Me encanta cuando descubro que alguien con anterioridad ya ha investigado sobre un tema que yo llevo tiempo dĂĄndole vueltas y verifica que mi intuiciĂłn no se equivocaba, que era posible.
Esto es lo que me ha pasado con las grasas y la verdad es que siento una gran satisfacciĂłn y un gran alivio.
El Dr. Ray Peat da la vuelta a la tortilla cuando nos dice, sin pelos en la lengua, que los suplementos a base de aceite de pescado, tan famosos por sus omegas 3, no son tan beneficiosos como nos los pintan.
Todo lo que expongo de ahora en adelante es informaciĂłn de la web del Dr. Peat que he traducido y simplificado para una ‘fĂĄcil y amena lectura’. Vas a leer que los omega 3 no son antiinflamatorios ni antitrombĂłticos, ni bajan el colesterol ni los triglicéridos, ni la presiĂłn arterial sino todo lo contrario. Este hombre pone los ĂĄcidos grasos del revés y me encanta. Ya es hora de invertir la informaciĂłn para poner las cosas en su lugar, en su origen.
Por si todavĂa hay algĂşn despistado, los ĂĄcidos grasos omega 3 son un grupo ĂĄcidos grasos poliinsaturados de cadena larga y muy larga. Los mĂĄs conocidos son el ĂĄcido alfa-linolénico (ALA), el ĂĄcido eicosapentaenoico (EPA) y el ĂĄcido docosahexaenoico (DHA). El EPA y el DHA lo encontramos en algunos pescados y el ALA se encuentra en los aceites vegetales como el de lino, soja y canola o las semillas de chĂa.
Los ĂĄcidos grasos saturados terminan las reacciones de estrés, los ĂĄcidos grasos poliinsaturados las amplifican.
Las grasas mĂĄs altamente insaturadas, incluido el DHA, se acumulan con el envejecimiento, y sus fragmentos tĂłxicos aumentan en la enfermedad de Alzheimer.
Las grasas mĂĄs altamente insaturadas que se encuentran en el aceite de pescado se descomponen en productos quĂmicos que bloquean el uso de glucosa y oxĂgeno.
La proporciĂłn de ĂĄcidos grasos saturados a ĂĄcidos grasos poliinsaturados disminuye en el cĂĄncer. Las grasas omega 3 promueven la metĂĄstasis.
‘Al declarar que EPA y DHA son seguros, la FDA (Food Drug Administration) no evaluĂł sus efectos antitiroideos, inmunosupresores, peroxidativos lipĂdicos (Song et al., 2000), sensibilizadores a la luz y antimitocondriales, su depresiĂłn de la oxidaciĂłn de glucosa (Delarue et al., 2003), y su contribuciĂłn al cĂĄncer metastĂĄsico (Klieveri, et al., 2000), lipofuscinosis y daĂąo hepĂĄtico, entre otros problemas.’ Ray Peat.
- Los ‘ĂĄcidos grasos esenciales’ originales fueron los ĂĄcidos linoleico, linolénico y araquidĂłnico (omega 6). Ahora que los efectos tĂłxicos de estos estĂĄn llegando a ser reconocidos, se dice que los nuevos ‘ĂĄcidos grasos esenciales’ son los ĂĄcidos grasos omega 3, incluidos aquellos con cadenas largas, que se encuentran en los aceites de pescado.
El aceite de hĂgado de bacalao se oxida altamente en los tejidos de un mamĂfero que come mucha cantidad, y un experimento con perros demostrĂł que podrĂa aumentar su mortalidad por cĂĄncer del 5% a 100%.
Los aceites de pescado son generalmente mucho mĂĄs inmunosupresores que los aceites de semillas, y los primeros efectos del aceite de pescado en el ‘sistema inmunolĂłgico’ incluyen la supresiĂłn de la sĂntesis de prostaglandinas porque las grasas de cadena larga mĂĄs altamente insaturadas interfieren con la conversiĂłn de ĂĄcido linoleico en ĂĄcido araquidĂłnico y prostaglandinas. Las prostaglandinas son tan problemĂĄticas que su supresiĂłn es Ăştil, ya sea que la inhibiciĂłn sea causada por la aspirina o la vitamina E o por el aceite de pescado.
Estos aceites son tan inestables que comienzan a oxidarse espontĂĄneamente incluso antes de llegar al torrente sanguĂneo.
En experimentos que duran solo unas pocas semanas o meses, puede que no haya tiempo para que se desarrollen cĂĄnceres, y en esa escala de tiempo, los efectos inmunosupresores y antiinflamatorios del aceite de pescado oxidado pueden parecer beneficiosos.
Incluso cuando se agrega aceite de pescado desodorizado ‘fresco’ a la dieta, su oxidaciĂłn espontĂĄnea antes de que llegue a los tejidos del animal reduce su valor calĂłrico. Sin antioxidantes, el aceite de pescado se degrada masivamente en 48 horas, e incluso con una gran cantidad de antioxidantes todavĂa hay una degradaciĂłn considerable (GonzĂĄlez, 1988; Klein, et al., 1990).
La creencia de que comer colesterol causa enfermedades cardĂacas se basĂł principalmente en viejos experimentos con conejos, y los experimentos posteriores han dejado en claro que es el colesterol oxidado el que daĂąa las arterias (Stapran, et al., 1997). Dado que tanto el aceite de pescado como el colesterol oxidado daĂąan las arterias de los conejos, y dado que los perĂłxidos lipĂdicos asociados con el aceite de pescado atacan una gran variedad de materiales biolĂłgicos, incluidas las lipoproteĂnas de LDL que transportan colesterol, las implicaciones de los experimentos con conejos ahora parecen muy diferentes.
Otra forma de argumentar a favor del uso de aceite de pescado u otras grasas omega 3 es mostrar una correlaciĂłn entre la enfermedad y una menor cantidad de EPA, DHA o ĂĄcido araquidĂłnico en los tejidos, y decir ‘estos aceites son deficientes, la enfermedad es causada por una deficiencia de ĂĄcidos grasos esenciales’.
Uno de los primeros efectos nocivos de los ĂĄcidos grasos poliinsaturados, PUFA, que se observĂł fue su aceleraciĂłn de la formaciĂłn de lipofuscina, el ‘pigmento de envejecimiento’ o pigmento de desgaste (es signo de vejez celular originado por la acciĂłn de los radicales libres), durante el estrés oxidativo o la deficiencia de vitamina E. Asociado con la formaciĂłn de lipofuscina, se descubriĂł que los PUFA causan la degeneraciĂłn de las gĂłnadas y el cerebro, y el hecho de que la vitamina E podrĂa prevenir algunos de sus efectos tĂłxicos llevĂł a la idea de que la vitamina E era esencialmente un antioxidante. Desafortunadamente, el efecto protector de la vitamina E contra los PUFA es sĂłlo parcial (Allard, et al., 1997).
Todas las enfermedades degenerativas estĂĄn asociadas con trastornos que involucran el metabolismo de las grasas y la peroxidaciĂłn lipĂdica. La enfermedad de Alzheimer, la enfermedad hepĂĄtica alcohĂłlica y no alcohĂłlica, la degeneraciĂłn retiniana, la epilepsia, el SIDA, la diabetes y una variedad de problemas circulatorios implican productos de descomposiciĂłn de los PUFA. Los productos de descomposiciĂłn de PUFA incluyen acroleĂna, malondialdehĂdo, hidroxinenal, crotonaldehĂdo, etano, pentano y neuroprostanos, que son moléculas similares a las prostaglandinas formadas a partir de DHA por productos de peroxidaciĂłn de lĂpidos por radicales libres, especialmente en el cerebro y en un nivel mĂĄs alto en la enfermedad de Alzheimer.
Cuando el cuerpo no tiene suficiente glucosa, los tejidos liberan ĂĄcidos grasos libres y su oxidaciĂłn bloquea la oxidaciĂłn de la glucosa incluso cuando estĂĄ disponible a partir de la descomposiciĂłn de la proteĂna causada por el cortisol, que se libera durante la privaciĂłn de glucosa. Las células del timo son sensibles a la privaciĂłn de glucosa, e incluso en presencia de glucosa, el cortisol les impide usar glucosa, lo que hace que absorban ĂĄcidos grasos. Las células tĂmicas mueren fĂĄcilmente cuando se exponen al exceso de cortisol o glucosa deficiente. Los ĂĄcidos grasos poliinsaturados linoleato, araquidonato y eicosapentaenoico, son especialmente tĂłxicos para las células tĂmicas al evitar su inactivaciĂłn de cortisol, aumentando su acciĂłn. (Klein, et al., 1987, 1989, 1990).
Cuando los animales son alimentados con aceite de pescado y luego expuestos a bacterias, sus células tĂmicas inmunosuprimidas (T) hacen que sucumban a la infecciĂłn mĂĄs fĂĄcilmente que los animales alimentados con aceite de coco o una dieta libre de grasas. Las células asesinas naturales, que eliminan las células cancerosas y las células infectadas por virus, disminuyen después de comer aceite de pescado, y las células supresoras T a menudo aumentan. Las acciones de PUFA en la ‘sinapsis inmune’, un contacto entre células que permite la transmisiĂłn de informaciĂłn inmunolĂłgica, producen una interferencia mĂĄs sutil con la inmunidad. El efecto inmunosupresor del aceite de pescado se reconoce como una ayuda Ăştil para prevenir el rechazo de los Ăłrganos trasplantados, pero algunos estudios muestran que la supervivencia un aĂąo después del trasplante no mejora.
Los ĂĄcidos grasos poliinsaturados, especialmente aquellos que pueden convertirse en prostaglandinas, estĂĄn ampliamente involucrados en causar inflamaciĂłn y pérdida vascular. EPA y DHA no forman prostaglandinas ordinarias, aunque los isoprostanos y neuroprostanos que producen durante la peroxidaciĂłn lipĂdica se comportan de muchas maneras como las prostaglandinas mĂĄs comunes, y sus eicosanoides formados enzimĂĄticamente tienen algunas funciones similares a las de las prostaglandinas comunes. El cerebro contiene una concentraciĂłn muy alta de estos ĂĄcidos grasos inestables, y se liberan en sinapsis mediante un proceso excitador ordinario.
Chan, et al., 1983, encontraron que las grasas poliinsaturadas causaban inflamaciĂłn del cerebro y aumentaban la permeabilidad de los vasos sanguĂneos. En 1988, el grupo de Chan descubriĂł que el DHA y otros ĂĄcidos grasos poliinsaturados aĂąadidos a las células cultivadas de la corteza cerebral producĂan radicales libres y estimulaban la producciĂłn de malondialdehĂdo y lactato, e inhibĂan la absorciĂłn de ĂĄcido glutĂĄmico, lo que sugiere que contribuirĂan a la excitaciĂłn prolongada de los nervios (Yu, et al., 1986). En los cortes cerebrales, los ĂĄcidos grasos poliinsaturados causaron la producciĂłn de radicales libres e hinchazĂłn del tejido, y los ĂĄcidos grasos saturados no lo hicieron (Chan y Fishman, 1980). El PUFA inhibiĂł la respiraciĂłn de las mitocondrias en las células cerebrales (Hillered y Chan, 1988), y en una concentraciĂłn mĂĄs alta, hizo que se hincharan (Hillered y Chan, 1989), pero los ĂĄcidos grasos saturados no produjeron edema. Se demostrĂł que la actividad de los radicales libres causa la liberaciĂłn de ĂĄcidos grasos libres de la estructura celular (Chan, et al., 1982, 1984). La activaciĂłn de las lipasas por los radicales libres y los perĂłxidos lipĂdicos, con la pérdida de potasio de las células, sugiere que la excitaciĂłn puede convertirse en un proceso autoestimulante, que conduce a la destrucciĂłn celular.
- Teniendo en cuenta sĂłlo uno de los productos de la peroxidaciĂłn del aceite de pescado, la acroleĂna y algunos de sus efectos en las células, podemos tener una idea de los tipos de daĂąos que podrĂan resultar del aumento de la cantidad de grasas omega 3 en nuestros tejidos. La ‘barrera’ entre el cerebro y el torrente sanguĂneo es una de las barreras vasculares mĂĄs efectivas en el cuerpo, pero es muy permeable a los aceites, y la peroxidaciĂłn lipĂdica lo interrumpe, daĂąando la ATPasa que regula el sodio y el potasio (Stanimirovic, et al., 1995).
Aparentemente, cualquier cosa que agote la energĂa de la célula, reduciendo el ATP, permite que un exceso de calcio ingrese a las células, lo que contribuye a su muerte (Ray, et al., 1994). El aumento del calcio intracelular activa las fosfolipasas, liberando mĂĄs grasas poliinsaturadas (Sweetman, et al., 1995). La acroleĂna que se libera durante la peroxidaciĂłn lipĂdica inhibe la funciĂłn mitocondrial al envenenar la enzima respiratoria crucial, la citocromo oxidasa, lo que resulta en una disminuciĂłn de la capacidad de producir energĂa (Picklo y Montine, 2001). (En la retina, los PUFA contribuyen al daĂąo inducido por la luz de la capacidad de producciĂłn de energĂa de las células (King, 2004), al daĂąar la misma enzima crucial.) AdemĂĄs de inhibir la capacidad de las células nerviosas para producir energĂa a partir de la oxidaciĂłn de la glucosa, la acroleĂna inhibe la capacidad de las células para regular el aminoĂĄcido glutamato excitador (Lovell, et al., 2000), contribuyendo al proceso excitador. Altos niveles de acroleĂna (y otros productos de degradaciĂłn de PUFA) se encuentran en el cerebro en la enfermedad de Alzheimer (Lovell, et al., 2001).
La investigaciĂłn sobre la enfermedad de las vacas locas discutiĂł la evidencia que incrimina el uso de harina de pescado en la alimentaciĂłn animal, como causa de las enfermedades cerebrales degenerativas. La acroleĂna, producida a partir de los ‘aceites de pescado’ en descomposiciĂłn en el cerebro, es probablemente el producto mĂĄs reactivo de la peroxidaciĂłn de lĂpidos en el cerebro, por lo que es probable que cause la glicaciĂłn de lisina en las proteĂnas formadoras de placas. Estos efectos tĂłxicos de la acroleĂna en el cerebro son anĂĄlogos a la multitud de efectos tĂłxicos de los ĂĄcidos grasos omega 3 y sus productos de descomposiciĂłn en todos los demĂĄs Ăłrganos y tejidos del cuerpo. Las células cancerosas son inusuales en su grado de resistencia a las acciones letales de los perĂłxidos lipĂdicos, pero ahora se reconoce ampliamente que los efectos inflamatorios de los ĂĄcidos grasos altamente insaturados estĂĄn esencialmente involucrados en el proceso de cancerizaciĂłn. Las grasas que sintetizamos a partir del aceite de coco o el ĂĄcido oleico, la serie omega 9, protegen contra el PUFA inflamatorio, en algunos casos mĂĄs efectivo incluso que la vitamina E.
Las propiedades fĂsicas y funcionales de los ĂĄcidos grasos saturados y los ĂĄcidos grasos poliinsaturados (AGPI) son tan diferentes entre sĂ como lo es el dĂa de la noche. Los diferentes ĂĄcidos grasos estĂĄn directamente involucrados, muy a menudo con efectos opuestos, en la divisiĂłn y el crecimiento celular, la estabilidad y disoluciĂłn celular, la organizaciĂłn de células, tejidos y Ăłrganos, la regulaciĂłn de las hormonas hipofisarias, la adrenalina y la activaciĂłn nerviosa simpĂĄtica, la histamina y la serotonina, hormonas de la corteza suprarrenal, hormonas tiroideas, testosterona, estrĂłgeno, activadores del sistema inmune e inflamaciĂłn (citocinas), enfermedades autoinmunes, desintoxicaciĂłn, obesidad, diabetes, pubertad, epilepsia, enfermedad de Parkinson, otras enfermedades nerviosas degenerativas y la enfermedad de Alzheimer, cĂĄncer, insuficiencia cardĂaca, aterosclerosis y accidentes cerebrovasculares. En cada una de estas situaciones, los PUFA tienen efectos nocivos.
Las acciones de los lĂpidos en el esqueleto celular pueden cambiar los movimientos, las migraciones y la invasividad de las células, incluso en experimentos a corto plazo. Los efectos del ĂĄcido linoleico, ‘ĂĄcido graso esencial’, se han comparado con el medicamento colchicina, que se sabe que interfiere con el esqueleto celular y la divisiĂłn celular. SegĂşn Hoover, et al. (1981), perturbĂł la estructura del citoesqueleto mĂĄs que la colchicina; causĂł que los filamentos celulares se aglutinaran, mientras que los ĂĄcidos grasos saturados no tuvieron tal efecto.
Los ĂĄcidos grasos poliinsaturados, hechos por las plantas (en el caso de los aceites de pescado, estĂĄn hechos por algas), son menos estables que las grasas saturadas, y las grasas omega 3 y omega 6 derivadas de ellos, son muy susceptibles a romperse en toxinas, especialmente en animales de sangre caliente. Otras diferencias entre las grasas saturadas y poliinsaturadas estĂĄn en sus efectos sobre las superficies (como surfactante), cargas (efectos dieléctricos), acidez y su solubilidad en agua en relaciĂłn con su solubilidad en aceite. Los ĂĄcidos grasos poliinsaturados son muchas veces mĂĄs solubles en agua que los ĂĄcidos grasos saturados de la misma longitud. Esta propiedad probablemente explica por qué solo el ĂĄcido palmĂtico funciona como un surfactante en los pulmones, lo que permite que los alvéolos se mantengan abiertos, mientras que las grasas insaturadas causan edema pulmonar e insuficiencia respiratoria.
- La gran cantidad de albĂşmina en la sangre es importante para la uniĂłn y el transporte normales de ĂĄcidos grasos, pero también es una parte importante de nuestro sistema de desintoxicaciĂłn, ya que puede transportar toxinas absorbidas desde el intestino, los pulmones o la piel hasta el hĂgado para la desintoxicaciĂłn. La albĂşmina facilita la absorciĂłn de ĂĄcidos grasos saturados por las células de varios tipos (Paris, et al., 1978), y su capacidad para unirse a los ĂĄcidos grasos puede proteger a las células en cierta medida de los ĂĄcidos grasos insaturados (por ejemplo, Rhoads, et al., 1983). El sistema de desintoxicaciĂłn del hĂgado procesa algunas grasas poliinsaturadas para su excreciĂłn, junto con hormonas y toxinas ambientales.
- La albĂşmina en la orina es un problema asociado con diabetes y enfermedad renal; la albĂşmina cargada con ĂĄcidos grasos pasa de la sangre a la orina mĂĄs fĂĄcilmente que la albĂşmina descargada, y son los ĂĄcidos grasos, no la albĂşmina, los que causan el daĂąo renal (Kamijo, et al., 2002).
Cuando las reservas de grasa contienen principalmente PUFA, los ĂĄcidos grasos libres en el suero serĂĄn principalmente ĂĄcido linoleico y ĂĄcido araquidĂłnico, y cantidades mĂĄs pequeĂąas de otros ĂĄcidos grasos insaturados. Estos PUFA estimulan las hormonas del estrés, ACTH, cortisol, adrenalina, glucagĂłn y prolactina, que aumentan la lipĂłlisis y producen mĂĄs ĂĄcidos grasos en un cĂrculo vicioso. En ausencia relativa de PUFA, la reacciĂłn al estrés es autolimitada, pero bajo la influencia de PUFA, la respuesta al estrés se auto amplifica.
Se sabe que las mujeres tienen una mayor susceptibilidad que los hombres a la lipĂłlisis, con niveles mĂĄs altos de ĂĄcidos grasos libres en el suero y el hĂgado, debido a los efectos del estrĂłgeno y las hormonas relacionadas.
En promedio, las mujeres tienen mĂĄs DHA circulando en el suero que los hombres (Giltay, et al., 2004; McNamara, et al., 2008; Childs, et al., 2008). Este ĂĄcido graso altamente insaturado es el primero en ser liberado de las reservas de grasa bajo estrés y, biolĂłgicamente, el significado del estrĂłgeno es imitar el estrés. El estrĂłgeno y los ĂĄcidos grasos poliinsaturados tienen acciones similares en las células, aumentando su contenido de agua y la absorciĂłn de calcio. Mucho antes de que Women’s Health Initiative informara en 2002 que el uso de estrĂłgenos aumentaba el riesgo de demencia, se sabĂa que la incidencia de la enfermedad de Alzheimer era 2 o 3 veces mayor en mujeres que en hombres. Los hombres con enfermedad de Alzheimer tienen niveles mĂĄs altos de estrĂłgeno que los hombres normales (Geerlings, et al., 2006). La cantidad de DHA en el cerebro (y otros tejidos) aumenta con el envejecimiento, y sus productos de degradaciĂłn, incluidos los neuroprostanos, estĂĄn asociados con la demencia. Se encuentran niveles mĂĄs altos de DHA y AGPI totales en el plasma de pacientes con demencia (Laurin, et al., 2003).
Otra asociaciĂłn interesante de las grasas altamente insaturadas y el estrĂłgeno en relaciĂłn con la funciĂłn cerebral es que el DHA aumenta la entrada de estrĂłgeno en el Ăştero embarazado, pero inhibe la entrada de progesterona (Benassayag, et al., 1999), que es crucial para las células cerebrales y el crecimiento. Cuando Dirix, et al. (2009) suplementaron a mujeres embarazadas con AGPI, descubrieron que la memoria fetal estaba deteriorada.
Cuando el cerebro estĂĄ lesionado, el DHA y el ĂĄcido araquidĂłnico contribuyen al edema cerebral, debilitando la barrera hematoencefĂĄlica, aumentando la descomposiciĂłn de las proteĂnas, la inflamaciĂłn y la peroxidaciĂłn, mientras que una cantidad similar de ĂĄcido esteĂĄrico en la misma situaciĂłn no causĂł daĂąo (Yang, et al. al., 2007). En otras situaciones, como la importante barrera intestinal, EPA y DHA también aumentaron en gran medida la permeabilidad (Dombrowsky, et al., 2011).
Tanto DHA como EPA inhiben la ATPasa de calcio (que mantiene el calcio intracelular bajo para permitir la neurotransmisiĂłn normal) en la corteza cerebral; esto sugiere ‘un mecanismo que explica el efecto amortiguador de los ĂĄcidos grasos omega 3 sobre la actividad neuronal’ (Kearns y Haag, 2002).
Una de las funciones protectoras esenciales que disminuyen con el envejecimiento es la capacidad del hĂgado para desintoxicar quĂmicos, combinĂĄndolos con ĂĄcido glucurĂłnico, haciéndolos solubles en agua para que puedan excretarse en la orina. El hĂgado (y también el intestino y el estĂłmago) procesan eficientemente el DHA por glucuronidaciĂłn (Little, et al., 2002). El ĂĄcido oleico, una de las grasas que sintetizamos nosotros mismos, aumenta (aproximadamente 8 veces) la actividad del proceso de glucuronidaciĂłn (Krcmery y Zakim, 1993; Okamura, et al., 2006). Sin embargo, este sistema es inhibido por el PUFA, el ĂĄcido araquidĂłnico (Yamashita, et al., 1997), y también por el ĂĄcido linoleico (Tsoutsikos, et al., 2004), en uno de los procesos que contribuyen a la acumulaciĂłn de PUFA con envejecimiento.
Los animales que naturalmente tienen un nivel relativamente bajo de grasas altamente insaturadas en sus tejidos tienen la mayor longevidad.
El grupo de Nanji ha publicado algunas de las pruebas mĂĄs claras de los efectos protectores de las grasas saturadas, que pueden revertir la inflamaciĂłn, la necrosis y la fibrosis de la enfermedad hepĂĄtica alcohĂłlica, incluso con el consumo continuo de alcohol, mientras que el aceite de pescado y otras grasas insaturadas exacerban el problema (Nanji, et al., 2001). La glicina protege contra la acumulaciĂłn de grasa en la lesiĂłn hepĂĄtica inducida por el alcohol (Senthilkumar, et al., 2003), lo que sugiere que la gelatina en la dieta complementarĂa los efectos protectores de las grasas saturadas.
Las grasas omega 3 menos estables que se acumulan con la edad y reducen gradualmente la producciĂłn de energĂa también tienen sus efectos a corto plazo en la resistencia. La resistencia fue mucho menor en las ratas alimentadas con una dieta alta en grasas omega 3, y el efecto persistiĂł incluso después de 6 semanas con una dieta estĂĄndar (Ayre y Hulbert, 1997). Se observan efectos anĂĄlogos, pero menos extremos, incluso en el salmĂłn, que mostrĂł un mayor estrés oxidativo en una dieta alta en omega 3 (DHA o EPA), y una menor actividad de la citocromo oxidasa mitocondrial (Kjaer, et al., 2008).
AquĂ termino con mi trilogĂa sobre las grasas.
Espero que este tercer artĂculo sobre las grasas haya servido para abrir horizontes y no quedarnos en la superfĂcie.
Salud y Buenos Alimentos
Yo Isasi
Por si no has leĂdo los artĂculos anteriores:
‘Grasas Insaturadas y el DaĂąo Oxidativo’
‘Grasas Saturadas, AdiĂłs a su Mala Fama’
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