Una buena manera de celebrar el 1 de mayo, fue aprovechar aquel día lluvioso para visitar Aranda de Duero, eje central de la D.O. Ribera del Duero, pero a la vez un lugar muy poco explorado por mi; en especial en esta ocasión decidí sumergirme en las bodegas subterráneas que se ocultan bajo el casco histórico de la ciudad ; la ruta se organizaba desde la vinoteca Bodega Don Carlos , en la Calle Isilla, y en sus entrañas no faltan catas semanales para dar a conocer muchos vinos singulares de la Ribera ; la visita incluye bajar a dos bodegas, la Bodega Los Navarros y la propia Bodega Don Carlos, junto con la cata de un vino y espectáculo teatralizado; lo primero que sorprende es lo bien cuidadas que estas bodegas se encuentran, ya que siguen en uso para peñas y cuadrillas, que las mantienen en buen estado de revista; muy interesantes las explicaciones de los guías , sobre todo al detallar la lucha de los arandinos frente a las tropas napoleónicas ; mientras oía la trama, me imaginaba a los arandinos luchando cuerpo a cuerpo, bayoneta calada contra navaja , y esquina tras esquina de estas galerías , sin apenas posibilidad de retirar a los heridos en batalla ; la luz del sol alivió mi mente de tales pensamientos, y su altura ya marcaba la hora de comer ; en aquella ocasión , mi destino no sería el típico restaurante arandino donde el lechazo asado es el rey, sino un restaurante de comida mediterránea, La Raspa, donde disfrutar de un buen arroz, y ese arroz marcó el vino que lo acompañaría ; tomar un vino blanco de Rueda en tierra de tintos ribereños, puede resultar para algunos un ataque de cuernos, pero creo que mi elección fue correcta, y la fidelidad en los vinos es algo muy sobrevalorado; además, siempre elegir un vino de Jose Pariente suele ser un acierto.





