Revista Cocina
¿Para qué voy?, ¿para qué voy a ir si no va a estar? Claro que no va a estar. Ni se debe acordar que hoy es hoy. Faltan ocho estaciones. Todo por ese budín de cocos. Eran días der ver todo lindo, de creer en cosas que hoy, ya no son. ¿Cómo hubiera sido todo, si ella no se hubiera ido? ¿y si la hubiera seguido? No creo que esté. No va a estar. De los dos, siempre fui el más negativo. ¿Cómo estará vestido? Irá con la misma camisa de la última vez. Dudo que la tenga guardada, pasaron unos años. ¿Se acordará de la margarita amarilla? Claro que sí, ¿cómo se va a olvidar? Hace años que espero que sea hoy. Pensé en llamar antes y anticiparme, sorprenderlo, aparecerme en su trabajo, porque me fui, pero nunca me fui. ¿Cómo habrán sido estos años en su vida? ¿Habrá vuelto a comer ese budín? Seguro que no. De los dos, siempre fui la más optimista. Ayer llamé por teléfono, el bar sigue existiendo. Igual, como si no pasara de vez en cuando, para ver si la veo sentada, en la que alguna vez fue nuestra mesa. Pero, ¿qué se yo?, mirá si justo en esta semana, se convitió en un ciber o alguna cosa de esas. De los dos, siempre fui el más cuidadoso. ¿Cómo era el nombre del bar? El bar de Román, no, así le decíamos nosotros, porque el dueño era Román, que buen tipo Román, siempre nos reservaba la mesa, siempre con una sonrisa, siempre con algún chiste sobre la noticia del día. Algunas veces hasta parecía guionado, como si levantara temprano para practicar, te imaginas? Qué locura! ¿En qué estaba? ¿Me pasé!? Uy, no me digas que me pasé otra vez. No, no, todavía estamos al 2900, falta, falta. De los dos, siempre fui la más despistada. ¿Cómo la saludo? Un beso. ¿Dónde? Mirá si me como el amague, no, mejor un beso no. ¿Un abrazo? ¿Qué dure cuánto tiempo? ¿Mucho, o poco apriete en el abrazo? Si es poco, voy a parecer frío, si es mucho, un desesperado. Medio. La voy a saludar con un abrazo medio. Si es que está claro. Igual seguro que no. Seguro. De los dos, siempre fui el menos improvisado. ¿Era martes ese día no? Creo que sí, elegimos la fecha hoy porque volvía a ser martes. El budín era bueno, creo que lo preparaban con leche condensada. Pero lo especial se lo pusimos nosotros. Un simple juego que quizás hoy se termine. O comience. Estoy cerca ya, me doy cuenta porque me empezó ese comezón en las manos. De los dos, siempre fui la más ansiosa. En la próxima me bajo, ¿qué hago, paso a comprar la flor? ¿Cómo le va a caer? Como: hola, estoy acá, sentado igual que la otra vez, no me pasó absolutamente nada en estos años. Sigo en el mismo trabajo, sigo queriendo publicar el libro que nunca publicaré. Sigo igual de poco interesante que antes y esta flor, te lo confirma. De los dos, siempre fui el más autocrítico. Increiblemente sigo jugando al mismo juego. ¿Cuantó tarda cualquier cosa en hacerme pensar en él? Por ejemplo ese poster de las Islas Filipinas. Las Islas Filipinas … están cerca de la costa de China. A él le encantaba la comida China. Esa fue fácil. Esa viejita. Si la vez bien, esa viejita se parece a la kioskera de la facultad. Facultad que queda en la calle Hipólito Yrigoyen, calle en la que, a unas cuarenta cuadras, vive la tía de: él. De los dos, siempre fui la más memoriosa. Ni entro, camino despacio bien cerca de la ventana y pispeo, si está entro, sino sigo de largo. O entro y me pido un budín de coco, por lo menos el budín va a estar rico. Un budín y me voy. Tal como fue la última vez. Ya pasaron quince minutos. Sabía que esto iba a pasar. ¿Qué le hubiera dicho si la veía? Que algunas mañanas, pareciera que no me despertara solo. Que entresoñando, siento que me acaricia. Tengo mis dudas de cómo sería todo. Estoy seguro que no somos los mismos. Pero ¿qué importa? igual podemos jugar a que somos dos desconcidos de nuevo. Que jugar es lo que mejor nos sale. Casi termino mi budín. Eso me da derecho a un deseo. Olvidarla. Mi deseo sería olvidarla y que ella también me olvide. No hay caso, en el fondo, pensé que iba a venir. Má si, pago, voy al baño y me voy. De los dos, siempre fui al que más le cuesta empezar algo nuevo. Tranquila, respirá. No puedo creer que nos vamos a ver. Ya estoy a media cuadra. A media cuadra de decirle que me cansé de despertarme y buscarlo al otro lado de la cama. Que quiero seguir la historia que dejamos en puntos suspensivos. Que todo sea igual a como era antes. Como si nada hubiera cambiado. Pero, ¿y si él cambió?, o peor, ¿si yo cambié y no me di cuenta?, ¿si la química no es la misma? ¿Si nos juntamos para desilachar una relación que estaba intacta, y nos aguantamos hasta ser viejos, sólo porque una vez nos lo prometimos comiendo un budín? ¿Desde cuándo un budín tiene tanta autoridad, para arruinar una relación que así como está, está bien? ¿Qué estoy haciendo? Haber venido es una locura. Cuánto más fuerte se siente a un viejo amor, que al que se tiene. Ya estoy acá, aunque sea lo saludo y me voy. No está. Qué raro?!, estará por llegar. Pero, si él siempre fue puntal ¿Será que no vino? o peor aún, ¿se habrá olvidado? ¿Cómo no me di cuenta antes? Él no me esperó. Por lo menos, no lo suficiente. Qué ironía, en nuestra mesa, alguien dejó un plato con lo que era un budín. Lo probaría sólo para pedir un deseo. Hasta ya se que pedir. Enamorarme del primer tipo que me cruce. Por ejemplo de ese que acaba de salir del baño. De los dos, siempre fui la más soñadora.
Ilustración: Katherine Dossman.