A veces, uno se sienta en la sala de cine y tiene la sensación de que, en vez de viendo una película, está asistiendo a la exposición de una tesis doctoral. Y, claro, que me perdone mi amigo Iñigo, pero, por muy interesante que sea la tesis y por muy provechoso que sea para la sociedad el estudio llevado a cabo y la conclusión final, resulta aburridísima. Algo así es lo que hace Peter Mullan: presenta datos (léase "una sucesión de situaciones en la vida del protagonista") terribles, casi diría que objetivos, y desde luego, de un realismo feroz, con imágenes impactantes, pero no consigue enlazarlos para formar una historia con un mínimo interés.
Me confieso abiertamente admirador del señor Peter Mullan. Como actor (no hay que perderse su interpretación en Mi nombre es Joe) y como director (su filme Las hermanas de la Magdalena fue oficialmente prohibido por el Vaticano). No esconde de qué palo va y eso hay que agradecérselo. Así que está claro que ha querido hacer una crítica feroz al sistema educativo que imperaba en Escocia en los setenta, el que le tocó padecer (sospecho que se ha librado de unos cuantos fantasmas con esta película), un sistema educativo que, al decir de Mullan, era injusto, cruel y, en definitiva, una auténtica mierda, como el de ahora y como, me temo, el de dentro de treinta años. Lo único que parece haber cambiado es que ahora son los alumnos los que pueden agredir a los profesores, en una especie de justicia histórica.
Ni siquiera la gran interpretación de todos los actores (incluido Mullan, que se reserva un pequeño pero jugoso papel) salva la película. Pero, eso sí, el realismo (la verdad) que desprenden las caras y la forma de hablar de estos chicos es algo que tendrían que estudiar detenidamente los responsables de cásting y los directores de cine de todo el mundo.
FRANK