El agar agar es un ingrediente de cocina que permite hacer gelatinas y espumas. Descubierto originalmente en Asia hace ya muchos años, su uso se ha ido extendiendo al mundo occidental como sustituto de las gelatinas tradicionales. Es insípido lo que hace que pueda usarse tanto para platos salados como dulces. Es fácilmente soluble en agua caliente hirviendo y una vez nuestra mezcla se enfría por debajo de los 35 grados, se solidifica, estado que conserva incluso si se vuelve a calentar por debajo de 80 grados. Por ello, también es adecuado para platos fríos y calientes.
Pero a esta gran versatilidad culinaria se añade otra que tiene que ver con nuestra salud y por ser más concretos, con su capacidad de ayudarnos a cuidar nuestra línea. El agar se obtiene a partir de algunos tipos de algas y se compone casi en su totalidad de fibra. Tiene una enorme capacidad para absorber agua y curiosamente, una gelatina elaborada con este ingrediente tenderá a seguir absorbiendo líquidos una vez ingerida, con el consiguiente incremento de volumen. Es decir, que una ingesta combinada de una gelatina hecha con agar y un vaso de agua ganará volumen en nuestro estómago lo que tendrá un potente efecto saciante. En Japón existe desde hace tiempo lo que llaman la dieta Kanten (que es el nombre que recibe el agar en aquel país). Consiste simplemente en ingerir una porción de gelatina hecha con agar antes de comer. El efecto es simple pero eficaz: reduce nuestro apetito con lo que comeremos a continuación una cantidad menor de alimentos. Se trata por tanto de una dieta que permite comer de todo y su único mérito es hacer que comamos menos. Si además tenemos en cuenta que el agar se puede aromatizar de mil maneras, comerlo dulce o salado, frío o caliente, puede que la idea a fin de cuentas no sea tan mala. El agar es un producto de muy bajo riesgo y la única precaución que se debe tener es que se debe beber algo de líquido después de ingerirlo.