Esto me sabe y huele a paso adelante en el Montsant. Gente que conoce, de generaciones, la tierra, sus cepas, sus uvas. Asens, los Beltrán, Jové. Gente que llevaba la fruta, sus padres y abuelos, a la cooperativa y que decide, como tantos, echarse al monte y hacer su propio vino. Vino en instalaciones de cooperativa (El Molar) pero hecho con estilo propio. Vino de un perfil que me ilusiona para la DO Montsant. No se trata de la edad de la cepa (de 18 a 90 años) ni de los terrenos (variedad geológica, de orientaciones, de alturas). Se trata de algo tan sencillo como la buena fruta de una gran añada (samsó y garnacha mayoritarias; un poco de cabernet sauvignon y ull de llebre), de cultivo orgánico, tratada para que diga lo que tenga que decir con el menor disimulo posible. Despalillado, grandes tanques de acero inoxidable, 28 días de maceración, temperatura controlada, tres meses de crianza en roble francés usado (cuarto año, bonito detalle). No hay más.
Hay que dejar reposar a este vino. Advierto. Embotellado en agosto de 2009, tomé una botella apenas cuatro meses después y el vino estaba mudo. Pero no muerto...Tres meses después, con la selección de un día propicio (me dirán de todo, pero creo firmemente en esto: luna nueva, con el sol dominando y una transición de día raíz a día flor, ideal para un Montsant) y un buen pollo en pepitoria, el vino ha hablado. Con gracia, con elegancia, con finura, con esbeltez. Vino que se recrea en el paso de la luz a su través. Vino que parece casi el zumo de la fruta del granado. Cárdeno. Joven pero con espíritu. Montsant que se bebe como el agua. Montsant líquido pero con volumen en boca. Un poco de frambuesa. Cerezas. Apuntes de fermentación (franco secundario). Leve matiz de esa piel joven apenas curtida, suave, discreta. Con un deje carbónico, vicioso, es un vino que se bebe con placer y que tendrá, casi seguro, un buen recorrido durante por lo menos un par de años más. Siempre que le encontréis el plato y la luna adecuados. Es un vino sensible...