, para vides de entre los 30 y los 100 años de vida, donde la uva predominante es y debe ser la Tinta de Toro, pero con hueco para la malvasía castellana con la que elaboran El Principito, y un poco de cabernet. Vamos con este vino en concreto, adquirido en una tienda de la bodega, al costado del propio Ayuntamiento de Toro, durante mi viaje con los #winespirers. Elaborado con tinta de Toro, de viñedos de más de 40 años, fermentación alcohólica en inox y maloláctica en barrica, previa a una crianza de nueve meses en barricas de roble americano y francés.
Presenta un color rojo picota de capa muy alta, con ribete grana en tendencia a atejarse suavemente, lágrima densa y persistente para un voltaje de 14,5 %; buena nariz, fragante para un vino tinto, fruta roja madura y suaves notas especiadas, pimienta negra, clavo, barrica en segundo plano; amplia entrada en boca, buena acidez, cuerpo medio, notas de chocolate, cacao, leve punto glicérico, no teniendo en la longitud en boca su mayor virtud, pero resulta un vino muy franco, y un Toro de los que me gustan. Taninos marcados pero nada negativos. Me gustó mucho, y mucho más que otro vino de la bodega como es el 24 Mozas 2020, que dejó un poco más frío. Recomendable.
R.
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Aranda de Duero Ciudad del Vino 2020
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