Revista Cocina
Estaba visitando el blog de Mª José Hecho en casa, cuando vi que tenía publicada una receta con la fotografía de un sandwich, bien tostadito, con un relleno de queso que parecía derretirse por los bordes del pan invitando a darle un buen mordisco... ¡Qué cosa tan buena! pensé. ¿Sabéis que Mª José fue una de mis primeras seguidoras? O sea, de las que ya estaban por aquí antes que yo y de las primeras que me hicieron algo de caso, porque mira que me costó arrancar esto ehh!. No es fácil, que te conozcan con tantos blogs y tanta información como corre por internet a diario.
Pues, como os decía, estaba encandilada con la idea de hacerme una cenita a base de un rico sandwich caliente cuando de repente me vino a la memoria algo que había olvidado completamente; aquellas mañanas locas en las cuales mis amigas Merche, Marisa y yo misma hacíamos una escapada a Sitges, localidad cercana a mi pueblo, para desayunar, o pasear por sus calles. Si nos apetecía también nos dedicábamos a las compras; ya es sabido que es algo que a las chicas nos gusta un montón. (A ellos también pero la fama nos la llevamos siempre nosotras.
En una de esas pequeñas excursiones nos fijamos en un pequeño bar de los de toda la vida, situado al final de la Calle Angel Vidal, tocando a la Plaza Cap de la Vila en pleno centro del pueblo.
Era un local de suelo de baldosas pintadas algo resquebrajadas por el tiempo. Limpio y modesto, conservando aun una cierta clase pasada de moda, se mantenía con solo seis o siete mesas de mármol blanco y gris (una estaba situada en la minúscula acera del exterior). Le entraba luz natural por la única ventana de cuarterones unida por un travesaño de madera a la puerta, que también tenía cristal. De frente, un mostrador de obra con el sobre de madera de poco más de dos metros de largo ocupado, en gran parte, por una vitrina donde guardaban la bollería, fruta, y alguna que otra lata de conservas.
Lo más llamativo de todo eran sus paredes. No había ni un palmo de ellas que estuvieran libres de óleos, acuarelas, dibujos o fotografías de artistas, o escritores locales. Ya es sabido que Sitges siempre ha sido un refugio estival para todos ellos.
No puedo recordar el nombre del local. Pero si que los martes cerraban, porque así estaba indicado en un pequeño cartel en la entrada. También como abrían la puerta y la ventana de par en par con la intención de que el público no pasara de largo.
La especialidad de la casa era un bocadillo de pan de payés tostado con abundante jamón del país y queso cremoso acompañado de zumo de naranja natural.
Lo hacían con dos rebanadas de pan blanco de pueblo, dos lonchas de jamón serrano, y tres o cuatro (según el tamaño del pan) de queso manchego semi. Por mi cuenta le he añadido unos pepinillos agridulces (conserva al estilo alemán de Lidl), cortados a láminas finas. Le dan un toque diferente y muy sabroso.
Para tostarlo, calentar una plancha, pasar un trozo de mantequilla por toda la superficie y mantener el bocadillo en ella hasta que veáis el queso derretir. Hay que dorar el pan por los dos lados. Es preferible comerlo recién hecho pero si lo queréis hacer para llevar también aguanta bien.
Lo he acompañado de un vaso de gazpacho con cubitos de hielo.
Un buen día nos encontramos que el bar había desaparecido dando lugar a una tienda especializada en jamones. No supimos la razón, posiblemente no pudieron competir con establecimientos más modernos, pero eran profesionales y hacían bien su trabajo.
Hoy, desde este espacio, he querido recordar esos sabores de siempre a los que si se les añade un pequeño detalle, como puede ser el pepinillo agridulce, cambiar el jamón de york por el del país, o por alguna variedad de jamón ahumado que las hay muy buenas. Sin embargo hay que recordar que el jamón de york no se conserva bien fuera del frío. En definitiva, si cuidamos los productos con los que elaboramos nuestros bocadillos a buen seguro todos tendrán el éxito asegurado.
(No hay información en internet sobre el nombre del bar, pero en cuanto vaya a Sitges preguntaré)