Revista Cocina

Emprender en las cosas del comer

Por Biscayenne
Si hago un recuento de los emails que amablemente me mandan los lectores para preguntarme cosas, se podrían dividir entre un 50% que cuenta sus experiencias (felices o trágicas) a la hora de hacer bollos de mantequilla, un 25% que comparte conmigo historias de cocina de pueblos y abuelas, y otro sorprendente 25% que me pregunta cómo puede abrir un negocio. 
Ya. Yo tampoco lo entiendo. No me preguntan cómo hacer unas galletas, por ejemplo, si no cómo vivir de hacer galletas. Y yo actualmente vivo del paro, así que poco les puedo responder.
Lo que está claro es que en estos tiempos que vivimos, una conjunción astral ha aunado el interés por la cocina (léase pan casero, galletas, cerveza, chorizos o tartas de fondant) con la necesidad de buscarse la vida. No por levantar el país, que también, sino porque la crisis y la desesperación de estar en casa en pijama mano sobre mano te lleva a una idea tan peregrina como la de montar tu propio negocio.
Porque no nos engañemos, aquí todo quisqui (incluida yo misma) ha querido siempre tener vacaciones pagadas y fines de semana libres, un sueldo asegurado y un jefe al que insultar en privado. Pero la necesidad es muy dura y si sabes hacer algo bien ¿por qué no intentar vivir de ello?
Yo, que después ir a un curso de emprendizaje y sacar los números tuve que tirar la toalla, he tenido que contestar lo mismo a todos esos emails:
"Si no eres millonario, casi que o te haces ilegal o lo dejas".

Y me da rabia, mucha rabia, tener que apoyar la economía sumergida, el dinero B, negro y la madre que los parió. Pero en un país en el que no te ponen ninguna facilidad (me río yo de subvenciones y ayudas a autónomos) pero sí muchas trabas, es lo que hay.
Tengo que contarles que no está permitido hacer tu pan, galletas o lo que sea en tu propia cocina, que la administración te pide que tengas un obrador a pie de calle con chorromil requisitos. Supongo que como consumidores eso nos deja digerir más tranquilos, pero ¿por qué en otros países sí está permitido? ¿Son más guarros, más permisivos, más ilegales que nosotros? ¿Por qué en otros lugares de Europa se paga la tasa de autónomos según y cuando tengas beneficios? 
La semana pasada tuve la ocasión de acudir a Culinary Action, el primer fórum internacional para emprendedores en alimentación y gastronomía, organizado por el Basque Culinary Center. 
Emprender en las cosas del comer
Asistí invitada porque a los parados de tres al cuarto no nos llega para ir a eventos de semejante postín (aprovecho para pedir desde aquí a la organización que en próximas ocasiones ofrezcan descuento a los desempleados). 
Estuvo muy bien organizado, nos trataron de fábula, las ponencias fueron muy interesantes ... pero no me sirvió. Quizás porque esperaba algo más práctico y concreto, igual que mis pobres remitentes de emails pidiendo ayuda.
Para que me entendáis un poco más, el fórum duró dos días durante los cuales se pudieron escuchar once ponencias y cada asistente acudió a dos talleres. La actividad más práctica me la perdí (cachisenlaporra) porque no me pude apuntar a tiempo al taller "De la idea al negocio", pero sí que pude aprender sobre tendencias en los negocios de alimentación o un método para diseñar mi modelo de negocio.
El problema me lo encontré con lo que a priori más me interesaba de Culinary Action: las charlas de grandes figuras y referentes como Martín Berasategui, José Andrés ...

Emprender en las cosas del comer

fotografía de Cookingthebusiness


Sí, fue genial oír a gente que se dedica al mundo de la alimentación y con tanto éxito (Andoni Luis Aduriz de Mugaritz, Victor Alarcón del Mercado de San Miguel, Xavier Güell de Sibaritus), pero tuve la sensación de que no viven en el mismo mundo que yo. Quizás porque no pasan apuros ni ansiedad por no saber qué ocurrirá mañana, me dio la impresión de que no supieron hablar a los que estamos en esa tesitura.
La colaboración de grandes nombres siempre aporta calidad e imagen a proyectos como éste, pero desde el punto de vista del oyente, a mí no me aportaron casi nada. Puede ser que no se plantearan sus ponencias desde el punto de vista práctico, o que no se les ocurriera enfocarlo de ese modo. Algunos de ellos fueron inspiradores, como Berasategui o Aduriz, pero los que queremos (necesitamos) emprender buscamos algo más aparte de frases motivadoras. La pasión ya la llevamos incorporada.
Me sorprendió que nadie quisiera hablar de errores más que para decir que se aprende mucho de ellos. Eso lo sabe cualquier hijo de vecino sin necesidad de tener un negocio. Nadie comentó "mejor no hagáis esto que a mí me salió rana" o "me metí en un berenjenal de tomo y lomo en tal ocasión".
Los ejemplos de negocios exitosos levantados hace 25 años lamentablemente no valen para hoy. Al igual que casi ninguno tenemos una decena de amigos a los que pedir miles de euros. Eché de menos que junto a las ponencias de grandes figuras hubiese casos más cercanos con los que poder identificarse: gente que haya abierto un obrador, una tienda, un restaurante en los últimos digamos 5-10 años. Aunque no sean conocidos ni tengan renombre internacional. Personas de edad parecida a los que estábamos allí y que pudieran contar las vicisitudes de abrir un negocio y cómo lo han logrado.
Todo los emprendedores soñamos con triunfar y montar un emporio, pero lo más probable es que A) te vaya mal o B) te vaya justo lo suficientemente bien y te baste con vivir. Esa escala pequeña, sencilla y sin ringorrango a la que podemos aspirar el común de los mortales es la que faltó en Culinary Action. En mi opinión y con todos los respetos.
Una de las mejores historias que escuché en el fórum fue la de Fraser Doherty, que podéis leer aquí. Con tan sólo 14 años empezó a vender sus mermeladas hechas en casa y ahora (solamente diez años después) vende sus confituras en todo el mundo. A pesar del entusiasmo que contagiaba al relatar su historia empresarial, no pude evitar pensar que aquí en España no hubiera podido comercializar sus mermeladas caseras por no cumplir con las reglas de sanidad y que a sus padres seguramente les hubieran denunciado por explotación infantil.
Me gustaría poder contestar a los emails que mencionaba al principio con más positividad, soluciones y una historia detrás. Con tiempo y una caña pescaremos, como dice mi madre.
Aprovecho para agradecer al Basque Culinary Center la iniciativa, y personalmente a Patricia por invitarme y a María Canabal y Xabier de la Maza por ser tan encantadores. Espero que nadie se tome ésta como una crítica áspera sino constructiva y meramente personal.

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