Siendo apenas un niño, un adolescente reservado y ávido lector, devoré una serie de libros a cual más aburrido. No puedo explicar por qué me dediqué principalmente a leer los títulos de la colección “Realismo Fantástico” de Plaza y Janés, con su encuadernación rústica y sus peculiares autores. Creo que todo empezó cuando llegó a mis manos un libró al que mi padre consideraba interesantísimo y que por tanto, debía ser muy bueno, pensaba yo, se llamaba “El retorno de los brujos”
- ¿El Camino?, pero… ¿andando?.
- Jajaja… estáis de coña, ¿verdad?.
- ¿Es una broma?.
Yo no sabía mucho de Roncesvalles, me imaginaba que sería algo más grande, pero bueno, me gustó mucho. Hay un albergue, dos hostales y unos apartamentos dónde buscar alojamiento alternativo.El paisaje estaba nevado, nos instalamos como peregrinos de lujo en nuestro apartamento en la Casa de Beneficiados y dimos un paseo por los alrededores, vimos el hermoso albergue, donde sellamos nuestra credencial, la Colegiata, el bar y claro, como no podía ser de otra forma nos perdimos la misa de peregrinos. No lo hicimos aposta, que quede claro, me hubiera gustado ir, pero nos despistamos.Cenamos pronto en Casa Sabina, una cena agradable en compañía de peregrinos, extranjeros todos menos nosotros, que seguro que nos acompañarían apenas unas horas más tarde. Entre ellos destacaba un respetable ciudadano europeo de mediana edad que hablaba en alemán (no diré que era alemán, porque durante los siguientes días me equivocaría en repetidas ocasiones con esta nacionalidad y unos cuantos peregrinos). Hablaba, pero hablaba poco, la mayor parte de su tiempo y energías los empleaba en fumar compulsivamente y degustar las excelencias del pacharán navarro. ¡Jo!, si ese tío era capaz de caminar 20 kilómetros diarios, yo pensaba darle un abrazo al final de cada etapa.Cenamos caldo de gallina y un plato combinado con lomo, huevo y patatas fritas. Es una de las cosas que más me gustan del Camino, que puedes comer y comer sin ningún tipo de problema. Es más, ¡debes comer!, pues el Camino te exige. Nos fuimos a preparar las mochilas y a dormir. No he comentado que suelo tener problemas para conciliar el sueño y realmente confiaba en que el Camino me sirviese de somnífero, pero aún no había empezado y por tanto esa noche, como otras muchas, especialmente las, digamos, cien anteriores, dormí mal, muy mal, lo cual no es nada conveniente si luego vas a caminar más de veinte kilómetros. Así, a las cinco de la mañana, desesperado, me levanté, me duché, me vestí y me leí las cincuenta primeras páginas de la guía que utilizaríamos durante el viaje.A las seis de la mañana miraba por la ventana. Era de noche, pero juro que si no llega a ser porque tenía que esperar a mi mujer y no quería despertarla tan pronto, me hubiera echado a caminar en ese momento.Finalmente, poco antes de las siete de la mañana, la desperté y pusimos rumbo a Casa Sabina y nos dispusimos a desayunar.

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