En este blog suelo hablar sobre cambiar de hábitos en la alimentación, en contraposición a seguir una dieta restrictiva por un periodo determinado de tiempo. Como sabéis, yo me he propuesto modificar algunos puntos de mi dieta (aquí) pero no como algo puntual, si no como algo que suponga una auténtica transformación en mi alimentación, no sólo por una cuestión de peso, si no sobretodo por cuestiones ideológicas y de salud. Si fijas tu atención en lo que comes realmente te das cuenta de que no tienes ni idea, que nuestra alimentación carece de lógica y que estamos en manos de una industria que “nos alimenta” con lo que le da la gana.
Pues bien, podemos elegir, podemos decidir qué queremos comer, aunque para ello hará falta un poquito de esfuerzo, porque como sabéis, salirse del molde cuesta un pelín, y no hablo solo de un molde social, si no del que nosotros mismos nos imponemos. Somos como se dice, animales de costumbres, estamos acostumbrados a desayunar una cosa, o a comer esta otra porque es fiesta o meter una pizza en el horno porque es más rápido… y salirnos de ahí cuesta! nos boicoteamos a nosotros mismos constantemente y ¿por que? porque estamos habituados a esas cosas. Esa es la clave. ¿Y la solución? Eureka! Cambiar de hábitos. ¡Fácil!
Si, claro. Si esperáis que os diga, como todo el mundo dice, que si haces una cosa durante 21 días (los más optimistas) o 30 días se convierte en un hábito, lo siento mucho, no es así. No es fácil cambiar de hábitos para siempre. Según un estudio llevado a cabo sobre 96 participantes en el University College de Londres, se necesitan una media de 66 días para cambiar un hábito, es decir, para conseguir que un acto se vuelva automático y no suponga un esfuerzo. Esto además no es fijo, dependerá de la persona, de la dificultad del nuevo hábito que se quiera adquirir, lo que interfiera en nuestra rutina, etc.
Ahora ya vuelve a dar pereza…bien, pues que no cunda el pánico porque todo todo tiene solución.
- Lo primero que vamos a hacer es definir claramente cual es nuestro objetivo, qué nuevo hábito queremos introducir en nuestra vida (o queremos cambiar, que también puede ser)y los beneficios que nos va a reportar. Hacernos una idea clara de porqué esto merece la pena un esfuerzo.
- Vamos a trazar un “plan de actuación”. Es decir, vamos a ver cómo lo hacemos, lo cual dependerá del hábito en cuestión. Por ejemplo, si queremos empezar a salir a correr (muy típico)habrá que determinar a qué hora lo haremos, si para ello hay que levantarse antes, o dejar otra cosa para mas tarde. También habrá que ver si necesitamos equipamiento, si vamos a empezar por correr 15 min o media hora, a dónde vamos a ir, etc.
- Otro paso recomendable es dividir el objetivo principal en pequeñas metas por superar. Ahora sí, los 66 días no se ven tan lejos, podemos empezar por ejemplo con el clásico 21 días (en plan reportera guay del paraguay) y luego ir a por otros 21 y así. Tamién se puede dividir en objetivos. Volviendo al ejemplo super original de correr, en pasar a correr de 15 a 25 minutos por ejemplo, y luego a 35 hasta llegar a un objetivo final de 45 ¿eso es mucho? no se, yo no corro, en eso no me hagais caso es un ejemplo al tún tun, pero es un ejemplo de dividir por objetivos.
- Lo mejor ¡celebrar los logros! Premiate, siéntete el/la mejor por lo poco o mucho que consigas, enorgullécete de ello y haz una fiesta. Igual la fiesta es pasarse, pero puedes recompensarte como mas te apetezca, y oye, si es la fiesta, ¡pues fiesta!
- Y finalmente, busca tus truquitos. Cada uno tenemos nuestra “tecla”. Puedes por ejemplo, tachar los días en un calendario, enganchar a un amigo o familiar que te acompañe en tu aventura para daros apoyo mutuo, buscar frases que te inspiren (eso a mi me encanta), crearte un diario de progresos o de tu experiencia…
Se trata de implicarse realmente en hacer un hueco a ese nuevo hábito en tu vida, y prestarle toda tu atención para que un día, ya no tengas que hacerlo más y salga solo.
Yo, a parte de mis objetivos de alimentación, que es algo que va a llevar mucho trabajo (y sudor, y lágrimas